A pesar de tener dos secretarios de despacho, cercanos al gobernador, con orígenes en el Occidente y varios diputados de esta zona, aún no despega el discurso del campo que ha promovido el actual mandatario de los boyacenses.
Justo a escasas semanas de comenzar la carrera por las elecciones parlamentarias, diversos sectores sociales y productivos lanzaron cuestionamientos sobre la real incidencia de las políticas del departamento y de la Nación, sobre el sector del campo en la región de Occidente de Boyacá.
Particularmente, se preguntan por el verdadero peso político y ejecutivo que pueden llegar a tener dos secretarios de despacho, cercanos al gobernador, oriundos de esta provincia, y cuatro diputados que representa los intereses de esta región. Y, en general, sobre un discurso emotivo, bien hilado, y seguramente, bien intencionado, pronunciado a lo largo de 2017, por el gobernador Amaya, en relación con la recuperación de campo.
Y no es para menos. Se trata de una región que parecía superar su conflicto violento por la posesión de las esmeraldas, a través de un pacto regional, civilizado y dialogado, firmado hace casi 30 años. A la vez, una región que parecía dar un paso adelante para superar el espejismo de la riqueza esmeraldífera y volver a su cultura campesina. Y sobre todo, una región que comenzaba a mostrar a los jóvenes, -reunidos en “plataformas juveniles”-, como los grandes aliados de la paz, la reconciliación y la construcción de nuevos liderazgos. Pero, que de manera anticipada, parece aceptar un panorama pesimista, en materia de acción para recuperar sus campos.
Esto, por varios factores. Aunque existe contundencia y fuerza en el discurso sobre el campo promovido por el Gobernador Amaya, es débil la forma de concretar esas acciones en la región de Occidente. Especialmente, en sectores estratégicos como los cítricos, el cacao, el aguacate, el café. Es débil su discurso sobre la recuperación integral de las zonas marcadas por las violencias. Y, paradójicamente, no se reconocen acciones desde el Departamento, para el proceso de restitución de tierras, luego de muchos casos y testimonios sobre despojos, desplazamientos y conflictos por las tierras, acumulados por décadas.
Estos factores le están abriendo paso un discurso político que marca distancia notable con los postulados centrales del “Acuerdo de Paz” de La Habana. Entre otras cosas, porque el tema de la tierra genera incomodidad entre los grandes dirigentes de la zona. Todo, porque la interpretación del concepto de “la tierra”, en esta región, sigue guardando un respeto profundo por los modelos de concesión de los territorios para explotar esmeraldas, que históricamente han sido una constante.
Los responsables de alimentar este discurso ya se están reuniendo, -con banderas de triunfalismo-, a trazar el horizonte político para la próxima contienda electoral. Con presencia del congresista Ciro Ramírez, del exalcalde de Chiquinquirá, Rincón Sierra, del dirigente Héctor Ángel Ortiz. Todos ellos, serios críticos del proceso de paz, para cocinar sus pactos con miras a las parlamentarias. Como se recordará, en el Occidente de Boyacá fue muy difícil generar pedagogía a favor de los “acuerdos de paz” de La Habana. A pesar de todo, en los resultados del Referendo en las urnas fue optimista.
Si a esto se suma la nueva negociación, donde los canadienses, aspiran a quedarse con un porcentaje mayoritario del territorio de Coscuez para la explotación de esmeraldas a futuro, por un valor superior a los 15 millones de dólares, el panorama va a ser muy difícil para convencer a unas comunidades sobre las bondades de volver a “creer en el campo”.
Entonces surgen las preguntas obligadas: ¿Tanta debilidad del Gobierno de Amaya en Occidente, está alimentando el re-acomodamiento de las fuerzas políticas alrededor de la negación del “proceso de paz” y de la negación de la alternativa del campo para esta región que fue marcada por sucesos violentos por décadas?
Si el discurso del “Creer en el campo” del Gobernador Amaya no convenció en esta región, ni el discurso de la paz y la reconciliación, entonces, ¿cuál puede ser el epicentro donde gire la disputa de los votos para las parlamentarias? En ese juego, ¿estará ganando un mayor espacio territorial el Centro Democrático y Cambio Radical en Occidente, animados por la ausencia casi definitiva de la propuesta del gobernador Amaya y sus amigos? Y, por último, ¿estará condenada esta región de Occidente, a mirar pasivamente, la explotación minera como única alternativa a futuro, con su manto de desgracia, miseria, despojo y sometimiento, en lugar de abrirse la posibilidad a la construcción de un nuevo discurso, impulsado desde las fuerzas progresistas, por las dinámicas de los jóvenes, los procesos culturales y el empoderamiento de los campesinos, donde la tierra sea su real conquista?