Por | Santiago Rodríguez / @el_sr_rodriguez
Mucho se ha oído sobre los NFTs, Non-Fungible Tokens o Token no fungibles, se trata del resultado de certificar o identificar digitalmente un archivo haciendo uso de un procedimiento criptográfico similar al del blockchain, el mismo que ha ofrecido una potente infraestructura de confianza como para soportar el centenar de populares criptodivisas que pululan y cotizan en la red como el bitcoin y el ethereum, es así como ahora un archivo representado y tasado en criptodivisas puede ser comercializado en distintos mercados en línea con tal volatilidad digna de cualquier frenetismo bursátil.
En pocas palabras este procedimiento de tokenizar archivos, sean estos videos, imágenes, gifs, videojuegos, etc, dan la posibilidad de certificar digitalmente cualquier cosa. Dichos tokens son únicos, irrepetibles y no fungibles, reputan extrema seguridad al asociarse con un archivo, de esta manera dan la posibilidad a su propietario de poseer un activo digital autentico, único y verificable, además se puede observar el historial de creación, colección, propiedad y transacciones hechas de cada token, el sueño de cualquier coleccionista de arte.
Se ha relacionado el arte digital con los NFTs, pero lo cierto es que en términos prácticos la rentabilidad y valorización de los token no fungibles poco tienen que ver con su calidad gráfico estética.
El boom del criptoarte se desató con la venta de un collage digital del artista gráfico Beeple en $69 millones de dólares, poniéndolo en el podio de los artistas vivos más caros como Jeff Koons y Damian Hirst, una cifra escandalosa pero necesaria para darle un espaldarazo al mercado de los NFTs.
Desde entonces el mercado de criptoarte padece de una fiebre similar a la de la tulipomania, la rareza y unicidad de los archivos «Obras» están a la carta, se han vendido toda suerte de cosas no físicas con precios escandalosos, un Tweet, una canción, un pixel, entre otras… por millones de dólares.
Para empezar a tokenizar los archivos es necesario contar con una billetera de criptomonedas, puede ser MyEtherWallet, Metalmask entre otras, que se asociara con una cuenta, por lo general los NFTs se comercializan en Etherums, la tokenizacion de una obra puede costar entre 100 a 150 USD dependiendo del valor cambiario de la criptodivisa y el gas fee, una vez cargado y tokenizado el archivo puede someterse a las pujas de los usuarios como obra única o una serie, donde si se tiene suerte se pueden vender en elevados precios por una pequeña comisión para el sitio donde se hospedan los archivos.
Mi experiencia como criptoartista
De mi experiencia (este es mi perfil), explotaría en las diferentes plataformas de criptoarte como Fundation, OpenSea y Rarible, esta última en la que fui verificado y aceptado con el apelativo de ‘criptoartista’ luego de un juicioso filtro manual por parte de la comunidad de criptoartistas y administradores.
Puedo decir que asistimos a la bursatilización de los memes, no en términos despectivos, sino más bien prácticos. Al día se tokenizan y comercializan cientos de NFTs de imágenes, gifs o videos con una estética similar al de las populares imágenes que inundan la web, en ellas prevalecen actores de la cultura popular, situaciones mediáticas, temas políticos, trazos espontáneos y descuidados, casi automáticos; estos van de coleccionista en coleccionista adquiriendo o perdiendo valor, subastándose en pujas digitales y constantes, estos entusiastas del criptoarte asisten a la fiesta por la simpatía de los archivos y como traders de los mismos, apostándole a las rarezas, tendencias y extravagancias.
En términos estéticos, algunas obras que se venden en series de repeticiones que recuerdan el Pop Art y las reproducciones warholianas, incluso en sus temas y representaciones. Sin embargo, en una capa más profunda existe una autentica exploración de la relación entre el ser humano y la tecnología, a través de la animación y simulaciones físicas, donde predominan texturas y densidades imposibles que se repiten infinitamente en un bucle de animación donde pareciera converger lo digital y lo metafísico en un diálogo, como una experiencia lisérgica, lo místico tecnológico; estética propia de miles de imágenes que discurren por las redes sociales.
Es así como a través de este método de autenticación de archivos no físicos se asiste a una nueva etapa del arte precedida por traders fungiendo de coleccionistas, un mercado con los defectos heredados del coleccionismo tradicional, donde los grandes capitales imponen tendencias y manipulan los valores que se tasan en criptodivisas, estas ya muy volátiles de por sí, el sueño frenético propio de los mercados bursátiles y especulativos, NFTs a la orden como en otrora los más raros y extravagantes tulipanes.
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