
Corren tiempos difíciles para la tranquilidad del mundo con “líderes” del tipo Trump, Milei, Bukele, en el poder que administran con soberbia y para quienes los derechos, la soberanía, el DIH y las reglas de consenso ético son letra muerta que pueden pisotear. Sacaron la “libertad”, de la esfera de los derechos y la enviaron al mercado, donde ya no entra en relación con autonomía, capacidad de elección, ni realización del ser humano con dignidad, sí no que opera como un concepto ideologizado metido a la fuerza en el marco de un fascismo que se extiende entre neonazis, ultraderechas y “libertarios” que legitiman sus discursos de odio justamente restringiendo las libertades reales. En EE. UU hay 733 grupos de odio activos (SPLC, 2023), 35% de ellos neonazis, que funcionan como una red transnacional violenta, mientras las ultraderechas institucionales usan una retórica xenófoba desde el poder, retroalimentada en la era digital para explotar crisis migratorias y económicas, utilizadas para descalificar, maltratar, encarcelar, desfinanciar, despojar, destruir.
En Colombia los partidos y “doctrinas” tradicionales hegemónicas actúan como un solo bloque sumando técnicas no para hacer política sino para eliminarla, para hacer crecer incertidumbres, desesperanzas y miedos, fabricados para impedir la gobernabilidad y negar el paso de las mínimas reformas que espera el país excluido. Influencian a las cortes de justicia, controlan la economía a merced de agremiaciones de comercio, industria, banca y medios de comunicación y permanecen al acecho para recuperar como sea su bicentenaria hegemonía sobre el estado y la nación y volver a imponer la lógica postcolonial de patrones y subalternos a los que ven como anomalías manipulables.
Entre neonazis que los hay, ultraderechas organizadas y libertarios abriéndose camino por un difuso centro, fluye la consigna de “joder el proyecto del primer gobierno popular”, impedir la gobernabilidad, con mentiras, engaños, falsedades, amenazas o lo que sirva, para que todo parezca como el resultado de que nada funciona, de que reina el caos y el desastre. Al mismo tiempo reclaman el apoyo de la sociedad que abominan y sobre la que aplican su odio de clase. De las mujeres piden sus votos, pero las quieren confinadas en la esfera privada, marginadas, en condiciones de precariedad y lejos del acceso a la acción política, sus demandas son bloqueadas. Reclaman el apoyo de los indígenas a quienes han tratado como parias en sus propios territorios ancestrales y expulsado a sangre y fuego. Reclaman el apoyo de afrodescendientes y campesinos, a los que han tratado como esclavos, siervos y soldados de su guerra. Reclaman el apoyo de los jóvenes, que fueron su blanco perfecto para reventarles los ojos y han tratado con desprecio. Reclaman el apoyo de los trabajadores y del país de abajo y los llaman no para hablar de derechos si no para que les ayuden a ganar en elecciones.
Lideres neonazis de ultraderecha y libertarios, coincidieron en la fila ante funcionarios extranjeros pidiendo ayuda para “tumbar” al gobierno (delito de traición por sus posiciones de estado) reafirmando su proyecto global común y su disposición local para organizar salir a cazar gente, a comunistas como lo han hecho desde siempre o migrantes como lo hace ahora el partido republicano o a inocentes para asesinar como en la seguridad democrática con su sello del 6402 o africanos como lo promete el partido vox o niños a la manera de los genocidas sionistas o indios, lideres sociales, firmantes de la paz o jóvenes. Lo central es mantener activo su libreto de retorno al poder total usando el filtro ideológico de “buenos ellos” y “malos los demás”, y en la coyuntura del juicio a su líder tener las condiciones previstas para “su alzamiento” si llegan a fallar en su contra y entonces se vean “obligados” a llamar a la misma gente que aborrecen a matarse por ellos, en nombre de “su” libertad.
Neonazis, ultraderechas y libertarios, no descansan en sus fábricas de negaciones y mentiras, aunque también “sospechan” que la gente común, a la que desprecian y siempre buscan, ha ganado conciencia y esta vez entiende mejor que quien le roba su presente, le impide sus derechos, le llena su mundo de odio y le quita sus sueños y esperanzas, jamás podrá ofrecerles un futuro mejor. Lo primero que espera la gente común es abandonar el miedo que usan para no tratar con respeto su dignidad y le niegan la oportunidad de llevar una tranquila y libre del tono insensato de fanáticos, obsesivos y oportunistas. En su conciencia esperan poder hacer parte de una “revolución de los cuidados”, que empiece por destituir el lenguaje del odio y provea de cuidados a la salud, la educación, la economía, las víctimas, el agua, los alimentos, el planeta y cuidado de todo ser humano en igualdad por fuera de la polarización, libre de violencias estructurales y sostenido con políticas concretas basadas en datos reales, estudios científicos y académicos, sin la mediación ideologizada del cuestionado poder legislativo, ni direccionadas por el periodismo militante de la gran prensa y de ególatras influencers sin responsabilidad, sin encuestas en las que lideran los ausentes. Urge volver a la política como debate de ideas, sin engaños, ni truculencias, para que la verdadera libertad libre de neonazis, ultraderechas y libertarios recupere su validez y legitimidad y a quienes aspiren a gobernar se les mida por su inteligencia, franqueza y capacidad para devolver los derechos al núcleo de la vida y el odio hoy convertido en el cáncer de la degradación mental del país sea erradicado.