Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez
En 1981, Germán Villate Santander, presentó ante la comunidad intelectual y la sociedad en general su libro sobre Tunja prehispánica, que hace parte de las obras de finales del siglo XX dedicadas a poner en contexto la memoria viva y en conocimiento público, los avances en las investigaciones sobre las comunidades Muiscas asentadas en el territorio Boyacense, y con centro de gravitación en los campus de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. A esta obra se juntan muchas más, pero me detengo solo en los textos del grupo de trabajo de Helena Pradilla, Francisco Ortiz, Luis Wiesner y otros que se adentraron de manera interdisciplinar en la Arqueología del Cercado Grande los Santuarios y numerosos escritos e informes, que fortalecían la idea de la universidad humanista.
En ese breve espacio de dos décadas, se produjo la obra sobre la Economía Chibcha del profesor Armando Suescún Monroy, que diez años después completó con el Derecho en la Sociedad Muisca. Para gratificación común de la memoria, el día 09 de septiembre un día antes del fallecimiento del Dr. Suescún, por fin después de superar adversidades, contratiempos y luchas contra el indolente mercado cultural, el tesón de los hermanos Yaya, logró poner en estreno la película Tundama, en los cines nacionales, para mostrar en gran formato una historia Muisca, de nosotros mismos, en defensa de la vida y la cultura.
Este breve comentario inicial, es solo rendir un homenaje de admiración al profesor y jurista Armando Suescún Monroy, quien, en la misma línea de conducta de Germán Villate y Enrique Medina Flórez, entre tantos otros, de una misma época transitando los campus universitarios, y reconstruyendo la historia, le pusieron sentido a la identidad Muisca. Germán desde la Economía y el Derecho abarcó la historia para desvelar los rasgos de la vida muisca; Armando Suescun desde la Jurisprudencia y la Historia llegó a la Economía y ahondó en el Derecho Propio, anterior al Derecho consuetudinario implantado por las élites. Enrique Medina, metió las letras de la poesía y la literatura en los amaneceres y las caídas de sol para llenar con humanismo la vida cotidiana de este paraíso muisca.
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Ellos fueron parte de una generación de esperanza, formadora de jóvenes entusiastas por la arqueología, la economía, la historia, la literatura, el derecho, las artes, que pasaban tardes enteras como docentes dedicados a los estudiantes, hacían del saber una herramienta colectiva en defensa de la dignidad, y así lo recuerda Tundama. Ninguno de ellos pensó siquiera por una vez judicializar o intimidar a su adversario o a su contrario en el debate, ni en arremeter contra su interlocutor, eso los hace inmortales, su paso de la historia hacia la historia recordará de ellos siempre su disposición por decir y hacer verdad.
Con la partida del doctor Suescún, se debilita, pero no se termina, una generación de humanistas al servicio de la UPTC, que junto también a Javier Ocampo de esa misma generación, y tantos hombres y mujeres más, han permitido levantar y sostener en el tiempo y a salvo el prestigio y reconocimiento de la universidad que tenemos, construida en la historia paso a paso.
Armando Suescún fue un hombre comprometido como intelectual con su tiempo, que trató la ciencia del Derecho con rectitud y justicia, que en su paso por la rectoría forjó la esencia de su sistema regional universitario en Chiquinquirá, Duitama y Sogamoso. El Doctor Suescun, quizá sin saberlo deja algo escondido en el aliento de la bonita película de Tundama, para que al verla recordemos quienes somos y qué luchas nos quedan por dar y por ganar, como pueblo, como familia humana, como Muiscas.
Buen viaje doctor Suescun, a su familia afectos y solidaridad siempre, la Universidad lo tendrá en su mejor recuerdo.
Profesor Restrepo, como forma que nuestra generación pague la deuda con nuestra cultura chibcha, acabada por la ambición y avaricia española, y escondida y olvidada por las élites neogranadinas bolivarianas y santanderistas, es momento que la Plaza de Bolívar de Tunja cambie su nombre y sea nombrada Plaza de Aquimín en homenaje al último Zaque de la confederación muisca, cruelmente asesinado por los españoles.
Profesor Restrepo, le quiero compartir estas reflexiones, en torno a su artículo desde la mirada de quienes participamos de lo que Usted comenta, cuando reunidos jóvenes entusiastas por nuestra cultura ancestral en 1981 y en esa década aparece entre otras la frase «PONGASE MUISCA» en las integraciones upetecista (indigenistas tímidas) y que hoy en las presentes generaciones siguen resistiendo de otra manera, reaparecen en algunos sectores del movimiento estudiantil esos sentimientos que evocan nuestras raíces y prevalece en las marchas la simbólica Wipala multicolor de los pueblos andinos originarios, la protección de nuestro patrimonio arqueológico, el espacio de dialogo de Suhusymuy para el diálogo intercultural, la presencia de la chicha de bebidas fermentada en el «muro», etc. Aunque compartí todas estas luchas y reminiscencias, quiero referirme a otras huellas y frutos cuando la academia cumple una función social de interés general y en especial en rededor de la vida y obra del Doctor Armando Suescun, defensor de los pueblos originarios desde sus investigaciones académicas: a la memoria de un pueblo aparentemente inexistente y que siempre me ha perturbado la negación “racistas”, “clasista” de algunos académicos ante la condición de indígena muisca chibcha de quienes nos hemos identificado como tal; en mi caso desde mi propia historia (desde …1823) y que dicha condición etnohistórica sí haya sido tenida en cuenta y respetuosamente por el Doctor Suescún y otros académicos del momento, siendo su estudiante de la cátedra de Derecho Constitucional 1995. Es otra mirada tal vez desconocida en aquellos tejidos discrecionales que se tejen entre algunos académicos que reconocen la vocación de los territorios su devenir histórico y sus realidades y lo más importante cuando se tiene solidaridad con los congéneres o como decía Armando con los «paisanos».
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