Por | Julio Medrano
Era abril del 2019. Una protesta estudiantil acechaba con llegar a la recién restaurada Plaza de Bolívar, obras del costosísimo endeudamiento ciudadano para el desarrollo del Plan Bicentenario. El temor hinchó los pechos de los tunjanos más orgullosos por su nuevo piso de mármol travertino, material versátil, resistente y de fino acabado, exaltaba entonces la alcaldía de Pablo Cepeda. Y el miedo, aunque ridículo y melancólico, se hizo ira cuando la asamblea de vándalos conquistaron la Plaza.
Una manifestante con la fiebre muy alta, quizá por la falta de oxígeno al conquistar la cumbre donde reposa Bolívar, quizá por las teorías socialistas que cargaba en su cabeza adoctrinada por las enseñanzas selváticas de la UPTC, se arrodilló, desenfundó un marcador de negra tinta y sobre las nuevas losas de mármol travertino escribió sin reservar ningún mínimo sentido de lo común: «Para el pueblo lo que es del pueblo, para el pueblo liberación».
Para sorpresa y alivio de los vecinos indignados por la osadía de quien dañara las losas recién puestas, la gamina (así la llamaron en Twitter) fue plenamente identificada en una intensísima búsqueda según anunció la Comandante de la Policía de Tunja de aquel terrible año para el piso nuevo de la Plaza de Bolívar.
Aunque la pasada Administración de Cepeda anunció que el costosísimo mármol travertino, era un material que para este proyecto recibe un tratamiento hidroleo, que lo hace más resistente al agua, al aceite y a las manchas, pues no fue lo suficientemente duro (como el piso por donde anduvo Adam Smith) contra la oscura, rigurosa y socialista tinta de un marcador de una estudiante de universidad pública: «En algunos sectores la tinta afectó tanto las losas que debieron ser retiradas con una brilladora eléctrica«, publicó la BluRadio.
Qué identidad (o entidad) se oculta tras aquellos que quieren pisotear el patrimonio recién restaurado para dar unas fiestas populares (aclaro que no pierdo el sueño pensando en el pobrecito mármol, cuando familias con niños deben aguardar bajo plásticos en las noches, cuando los índices de suicidio no merman, cuando el desempleo también se cuelga solitario, cuando ahora una cerveza costeña cuesta cuatro mil quinientos pesos. No, mi emboscada es a quienes indignados aplastaron una vez su dedo gordo contra la pantalla para digitar cosas como: «Yo pongo a limpiar a la gamina que rayo», «La pared y la muralla son el papel del canalla», «Que fácil y rapido es dañar que difícil y duro es construir y arreglar», «educacion si se necesita pero para que rayen en su casa… manada de cochinos», «Mucha abusiva y estaban nuevas», y, [sin miedo a asegurarlo] hoy estos mismos tuiteros preguntan en las redes sociales de la Alcaldía cuánto cuesta una entrada VIP a las Verbenas que serán en la Plaza de Bolívar).
Cuánto desinterés por solucionar problemas más graves que hunden a la ciudad (inseguridad, pobreza, desempleo) hay en quienes hoy les importa un carajo el dinero del empréstito que solicitaron otras administraciones para hacer las restauraciones del dichoso Plan Bicentenario, y, en enero del 2022 serán los ciudadanos quienes paguen los daños que ocasionen las verbenas. Debe ser el alcohol que ingieren para calmar las tempestades de estas noches lluviosas en la ciudad, lo que nos les permite medir el bienestar ciudadano más allá del negocio y la jartera.
¡Que pongan el tal potestódromo que propuso el MinDefensa Molano y, de paso, que este sirva para realizar eventos populares!
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