Lozano indignado por el paro en Boyacá, no podrá llegar al spa en Paipa

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Por | Julio Medrano

Lo indignante del paro en Boyacá no es que los campesinos protesten, es que uno no pueda llegar a tiempo al hotel. Falta bolillo, como Dios manda, dice al micrófono Juan Lozano, periodista, exministro, defensor del orden y la decencia.

«Hay una ley, hay un cuerpo entrenado», le explica Lozano al Gobernador de Boyacá durante una entrevista en la emisora laefeme. ¿Por qué no ha mandado al Esmad? Perdón, al Undemo, es que no se le queda el nuevo nombre del grupo, le suena como a marca de gel antibacterial, no al de los represores saca ojos de Duque.

Que el país se incendie, pero en silencio, dice juancho, permítanme llamarlo así que ya le siento confianza.

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Para cierto tipo de pensamiento capitalino (proclive a la derecha), lo que importa es que la protesta no interrumpa la vida.  ¿Dónde está el Estado cuando más necesitas el brunch? Es que, no poder disfrutar de un capuchino artesanal frente a la catedral de Villa de Leyva es todo un trauma.

El derecho a la protesta, sí, pero sin joder. Sin interrumpir la vía libre para el puente festivo, un spa en Duitama, degustar un ‘queso paipa’ en el Pantano de Vargas, una arepa de Ventaquemada, o rezarle a la Virgen de Chiquinquirá por la liberación del Patrón de la emisora.

Que el campesino se indigne, pero por favor en un horario prudente y sin obstruir la cadena de distribución de quesillos.

La democracia está bien, mientras no afecte la reserva hotelera de Booking, es el mensaje de juancho.

Si los carboneros, campesinos, paramunos o mineros tienen reclamos históricos, ya habrá tiempo para escucharlos, algún día. Después del check-out.

Postdata: La fuerza policial sí llegó, pero no a los bloqueos viales, aterrizaron en el Occidente de Boyacá, los mineros ancestrales fueron desalojados para proteger los intereses de una multinacional que adquirió títulos legales sobre territorios explotados por generaciones. Líderes esmeralderos advierten que suspender los trabajos artesanales puede desatar un nuevo conflicto social. Pero tranquilos: en Paipa, aún quedan habitaciones disponibles.

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