El domingo 2 de octubre se votó en Colombia un plebiscito mediante el cual los colombianos votaron Sí, o No, al Acuerdo Final firmado entre el gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP. Estaba en juego, exclusivamente, la refrendación de lo acordado en La Habana durante tres años y nueve meses de negociación. Ganó el No y con este resultado la posibilidad de darle fin a una guerra que lleva más de medio siglo, se pierde. Colombia seguirá siendo el único país del hemisferio occidental con un conflicto armado interno.
Como dije, lo que estaba en juego, exclusivamente, era la refrendación del Acuerdo de La Habana; sin embargo, algunos partidos políticos y sus líderes concentraron sus esfuerzos en convertir estas elecciones en la antesala de las elecciones presidenciales que se van celebrar en el 2018.
Hoy el mapa político en Colombia es otro: Uribe como ganador y, en la otra orilla, el presidente Santos que le ha apostado todo a este proceso, y César Gaviria que lideró la campaña por el Sí. Hoy “los presidenciables”, como caballos de carrera se ubican en los partidores, mientras la sociedad colombiana se sumerge en un periodo de incertidumbre, limbo azaroso en donde nada está claro y en el que, con seguridad, saldrá perdiendo la economía y la estabilidad social. Y ni qué decir de la imagen del país ante el mundo, es decir ante los inversores y los organismos de financiación. Perdimos todos los colombianos.
Quince horas después de conocerse los resultados del plebiscito se han escuchado declaraciones, opiniones y mensajes que abogan por la continuidad del proceso de paz lo que, a la luz de la realidad, es un eufemismo. Perdimos todos los colombianos. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP, es una guerrilla que no ha sido vencida militarmente. Las FARC en este proceso han dejado claro que tienen voluntad de alcanzar la paz, y el Ejército de Liberación Nacional, ELN, ya había manifestado su disposición de iniciar formalmente un proceso similar, posiciones que dejan fortalecida a la guerrilla en Colombia ya que no solamente conservan sus armas y sus recursos, sino que logran aceptación en algunos sectores de la sociedad colombiana, que sin ser de izquierda y sin aprobar las acciones de estos grupos guerrilleros, desean fervientemente la paz. Es significativo, por citar solo un ejemplo, lo sucedido en Bojayá en donde el voto por el Sí fue apabullante. Los caballos de paso fino que se enfilan hacia la Presidencia y que no han transitado los caminos desolados que deja la guerra, no saben, o no les interesa conocer el por qué de estos resultados. Perdimos todos los colombianos.
En menos de dos años, en este país sin memoria, se celebrarán elecciones presidenciales. Lo que ayer, 2 de octubre de 2016, hubiera podido ser un sueño realizado, la paz, al parecer tiene que esperar hasta entonces. ¿Cuál de estos atletas de la guerra llegará primero a la Casa de Nariño? La respuesta a este interrogante definirá en qué país van a vivir nuestros hijos y nuestros nietos. Nosotros, los que nacimos en un país en guerra, quizá ya estemos condenados a vivir y a morir así, Gabito, sin la ilusión de una segunda oportunidad sobre la tierra.
Que el 62,59% de colombianos que ayer no ejercieron su derecho a votar, tengan claro que también son responsables directos de este presente incierto.
Que el doctor Humberto de la Calle Lombana, fortaleza y esperanza del país en estos años de negociación de la paz, sea el faro en los meses que se avecinan.
Regreso a la poesía, a Kavafis que en “Esperando a los bárbaros” ya lo había escrito todo.
Por/ Carlos Castillo Quintero
Escritor