Lo bueno y lo malo del cuadragésimo séptimo Festival Internacional de la Cultura

Foto | @FIC_Cultura
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Durante un par de semanas los boyacenses disfrutaron de una edición más del Festival Internacional de la Cultura que terminó siendo la más pálida de los últimos años. La cuadragésimo séptima edición del festival estuvo marcada por la improvisación y el sentimiento de exclusión de algunos de los artistas boyacenses.

La cuadragésimo séptima edición del Festival Internacional de la Cultura (FIC), denominado ‘Bicentenario de Libertad’ terminó, y con su clausura aparecieron los balances. Por su puesto, para la organización, el festival terminó siendo un éxito, pero no tuvo esa misma consideración del público en general.

A diferencia de años anteriores, en los que la agenda estuvo caracterizada por una gran diversidad de eventos; en esta ocasión los boyacenses y visitantes se vieron extrañados ante la desorganización, el desconocimiento de la programación del festival y la escasez de manifestaciones culturales, haciendo una excepción para las danzas, que fueron las que terminaron sacando la cara por el Festival Internacional de la Cultura más pobre de los últimos años.

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La cantidad de eventos no estuvo a la altura de las demandas de la ciudadanía; y a pesar de que hubo diversidad de manifestaciones culturales, gran parte de los artistas boyacenses estuvieron lejos de protagonizarlas.

El principal aspecto a destacar es la descentralización que vivió esta edición del FIC, que no es novedad, pues ya venía ocurriendo esto desde un par de años atrás. Las presentaciones se extendieron por todo el departamento. Municipios como Duitama, Sogamoso, Paipa, Villa de Leyva, Gachantivá, Toca, Chiquinquirá, entre otros, acogieron eventos culturales que, a pesar de haber sido anunciados sobre la hora, lograron una buena convocatoria ciudadana.

A diferencia de ediciones anteriores, en las que apenas concluía el festival se daban a conocer los resultados cuantitativos, esta vez no hay razón de cuánta gente asistió, a qué eventos, cuáles convocaron más; en fin, hubo desidia incluso en ese aspecto.

Claro que no todo fue negativo, el festival buscó rendir tributo a los 200 años de la gesta libertadora y esto se vio reflejado en el concierto denominado ‘Somos región, somos Colombia’, que incluyó un artista representativo de cada una de las regiones del país. Igualmente ha de aplaudirse el evento conmemorativo del Bicentenario en la Plaza de Bolívar la noche del 7 de agosto, que incluyó la presentación de la Sinfónica Nacional.

Uno de los grandes aspectos a destacar fue la franja académica, que incluyó talleres literarios, audiovisuales, muralismo, producción documental, entre otros saberes.

Otro punto a favor de esta cuadragésimo séptima edición del Festival Internacional de la Cultura es la prolongación de algunas de las exposiciones, como el video mapping en la Plaza de Bolívar de Tunja, que dejó maravillados especialmente a los niños boyacenses.

Las agrupaciones y artistas que trajeron para esta edición del FIC, parecieran haberse quedado en el departamento desde años atrás, pareciera que nunca se hubieran ido, pareciera tuvieran contrato vitalicio con la Gobernación de Boyacá; en detrimento de artistas boyacenses que vienen haciendo fila desde hace rato para mostrar sus dotes artísticos ante su gente.

En líneas generales esta cuadragésimo séptima edición del festival será recordada como la de la improvisación de la cultura, pero dejará como enseñanza lo que no debe realizarse a la hora de organizar el festival más emblemático del departamento.

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