Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez
En el Dorado, un film documental, Benjamín Cantú Matt Lambert, muestran una historia para seguir comprendiendo las luchas humanas por derechos y libertades. Allí se refleja todo lo que odian los nazis, que ocurre en Berlín, una ciudad donde pasa de todo, con entre 80 y 120 cafeterías, discotecas y bares prácticamente exclusivos para miembros de la comunidad LGTBQ, y queer y personas gais por todas partes del mundo. Hoy en el Dorado de entonces hay una tienda orgánica.
En los años 20, hace 100 años, se sitúa la historia iniciada en 1867 con Magnus Hirschelfeld, que había fundado la primera organización de derechos para gais (instituto que llevaba su nombre), él era un visitante cotidiano de el Dorado, como lo era también el nazi Ernst Rohm, jefe de la fuerza SA que junto a la SS se encargó de una parte central del exterminio, quien gracias a su amistad cercana con Hitler fue nombrado y luego asesinado acusado por él mismo de traidor por su homosexualidad.
Los nazis provocaron la peor persecución homofóbica de la historia, se datan más de cien mil acusados, cincuenta mil procesados, entre cinco y quince mil asesinados en campos de concentración y víctimas de los más perversos y crueles tratos, estaban marcados con un triángulo rosa, con ellos hicieron experimentos médicos y muchos fueron castrados. Los nazis querían eliminar la homosexualidad y dar el mayor escarnio contra sus “portadores” afeminadores del régimen.
El nazismo convirtió la destrucción de las mentes, los cuerpos y la diversidad humana en su obra maestra, y la homosexualidad era parte a exterminar. En el dorado era posible que gais, lesbianas y trans, pudieran por primera vez ser autónomos y libres en su identidad y género, pero al tiempo en la sociedad había prensa libre, publicaciones especificas para travestis, espacios de participación y reivindicación de derechos de las mujeres, obreros y trabajadores, se hablaba de sexo abiertamente y se sentía una revolución sexual más completa, la vida parecía indicar que venía algo nuevo. Nadie parecía esperar el poder nazi que llegó, se instaló y acabo todos los sueños de libertad, de dignidad, de autonomía, de afecto e impuso el prototipo del soldado fanático, devoto y enamorado de la guerra y la matanza, siempre dispuesto a ver vertida hasta la última gota de sangre de sus víctimas.
En 1931 los nazis anunciaban que no había vida sin ley, ni ley sin poder, ni poder sin fortaleza, como excusa perfecta para desestabilizar la democracia, provocar enfrentamientos y ejercitar la fuerza contra cualquier manifestante por derechos en las calles. La SA constituía un punto de apoyo central en la toma del control del poder para el establecimiento del imperio, sin judíos, comunistas, discapacitados, enfermos, intelectuales, artistas, gitanos y queers. La ley convirtió en delito penal las relaciones sexuales entre hombres, las prohibió mediante el articulo 175 y a su amparo establecieron “listas rosas” con personas de las que sabían o sospechaban que erán homosexuales.
En 1932 como candidato a presidente Hitler promovió intensificar el terror en las calles, para demostrar la inestabilidad de la democracia, favorecer su elección y posicionar la mano dura de ley y orden, como se presentaba su partido que ofrecía garantizar la seguridad, el orden y la paz como bases para ser fuertes y tener un futuro dorado. Hitler quería conquistar el parlamento para destruirlo desde adentro (así lo hizo) y ya convertido en líder supremo, irrefutable, incuestionable, todo quedó supeditado a la ideología superior que de él emana, y se imponen las ideas de salud e higiene racial, con la que se justifica la barbarie y el genocidio LGTBIQ+. Himler de las SS tuvo la tarea de eliminar la homosexualidad y la orden fue aniquilar a todo enemigo, a cualquier enemigo, a quien pudiera afeminar el Reich. La ola de persecución no tuvo precedentes, vecinos, amigos, conocidos debían hacer denuncias de hombres y mujeres “desviados”, inclusive de mujeres con pantalones de lesbianas.
En 1938 quedó completamente instalado el trípode nazi: una raza, un reino, un furher. Los nazis estaban por todos lados, las llamas, el caos, el miedo eran sus trofeos que excitaban su odio de raza pura, de sangre aria. Después de 1945, cerrada la guerra e iniciados los juicios de lesa humanidad, aún no fue reconocido como injusticia el genocidio contra la comunidad LGTBI y solo hasta 1969 se eliminó de la ley el artículo 175, que justifico el horror contra el grupo especifico.
Todavía en muchos países retumba el eco nazi de la mano de grupos de poder conservadores, de derechas y ultraderechas que promueven estigmatizaciones, persecuciones, leyes de negación de derechos ya ganados y acosos o, instalan barreras (ya no de alambres), si no de papel envueltas en códigos y artículos con origen en el artículo 175. El siglo XXI espera que se remuevan todas las barreras ahí donde existan y que la sociedad toda entienda y práctique con convicciones éticas la lógica de que no hay, no puede existir una sola razón para impedirle a ningún ser humano definir por cuenta propia su identidad, su género, su forma de vivir, o entorpecer su vida con dignidad.
P.D. Que las banderas de colores y arco iris sean también de conciencia, respeto y reconocimiento.