Leer en el parqueadero del San Andresito

Screenshot de Coffee and Cigarettes (2003, Jim Jarmusch).
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Quería escribir sobre literatura y el Pasaje de Vargas en Tunja. Pero, en mi irresponsabilidad con ofrecer la verdad al lector (si la mereciera), debo decir que ya no leo ni escribo en ese sitio. Los últimos años frecuento el parqueadero del San Andresito. Digo esto con el miedo de caer en el cliché de café, cigarrillo y libro.

A dos cuadras de la Plaza de Bolívar, hay un centro comercial llamado San Andresito, con un amplio parqueadero donde hay un café de sillas de durísimo plástico, tambaleantes mesas metálicas, y donde por mil pesos te venden un tinto oscuro, de greca, como antaño, tinto que al primer sorbo sientes que te perfora el esófago. Y se puede fumar.

Allí las tenderas aguantan mi silenciosa presencia durante dos o tres horas, con tres tintos y seis cigarrillos, según me atrape el libro que lleve. Entre algunas de mis recientes lecturas están El libro del desasosiego de Pessoa, Estrella Distante de Bolaño, La muerte feliz de Albert Camus, y novelas de autores boyacenses como Hormigas de cristal de Carlos Castillo Quintero, El filme de Emiro Medina, Me abrazaría a tu recuerdo de Millan Díaz y, El insondable olvido de Giovanny Sánchez.

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Cómo perderse de leer a Bolaño acompañado con música de Juan Gabriel.

Lea en la librería. ¿Hay librerías?

Las hay, las puedo contar con los dedos de una mano. El problema de ir a leer en las librerías de Tunja, es que siempre hacen eventos culturales y están llenas de hípsters y/o adolescentes autoproclamados escritores, que dictan sus propios talleres de escrituras creativas (porque para ser escritor debes dictar tu propio taller de escritura [tan creativos]).

Porque para ser escritor debes dictar tu propio taller de escritura

Y el café suele ser de marca premium o, tipo artesanal, lo que quiere decir, en cualquiera de los dos casos, que el tinto cuesta dos a tres veces más que en el San Andresito, y, los dueños te intimidan con sacarte a escoba porque necesitan tu mesa para el próximo grupo de adolescentes, así que no te aguantan en el sitio con solo pedir un par de tintos.

Leer en esas librerías es imposible y en la mayoría está prohibido fumar.

Y, ¿en el Pasaje de Vargas?

Por décadas, gente involucrada con arte que ha tenido la oportunidad de pasear por el Pasaje de Vargas, lo describe como un sitio donde vagan artistas e intelectuales, lo muestra como sitio icónico de Tunja. Pero la realidad es otra, aquella callejuela atestada de cafeterías, ha sido invadida por amantes del puñal, el bóxer, y la música reguetón.

Yo mismo suelo narrar en mis textos las aventuras por ese pasaje. Voy de cuando en vez por un café y me encuentro con opinadores políticos y tinterillos que saben los chismes más frescos de la iglesia y la alcaldía.

No está prohibido esnifar coca u, oler bóxer o, alcoholizarse hasta vomitar o, amenazar con navaja a los clientes y tenderos, pero fumar sí está rotundamente prohibido

No me adapto a leer en el Pasaje de Vargas porque siempre me encuentro a alguien que desea hablar del hueco de la calle o, de la vida personal de la gestora social. Además, no hay lugar para leer y fumar al tiempo. No está prohibido esnifar coca u oler bóxer o, alcoholizarse hasta vomitar o, amenazar con navaja a los clientes y tenderos, pero fumar sí está rotundamente prohibido.

Y, ¿leer en casa?

En casa leo. Gracias por tu interés. Pero siempre hay una olla en el lavaplatos que grita mi nombre. Y tengo dos hijas pequeñas que destruyen todo a su paso y, antes de que me destruyan a mí, me uno a su devastación apocalíptica. Siguiente pregunta, amigo periodista.

San Andresito: Trinchera contra literatos esnobs

Seguramente ningún escritor se atrevería a lanzar su reciente obra en el café del parqueadero del San Andresito, porque aquel lugar no tiene ese prestigio cultural de economía naranja, el mismo que rodea al cultor mayor de Boyacá el maestro Ricardo Bautista, no venden café expreso, ni biscochos de limón con semillas de chía, ni tampoco cerveza artesanal, jamás se escuchará la música de Coltrane, Mingus, o Ellington. Así que estoy a salvo de ser sorprendido y abordado por un verdadero maestro de artes y letras.

ningún escritor se atrevería a lanzar su reciente obra en el café del parqueadero del San Andresito

En el café del parqueadero del San Andresito, el volumen de la radio es tolerable. Las gentes van a lo propio, un tinto, un cigarrillo, y no miran tu mesa para husmear cuál es tu lectura y por qué no es Mario Mendoza o Laura Restrepo.

Me gusta leer en mi trinchera porque puedo fumar y el tinto es económico.

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