Las Vorágines de Rivera o las Gestiones del Poeta de la Toga Rota

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Por Jhonathan Leonel Sánchez Becerra
Historiador, director de CORPROCULTURA
Detalle de las memorias del Dr. Luis F. Rincón Castro: “Gestiones del “Poeta de la toga rota”, ante el Juzgado del Circuito de Orocué y Tribunal de Santa Rosa y éxito de ellas – memorial en un juicio de inventarios.  Al final fechado en 22 de mayo de 1919.”

Calmadas ya las aguas, luego de las estrepitosas celebraciones por el primer centenario de la publicación de La Vorágine (1924-2024), la novela colombiana del escritor huilense José Eustasio Rivera y luego también, de leer detenidamente la acuciosa investigación de Pedro Manuel Rincón, Pemán-R., que da título a esta columna; Las Vorágines de Rivera (2019), impresa por el Grupo Editorial Ibáñez. Reflexiono en la importancia de la crítica literaria y concuerdo con algunos compañeros como Julio César Medrano, en la falta que hace actualmente ese oficio que más allá de analizar la producción literaria de un autor, pone en evidencia elementos generalmente ignorados que la constituyen.

Componentes endógenos y exógenos como: la personalidad, el carácter, el temperamento o las actitudes del ser humano frente a diferentes situaciones de la vida y su contexto histórico, familiar, social, político y/o económico que conforman el universo en el que se concibe la obra.

La vorágine, según la RAE, significa principalmente:

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1. f. Aglomeración confusa de cosas, sucesos o personas. El centro de la ciudad, en hora punta, se convierte en una vorágine de coches y peatones.

2. f. Pasión desenfrenada o mezcla de sentimientos muy intensos. Su intensa relación con su exnovia le llevó a una vorágine de amor-odio hacia ella.

En ese orden de ideas, es fundamental la información presentada por Pemán-R., para comprender la famosa novela a partir de fuentes primarias provenientes del archivo que aún conserva de su padre, el doctor Luis F. Rincón Castro, Juez del Circuito de Orocué entre 1917 y 1919, ante quien acudió el joven empleado del Ministerio de Gobierno (hoy Ministerio de Relaciones Exteriores), José Eustasio Rivera como abogado litigante en las intrincadas sucesiones de Jacinto Esteves y Ramón Oropeza, dos ricos ganaderos de Casanare, en 1918. Primero en representación del señor José Nieto, depositario de los bienes y después, como apoderado de la señora Josefa Esteves de Oropeza, la contra parte, en los que serían conocidos por la prensa nacional del momento como los pleitos de “Mata de Palma” y “Mata de Vaquero”, trama que Rivera retrata en la primera parte de La Vorágine como “Hato Grande”.

Menciono especialmente el tema de las sucesiones en Casanare, entre otros que aborda Pemán-R., porque lo considero realmente el trasfondo que oculta en su novela el hijo adoptivo de Sogamoso y, a través del cual deduzco que el litigio limítrofe con Venezuela que llevó a José Eustasio Rivera a transitar la Amazonía y conocer de paso el problema de las caucheras que él describe en la segunda y tercera parte del libro fue solo un magnífico marco para su efervescente obsesión de presentarse asimismo a través de Arturo Cova como un héroe producto de la violencia. Cumpliendo cabalmente el postulado de Marcel Proust cuando decía: “El arte recrea la realidad”, frase que alude a la posibilidad de reconstruir a través de la literatura todo aquello que se desvanece o se destruye con el tiempo, como la memoria.  

Subrayo igualmente, algunos elementos entorno a la vida de Rivera que desarrolla magistralmente Pedro Manuel Rincón en su experticia y que pueden servir a los investigadores y por supuesto, también a los lectores desprevenidos para apertrecharse y emprender de nuevo, una apasionante aventura que les permita comprender mejor o reinterpretar la obra considerada un clásico de la literatura colombiana, en toda su dimensión: 

  1. José Eustasio Rivera se doctoró en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia con su trabajo de grado titulado: Liquidación de las Herencias, en 1917. ¿Coincidencia con los pleitos que lo llevaron a prestar sus servicios en Orocué?
  • José Eustasio Rivera llegó a Orocué a ejercer como abogado litigante al mismo tiempo que se desempeñaba como funcionario del Ministerio de Gobierno y cuando se presentó ante el despacho del señor Juez del Circuito doctor Luis F. Rincón Castro, le entregó un par de cartas de recomendación de renombrados personajes de la vida pública colombiana como: los doctores Ignacio R. Piñeros, José Isabel Romero García y Juan de la Cruz Duarte. Cartas e intenciones que el juez juzgó como un intento de tráfico de influencias. ¿Quizá de forma apresurada o equivocada?
  • José Eustasio Rivera al servicio de José Nieto primero y después, como apoderado de Josefa Estévez de Oropeza. ¿Con sus actuaciones configuraba alguna falta de ética profesional?
  • ¿Será “Pepe” Morillo Nieto (El Pipa) de La Vorágine, el hipocorístico de José Nieto, el rico hombre de negocios que contrató inicialmente al abogado Rivera y que este, después de perder la sucesión de “Mata de Palma” lo convirtió en su novela en un pobre ignorante?
  • Al doctor Luis F. Rincón Castro lo sucedió en el cargo de Juez de Orocué el doctor José Isabel Romero amigo de Rivera, quien confesó tiempo después que había sido influenciado para promover anónimos en la prensa con el fin de menoscabar la imagen del juez Rincón. A su turno, el mismo José Isabel fue reemplazado por el doctor Pablo Emilio Escobar Reyes, cuando decidió apartarse del abogado, no sin ser víctima de la violencia siendo arrastrado por las calles del pueblo a manos de una cuadrilla de hombres misteriosos.

Tiempo después, abundaron las denuncias en contra de José Eustasio Rivera y su entrañable amigo Luis Franco Zapata (Franco, el amigo de Cova en La Vorágine), a quienes señalaban de encabezar una cuadrilla y desatar el terror contra todos aquellos interesados en las sucesiones.

En entrevista realizada al doctor José Antonio Reyes, Juez de Orocué entre 1923 y 1924, quien tuvo la oportunidad de enterarse de cerca de los dramas ocurridos en esa población a partir de los procesos judiciales mencionados, este se refirió al asunto:

Personas honorables y de buena posición, refieren acciones del doctor Rivera relacionadas con su actuación en los pleitos de Mata de Palma y otros que desdicen del buen nombre de un profesional (…), es voz pública en Orocué que la presencia del doctor Rivera en dicha ciudad creó un estado de cosas verdaderamente deplorables por sus procederes profesionales y públicos, y que llegó a tal punto la intranquilidad por sus manejos, que en 1918 el Ministerio de Gobierno se vio precisado a enviar un representante suyo a Orocué para investigar la situación, cosa que no pudo llevar a cabo si no imperfectamente porque hasta el visitador mismo fue encarcelado por quienes apoyaban a Rivera.”  (Eduardo Neale-Silva, reproduce el reportaje al Juez Reyes en La República, 1924. En su biografía Horizonte Humano: Vida de José Eustasio Rivera, 1960).

Ese otro representante, funcionario del Ministerio de Gobierno enviado a Orocué fue Daniel Hernández, con el que Rivera completó en su novela el nombre del juez José Isabel Rincón Hernández, personaje sobre el que el abogado-poeta desahogó toda la frustración acumulada en los pleitos perdidos en la vida real como una especie de venganza personal contra quienes no secundaron sus intereses y que abarcó fuera de la novela, el círculo social, especialmente del doctor Luis F. Rincón Castro. Así narró Rivera en su obra el encuentro con el juez:

Mientras Correa remudaba los bagajes, llegaron los sujetos desconocidos, saludándonos a grandes voces:

-¡Favor a la justicia, que anda extraviada!

-Ora y siempre – respondió el mulato ingenuo.

-Muéstrennos el camino de Hato Grande.

¡Este dotor es juez de Orocué, y yo su secretario interino, por añadidura, baquiano!

Al oírlo, le averigüé si ese funcionario era el que firmaba José Isabel Rincón Hernández; e hice esta pregunta porque del tal yo sabía que de peoncejo de carretera ascendió a músico de banda municipal y luego a juez de circuito de Casanare, donde sus abusos lo hacían célebre.

-¡Sí! – respondió el emparaguado -. Yo soy el doctor y este que les hablaba es un simple escribiente.

El tísico rostro del señor juez era bilioso como sus espejuelos de celuloide y repulsivo como sus dientes llenos de sarro. Simiescamente risible, apoyaba en el hombro el quitasol para enjugarse el pescuezo con una toalla, maldiciendo los deberes de la justicia que le imponía tantos sacrificios, como el de viajar mal montado por tierras de salvajes, en inevitable comercio con gentes ignorantes y mal nacidas, dándose al riesgo de los indios y de las fieras.” (Rivera, José Eustasio, La Vorágine, Editorial Planeta, 2012, págs. 106 y 107).  

Pemán-R., destaca, en la investigación que le tomó más de cincuenta años y a propósito de la interpretación estructural que hace el crítico Ernesto Porras Collantes:

Acaso sin proponérselo termina por encontrar en el protagonista y sus aventuras, la conversión lineal del malo en bueno muy a tono con el bien y el mal del ideal cristiano, que permitiría absolver social, histórica y religiosamente al personaje protagonista, no obstante su naturaleza violenta y su moral cegada por las pasiones primitivas.” (Rincón, Pedro Manuel, Las Vorágines de Rivera, UNIEDICIONES, 2019, pág. 219).

Finalmente, podría terminar por exceder el propósito de este breve texto presentando un sin número de ejemplos, aun así considero que es nuestro deber mantener la mente abierta al conocimiento y rechazar el fanatismo que nubla la razón. Del mismo modo, es mi deseo terminar este artículo en punta y repito, como una invitación abierta a todos los lectores a ensayar la crítica literaria y leer entre líneas porque como aprendí de la doctora Alejandra González Leyva: “Lo que ves a primera vista, no es”. Y quiero asimismo, resaltar que cualquier reflexión en torno a La Vorágine de José Eustasio Rivera, no estaría completa sin tener en cuenta Las Vorágines de Rivera de Pedro Manuel Rincón.

Algunos anexos:

Tesis Liquidación de las Herencias: “A mi muy querido amigo y colega Dr. Luis F. Rincón, con el cariño sincero de su devoto, Orocué, mayo 16 de 1918. José Eustasio Rivera”. 
Ministerio de Gobierno, Secretario Privado: Carta de recomendación del abogado y Oficial Mayor del Ministerio Dr. José Eustasio Rivera, firmada por Juan de la Cruz Duarte con destino al Dr. Luis F. Rincón.
Justa Rectificación: publicada en la Imprenta de Santa Rosa de Viterbo, Boyacá, luego de los anónimos que circularon en contra del Dr. Luis F. Rincón Castro, firmada por Joaquín Eslava, fechada el 14 de septiembre de 1933. 
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