Por | Edilberto Rodríguez Araújo- Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC
El mes de abril ha significado en los últimos tres años el punto de quiebre de la economía colombiana. En 2020 se registró la más drástica caída, resultante de la pandemia, que contrasta con lo ocurrido en 2021 cuando el efecto rebote de la recuperación de la economía llevó al pico máximo; un año después, en 2022, la trayectoria de la economía sigue recorriendo una pendiente declinante, tal como lo revela el Indicador de Seguimiento a la Economía (ISE), que en febrero pasado mostró un crecimiento cercano al 8 por ciento. Se observa que el desempeño de la economía va acompañado de una tendencia similar de los indicadores sociales, y su tamizaje es el mercado laboral.
Evolución de algunos indicadores sociales
En 2020 la pandemia arrastró al mercado de trabajo a un declive, significando 2,1 millones de puestos de trabajos destruidos por el estancamiento de su tejido económico, además de 1,2 millones de desempleados más. En el caso de Boyacá, las pérdidas de empleo fueron de 76.000 asalariados, mientras que 12.000 fueron expulsados de sus ocupaciones. El año pasado, con el rebote de la economía, el mercado laboral evidenció una moderada mejoría, sin embargo, no restableció los niveles prepandémicos: se recuperaron 1,3 millones de empleos y se atenuó en 381.000 la menguada fuerza laboral, siendo aún insuficiente. En Boyacá, estos guarismos fueron de 7.000 puestos de trabajos recuperados, cifra distante de las plazas perdidas en 2020.
Evolución de algunos indicadores sociales
Es paradójico, que, pese a la lenta reactivación económica e indicios de mayor generación de empleo colateral, la percepción de pobreza no hubiese mejorado, sino, por el contrario, se haya desplomado. En efecto, según la Encuesta Nacional de Calidad de Vida, entre 2019-2021 la percepción del jefe de hogar o cónyuge de catalogarse como pobre aumentó dramáticamente el año pasado en más de ocho puntos en Colombia alcanzando el 46,7 por ciento, que equivale a 1,7 millones más de familias empobrecidas, particularmente en los centros urbanos, que representan alrededor del 65 por ciento de los hogares encuestados, aunque el malestar subjetivo prevalezca en el campo superando el 70 por ciento.
Un caso paradójico se registró en Boyacá, pues contrario a lo esperado por la conexión con el comportamiento del mercado laboral, la percepción de pobreza disminuyó en 2020, para dispararse en once puntos el año pasado, situándose en el poco honroso décimo lugar (45,3 por ciento) y reportando 52.000 hogares como pobres. Esta situación paradójica parecería estar desvirtuando la aparente relación directa entre desempleo y percepción de pobreza, e inversa con el empleo.
POSDATA: en el marco de la 34ª. versión de la FILBO en Bogotá se presentarán dos libros de mi coautoría: Las finanzas públicas territoriales en Colombia y Tendencias y factores determinantes de la competitividad departamental en Colombia.