En medio de la profunda fragmentación política y social actual, las aportaciones de Claudia Goldin ganadora del Premio Nobel de Economía 2023, llegan para poner fin al prolongado debate en torno a los factores causantes de la brecha de género.
Su planteamiento es sencillo: la razón principal por el cual las mujeres perciben en promedio salarios laborales más bajos que los hombres, en nada tiene nada que ver con factores de discriminación como lo recalca el feminismo, es el reflejo de una causa más profunda: el costo de la elección al que se enfrentan las mujeres cuando optan por jornadas laborales flexibles en un intento por conciliar su vida familiar con el trabajo.
Para Goldin, la participación de la mujer en el mercado laboral ha sido uno los cambios más sorprendentes de la historia económica reciente. En su artículo «The Quiet Revolution That Transformed Women’s…» establece las cuatro fases que desde comienzos del siglo XX, fueron definiendo la exitosa inserción de la mujer en el ámbito laboral estadounidense.
De acuerdo con la autora, la inserción fue progresiva, moldeada profundamente por los cambios sociales y económicos de cada época. Así, en la primera fase que se produjo desde finales del siglo XIX hasta 1920, la participación de la mujer en el mercado laboral fue relativamente baja, por ser una época especialmente industrializada donde el prejuicio social ligado al trabajo mecánico, pesado y riesgoso, evitaba que la mujer ejerciera. De esta manera, notables incrementos salariales poco podía hacer por incentivar a las mujeres al trabajo.
En la segunda fase de 1930 a 1950, la transición hacia una economía de servicios, produjo una notable demanda de mujeres en empleos administrativos de oficina, pasando de una tasa de ocupación del 24% en 1900 al 52% en 1930. Esta importante transformación del mercado laboral, estuvo acompañado por cambios en el ámbito político mediante la abolición de las leyes estatales que prohibían la contratación de mujeres casadas. Punto para las mujeres.
En la tercera fase, que tuvo lugar a partir de 1950 hasta 1970, el número de mujeres con educación superior aumentó progresivamente y, elementos como la aparición de la píldora anticonceptiva, le permiten posponer la etapa de embarazo y crianza para completar la educación profesional.
Finalmente, en la cuarta fase, de los años 1970 hasta el presente, Goldin concluye que se da una expansión rápida de la participación laboral femenina en el mercado laboral, causando una importante reducción de la brecha salarial.
En línea con la investigación de la autora, desde la década de los 70´s, la mujer ha adquirido una creciente independencia económica como resultado de su vinculación al trabajo. El avance ha sido tan particularmente fenomenal, que la inmensa mayoría de mujeres puede decir con seguridad hoy en día que “factura” en promedio salarios significativamente superiores a los que percibían sus abuelas. Las mujeres son más educadas en determinadas disciplinas que los hombres y ganan en promedio lo mismo después de graduarse de carreras administrativas.
Pese a lo anterior, ¿Cómo es qué todavía persiste la desigualdad salarial? Ojo con esto. Las decisiones de maternidad y cuidado del hogar generan interrupciones en el desarrollo profesional de las mujeres. Las mismas mujeres optan por jornadas flexibles a tiempo parcial para disponer de un mayor tiempo dedicado a la familia, lo cual conduce a una caída de la productividad laboral femenina, es decir, la capacidad de producir más bienes y servicios por hora trabajada se ve notablemente reducida, generando como resultado, salarios promedio reales menores en relación a los hombres.
En pocas palabras, las mujeres trabajan menos horas que los hombres, por eso es razonable pensar que la remuneración es menor cuando se analiza la brecha de género por hora laboral. Lo anterior sería la explicación a la existencia actual de la desigualdad de salarios.
No existe una conspiración universal para pagar menores salarios a las mujeres por ser mujeres, este argumento propio del fanatismo ciego e irracional del movimiento feminizante, hipervictimiza a las mujeres atribuyendo como origen de sus problemas, causas poco profundas y anticientíficas que fomentan la intolerancia y la división social.
A decir verdad, hombres y mujeres continuamente se enfrentan a decisiones de costo- beneficio entre la maximización de los rendimientos laborales y la maximización de la vida familiar. Si una mujer opta por alcanzar una mayor remuneración, solo lo podrá hacer sacrificando tiempo en familia. Por otro lado, si prefiere oportunidades de promoción profesional, el costo de la elección será renunciar a un menor tiempo en el hogar. No obstante, Goldin termina mencionando que las mujeres pueden ganar más si los hombres están dispuestos a asumir mayores responsabilidades domésticas.
De cualquier forma, el Premio a la consagrada catedrática de la Universidad de Harvard es más que meritorio.