Boyacá contribuye con el 2,6 por ciento de la economía nacional y representa otro tanto en la población colombiana. El año pasado el Producto Interno Bruto (PIB) por habitante se situaba en 7.105 dólares superando el promedio nacional (6.649 dólares).
El grado de inserción en la economía internacional es muy marginal, comoquiera que las ventas externas, apenas bordean el 1,0 por ciento del total nacional, lo que obedece a su estrecha canasta de bienes exportables, concentrada de manera abrumadora (99,0 por ciento) en exportaciones minero-energéticas (esmeraldas y carbón coque); Brasil es su principal socio comercial. Esta orientación quizás responde a una estructura económica volcada hacia las actividades de servicios (59 por ciento, aproximadamente), que sin embargo, se distancia un poco de la creciente terciarización de la economía colombiana, en el que este sector absorbe el 68,5 por ciento de su entramado productivo.
El comportamiento económico del departamento ha sido errático durante las últimas dos décadas, mostrando un ritmo inferior al de la economía nacional, lo que fue más pronunciado en 2020, el año más crítico de la pandemia.
La mejoría en su desempeño no ha traído consigo efectos concomitantes en los indicadores sociales, es decir, los aumentos en la producción de bienes y servicios, no siempre, se ha traducido en una sostenida generación de empleo e ingresos de la población. Como se puede observar en el siguiente cuadro, a lo largo de las últimas dos décadas, el periodo que mayor repunte registró la economía departamental fue durante la administración del gobernador José Rozo, mientras que el mayor descenso fue en la de Carlos Amaya, un poco por debajo del inestable gobierno de Miguel Ángel Bermúdez.
De otra parte, como se anotó atrás, la economía departamental ha tendido a especializarse en actividades terciarias, a pesar del fuerte anclaje de los sectores agro-extractivos y una industria manufacturera liderada por empresas productoras de insumos sidero-metalmecánicos, bebidas y productos lácteos.
Durante las últimas dos décadas, los sectores cuya relevancia en la economía nacional es más notoria son la generación de energía térmica, construcción, minería y agricultura, pese a que otras actividades como el comercio y la administración pública han retraído su aporte al valor agregado nacional. Coincide lo anterior, con el hecho de que las actividades económicas más dinámicas en el periodo 2001-2022, son las extractivas y la constructora.
De acuerdo con las cifras disponibles sobre el mercado del trabajo regional, el repunte en el empleo observado en el periodo 2012-2015, que fue acompañado por una caída en el ritmo del desempleo, en los periodos subsiguientes la dinámica de creación de oportunidades laborales se ha contraído y una mayor proporción de boyacenses han perdido sus puestos de trabajo.
De otro lado, la evolución de los principales indicadores del mercado laboral de Boyacá en los últimos diez años, muestra que, luego de una mejoría sostenida en el ritmo de generación de empleo esta tendencia se revirtió en 2016, manteniendo un nivel inalterable hasta 2019, para ser afectado dramáticamente por la pandemia en 2020 y recuperarse en los últimos dos años. Si durante el intervalo 2012-2015, se crearon 58.000 empleos, en el periodo siguiente (2016-2019), se perdieron 22.000 plazas. Paradójicamente en los últimos tres años, el moderado crecimiento observado contribuyó a la generación de 73.000 puestos de trabajo. Simultáneamente, en el primer periodo la desocupación se comprimió, mientras que en el segundo se elevó y en el último adquirió visos preocupantes, al excluirse a 14.000 boyacenses del mercado del trabajo, quizás afectados por la aparición y propagación de la pandemia en 2020. El subempleo siguió una trayectoria similar en los tres periodos considerados, solo que el año pasado registró un rebrote de 23.000 personas que manifestaron su inconformidad con las condiciones de los empleos que tenían, ya sea por la remuneración percibida, la cualificación laboral o la duración de sus jornadas de trabajo.
Por último, en los dos años iniciales del primer periodo (2012-2015) la pobreza se trepó para caer en los dos siguientes años e iniciar un descenso que se detuvo en 2019 y acentuarse en 2020. La pandemia lanzó a 75.000 boyacenses a una mayor penuria en términos de acceso a una canasta básica de bienes y servicios. En el periodo de postpandemia, 18.000 personas en el departamento, pudieron salir de la trampa de la pobreza.