Las Ciencias Sociales ante el asedio de la superficialidad

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Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez

En un mundo hiperconectado, donde la información circula a velocidades vertiginosas y las opiniones se reducen a titulares efímeros, Tik Tok, memes, frases cortas e inconexas, titulares sin relación con contenidos, mapas incompletos, fakes news y tergiversadores de oficio, las ciencias sociales son una brújula que orienta y lleva a comprender de manera crítica lo que ocurre, frente a la trivialización del análisis. La sobreabundancia de datos y su culto a la inmediatez, favorece interpretaciones simplistas de fenómenos complejos, desde crisis migratorias, hasta conflictos geopolíticos. Ante este panorama, las disciplinas sociales -sociología, antropología, economía política, psicología social, entre otras- ofrecen herramientas para desentrañar las múltiples capas de la realidad, desafiar las narrativas dominantes, promover una comprensión profunda y contextualizada y encargarse del pensamiento crítico en un entorno que privilegia la rapidez sobre la reflexión y las mercancías sobre la vida.

       La superficialidad en el análisis no es un fenómeno nuevo, pero se ha exacerbado con las plataformas digitales, redes sociales, algoritmos, boots y medios tradicionales que reproducen mitos, prejuicios y anécdotas para captar la atención de audiencias fragmentadas de consumidores lo que deriva en simplificaciones peligrosas, que provocan retrocesos. Por ejemplo, conflictos como la guerra en Ucrania son reducidos a choques entre “buenos y malos”, ignorando décadas de tensiones históricas, intereses económicos y dinámicas culturales; del genocidio del estado sionista de Israel contra el pueblo Palestino se vende la idea de una guerra que confunde resistencia con terrorismo y; de Colombia las mismas élites responsables de la tragedia de 200 años de hegemonía y sus incontables secuelas, dejan la idea de que todo mal es nuevo y la culpa es del gobierno popular y el presidente.

      Este reduccionismo empobrece el debate público y alimenta polarizaciones y soluciones miopes que impiden tratar todo fenómeno humano como resultado de una red interdependiente de factores estructurales, simbólicos y subjetivos, que deben ser tratados integrando perspectivas diversas, con enfoques interdisciplinarios que examinen el legado del colonialismo, las desigualdades económicas, el ejercicio del poder, no para complicar la realidad, sí no para evitar diagnósticos erróneos que perpetúen problemas e impidan revelar los intereses particulares en detrimento de lo común. Las ciencias sociales enriquecen el debate y evidencian el conocimiento ligado a relaciones de poder.

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      Frente a la proliferación de “opinólogos”, de reducido criterio ético y baja formación específica que asaltan la realidad desde los medios privados (CNN, FOX, Caracol, RCN, SEMANA, EL Tiempo, El espectador, El colombiano, RED+, El Heraldo, FM, W), las ciencias sociales defienden el rigor metodológico y hacen estudios no basados en anécdotas y simples datos de encuestas producidas por empresas privadas, sino que acuden a bases de datos, libros, entrevistas en profundidad, marcos teóricos validados, con un enfoque sistemático que identifica patrones y causalidades que escapan al sentido común, además promueven la autocrítica a diferencia de los análisis superficiales, que suelen ser categóricos, no reconocen sus limitaciones, ni revisan sus postulados ante nueva evidencia.

     Ante la obsesión con las métricas y los ranking (tasas, cifras, índices sin historia, ni memoria), las ciencias sociales recuerdan que detrás de cada número hay experiencias humanas. La filosofía política cuestiona qué valores orientan las políticas públicas; la psicología social explora cómo el discurso de odio afecta a la sociedad; la geografía humana muestra cómo el espacio refleja exclusiones. Esta capacidad para conectar lo macro con lo micro y hallar la sistematicidad, es vital para fomentar empatía y políticas más justas, pero queda por superar el academicismo hermético y el lenguaje suerespecializado, que tienden a alejar a parte de la sociedad de sus hallazgos. Es urgente que los/las científicos/as sociales adopten estrategias de divulgación accesibles -podcasts, columnas en medios masivos, colaboraciones con artistas- sin sacrificar el rigor y aprovechar tecnologías para complementar los métodos tradicionales, siempre críticos ante los sesgos algorítmicos.

     El momento histórico del país marcado por narrativas de odio, con sesgos diseñados para polarizar e infundir temor y confusión con fines electorales, hace que las ciencias sociales sean más necesarias que nunca, como un puente entre el conocimiento especializado y la ciudadanía afectada por los realitys show, la prensa amarillista y elitista de los grupos de poder, la voz replicante de la ignorancia de congresistas con mínima escolarización y exacerbado lenguaje vulgar, presidentes de gremios de estrecha militancia ultraderechista, periodistas que fabrican matrices de engaño y confusión, exaltación de relatos de impunidad y desprecio por lo popular que revictimizan a las victimas y altisonancia mediática del irrespeto a toda ética y sentido común de la vergüenza. El verdadero poder de las ciencias sociales reside en enseñar a pensar de manera crítica, a hacer preguntas incómodas y a resistirse a las respuestas fáciles, como antídoto contra la posverdad y recordatorio de que comprender el mundo es el primer paso para transformarlo.

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