Pareciera que el Gobierno no necesita que en el campo existan pequeños productores, sino que hayan grandes deudores que de acá a cinco años sean obligados a dejarle la tierra a los bancos.
Hoy, mientras están embolatados 400 mil millones de pesos recaudados durante los últimos años para proyectos ambientales y Parques Nacionales; mientras MinAgricultura y el Banco Agrario anuncian (tres meses después de iniciada la pandemia) beneficios a pequeños y medianos productores, dándoles créditos (si los dan) con tasas mucho más altas que a cualquier amigo de los grandes créditos; mientras productores de cebolla de Aquitania denuncian que en Corabastos que hay pérdidas de 46 carros de cebolla; ahora, el turno es para la ADR, que dice que lanzará una novedosísima herramienta para convertir al pobre campesino en un gran, rico y empoderado empresario.
«El mundo hoy ve oportunidades en el sector agro y la ADR sigue lista para enfrentar el reto», dice la directora de la Agencia de Desarrollo Rural, Claudia Ortíz, en su reciente columna para La República, y que titula convenientemente: «¡A transformar el campo!». Porque el campo hay que transformarlo, y, por qué no, encajarle también la palabra de moda para los negocios en pandemia: Reinventarlo. Así como se reinventaron los requisitos para «cuadrar» el nombramiento de Ortíz en la Agencia, tema que fue controversia, y hoy, parece haber quedado en el olvido.
La Agencia de Desarrollo Rural – ADR, dice en comunicado que quiere convertir a los pequeños y medianos productores del campo en «verdaderos empresarios del agro». Para esto dará «una herramienta Metodológica Integral de Asociatividad-MIA (¿mía o tuya?), con la cual impulsará los esquemas asociativos», eso sí, todo para el desarrollo rural.
«MIA es una estrategia de desarrollo agropecuario para fomentar, crear y formalizar nuevos grupos asociativos y fortalecer las organizaciones beneficiarias de Proyectos Integrales de Desarrollo Agropecuario y Rural«.
‘Ser competente’, el lema del capital. Productores competentes para una nación competente. «Para que sean más competitivos y lleven adelante sus iniciativas de manera profesional y sostenible», grosso modo, se lee bien; pero la verdad es que, los no competentes (los que no encuentran semillas, los que pierden productos por culpa de medidas improvisadas del ICA, los que el banco los tiene a punto de rematar, los que pierden sus ventas por culpa de los «Reinventados» negocios de importaciones, a los que nadie vigila en medio de la inseguridad) pierden cultivos, pierden dinero, pierden la vida.
No somos concientes del sacrificio del trabajo del campo, no construimos, sino que destruimos a largo plazo; las políticas públicas y las medidas tomadas realmente no contribuyen al desarrollo y menos restituyen los valores y derechos civiles de nuestros pueblos. Son pañitos de analgésicos para soportar el doluente futuro.