Cuando la primera fase está cerca de terminar, son pocas las conclusiones que se pueden sacar de Rusia 2018. Aún no se ve un gran candidato, ni una figura rutilante. Ha sido una copa de pocos goles pero muchas emociones, y eso se ha visto reflejado en el llanto generalizado en todas las canchas.
Lágrimas ha habido por montones en los estadios de Rusia. Las hubo por parte de los panameños cuando Felipe Baloy anotó el primer gol de su selección en una Copa del Mundo. Para Panamá no importó que un rodillo le hubiera pasado por encima, la emoción desatada por Baloy lo pudo todo.
También lloraron los iraníes por quedar a nada de hacer historia. Dieron pelea en un grupo en el que nadie daba nada por ellos y por varios minutos estuvieron clasificando a la siguiente fase.
El llanto también invadió a los peruanos, que volvieron a una Copa del Mundo luego de 34 años de ausencia y tuvieron que despedirse prematuramente. Una espera que a pesar de todo valió la pena
En Colombia también hubo llanto al ver a Radamel Falcao García conseguir su primer gol en un Mundial; desató un delirio nacional al verlo cumplir un sueño, y más que eso, dando una lección de vida y superación.
O el llanto que se apoderará de los argentinos si este martes repiten la historia de Corea y Japón 2002. Sin duda, ver a Lionel Messi terminar abatido su historia en las Copas del Mundo será devastador para muchos en el planeta.
E incluso el llanto de Neymar, que ha sido fingido.