Por | Vicente Ramírez Garzón.
Los niños y los locos, por regla general, dicen la verdad; por eso Putin que es un señor y está cuerdo, no iba a decirla; además es avezado en los agites, secretos y acciones que definen la vida de los estados, ayer como agente secreto de la Unión Soviética, luego como director de inteligencia de Rusia, y hoy como presidente de una potencia: la Federación Rusa. Por eso no era de esperar que dijera la verdad, todo lo contrario, y así fue: negó su participación como Jefe de Estado en la interferencia de los computadores de la campaña del Partido Demócrata, gracias a la cual, en parte y solo en parte, Trump ganó las elecciones que lo tienen en el poder.
Y muy al contrario el “Prez Trump”, que es bien tirado a niño y a loco, sí dijo una gran verdad, inconcebible e insultante para las élites americanas: “las tensas relaciones entre Washington y Moscú se deben a años de estupidez por parte de Estados Unidos”. Verdad que le permitió a Putin ripostar, como un emperador, que la investigación sobre intervención rusa en las elecciones americanas está dentro de “los juegos políticos internos de Estados Unidos”.
Y es fácil demostrar que lo dicho por Trump constituye una verdad incontestable si se mira algo de la historia de las relaciones ruso-americanas; es suficiente con leer el trabajo del periodista John Reed, ‘Diez días que estremecieron al mundo’, donde da cuenta de la mentalidad del pueblo ruso y en especial de los soviets; ahí se puede corroborar la estupidez americana a la que alude el “Prez”; que no es otra que considerar a los rusos como ignorantes, pretendiendo desconocer que ese pueblo ha tenido como líderes a los más inteligentes de sus conciudadanos, por demás forjados en grandes gestas de la humanidad como la revolución de octubre, y la defensa heroica de las libertades durante la segunda guerra mundial.
Cómo iba a negar la verdad el “Prez” Trump cuando hoy, ante los ojos del mundo entero, aparece una Rusia moderna, organizada, con una infraestructura y un acumulado científico y tecnológico que occidente siempre ha pretendido desconocer. Y con una sociedad que a partir de ahora, sintiéndose admirada por el mundo entero exigirá más libertades, más justicia, más participación y en general unas condiciones de vida más avanzadas y acordes con los valores del presente siglo, que serán siempre los que Rusia ha defendido desde hace un siglo y nueve meses.
Pero la verdad de Trump es aún más sorprendente; él afirma que confía en sus agencias de inteligencia, pero que le cree a Putin, es algo que el americano corriente e inclusive el ex director de la CIA, John Brennan, están considerando como una traición – treason- a la Unión Americana, como un “comentario estúpido”. Pero una ligera mirada a la historia de ese gran país -por ejemplo leyendo a Alexis de Tocqueville sobre La Democracia en América-, y al considerar los engaños más recientes de esa “inteligencia” sobre las armas nucleares de Saddam Hussein, y las criminales amenazas a Venezuela, o los truculentos indictments contra colombianos, permiten confirmar lo dicho por Trump: es mejor creerle a Putin, no a las agencias americanas.
Tanta mentira, tanta infamia y tanta barbarie, por una de esas paradojas de la historia, hoy es develada al mundo por el mismísimo “Prez” de Estados Unidos.
Desde luego esa confidencia, esa verdad revelada al mundo desde Helsinki no es la consecuencia de un acto de sinceridad del “Prez” Trump, sino resultado de su incompetencia en los asuntos públicos internacionales, de su desconocimiento de los puntos claves de la dinámica del imperio más poderoso que la humanidad ha conocido, pues él solo es un arriesgado y eficiente negociante de sus personales intereses y los de un selecto grupo de magnates americanos y de diversas nacionalidades, diversidad que para muchos resulta de gran complicación al momento del análisis, por falta de información segura al respecto, dada la existencia de los paraísos fiscales y la descontrolada deuda americana.
Claro, pese a haber dicho la verdad, la performance del Prez, como lo reconocen y sufren los legisladores de Capitol Hill, fue desastrosa, humillante; hasta ahí llegó la gran actuación del “showman” de la televisión; hasta ahí llegó el cuento del Aprendiz, el programa que dirigía Trump.
Demócratas y republicanos se rasgan las vestiduras ante el fracaso de su Presidente frente a un lobo siberiano seguro de sí mismo, concentrado y expectante, atento y de mirada penetrante; un auténtico jefe de estado, con todas sus trapisondas y conjuras contra los periodistas independientes y opositores legítimos; pero al final el respetable y audaz símbolo de una potencia construida sobre las ruinas de la monarquía Zarista.
Legisladores como John McCain que lo califican de criminal, y a la Federación Rusa de “estado bandido”, dicen hoy de Trump: “Ningún presidente se ha humillado tan abyectamente ante un tirano”, y afirman que “no hay equivalencia moral entre Rusia y USA”; de todas maneras esos legisladores han recibido el balón mundialista que Putin les regaló.
Que ahora el “Prez” Trump haga confusas rectificaciones solo convalida el hecho imborrable de que la verdad mundial salió a la cara en Helsinki.
¡Cuántos insultos e improperios contra ciudadanos de Estados Unidos, de América Latina y del mundo, y cuantas insolencias contra naciones y jefes de estado, quedaron destrozadas en esa rueda de prensa Rusia/Usa! Según McCain, gracias a “una de las actuaciones más vergonzosas de la historia por un presidente de United States of America”.