Por | Edilberto Rodríguez Araújo– Profesor de la Escuela de Economía de la UPTC
Comienza la cuenta regresiva para que antes del 15 de diciembre la comisión permanente de concertación de políticas salariales y laborales, instancia tripartita creada por la Ley 278 de 1996, fije el nuevo salario mínimo. En la puja por la fijación del salario mínimo para 2018, en la que el gobierno funge como árbitro entre empleadores y trabajadores, ya se han destapado las primeras cartas.
Como ha sido usual, las centrales obreras, particularmente la CGT y la CUT, han puesto sobre la mesa sus apuestas que fluctúan entre 9-12%, mientras que centros de investigación cercanos al gobierno como Fedesarrollo y ANIF han hecho un estimativo de 4,4-4,5%.
Tal como lo dispone la normatividad, los factores determinantes en la definición del nuevo salario mínimo son la variación del Índice de Precios al Consumidor (IPC), el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), la participación de los salarios en el ingreso nacional y la productividad. Aparentemente, la fórmula no tendría mayores reparos, si en la ecuación la productividad laboral no fuese la mayor incógnita a despejar.
Como se puede apreciar en el siguiente cuadro, la productividad medida, tanto a pesos corrientes como constantes, ha seguido una trayectoria ondulante, pero con un moderado repunte, situándose en $20 millones en 2016. Esta apreciación desvirtúa una afirmación canónica de los gremios empresariales que la productividad ha sido nula o ha permanecido estancada.
De otra parte, al analizarse el desempeño de cada una de las variables, lo primero que se observa es el diferencial interanual entre el IPC y el salario mínimo, que podría atribuirse a los factores que inciden en su determinación. Pareciera que en el cálculo que hace la comisión de concertación solo se tuviera en cuenta una menguante productividad laboral que, como lo sostienen, una y otra vez, las agremiaciones patronales y los centros de investigación que las secundan es inferior a 1%.
Al examinarse las cifras de productividad, se evidencia que, exceptuando tres años(2003, 2009 y 2010) cuando fue negativa, en los años restantes, la productividad del trabajo ha sido positiva, alcanzando el máximo pico en 2006 (7,1%). Los bajonazos en los años mencionados, quizá podría explicarse por el aumento del empleo en la economía colombiana. Hay que subrayar que Colombia se sitúa en uno de los niveles más bajos de salario mínimo en el contexto latinoamericano, por debajo de Ecuador, Perú, Bolivia, Brasil, Chile, Argentina y Uruguay, entre otros países.
Recientemente, dos investigadores del Banco de la República propusieron la adopción de un salario mínimo diferencial para las 23 principales ciudades colombianas, acorde con la productividad de estas, aduciendo que la rigidez del salario mínimo ha llevado a un mayor desempleo e informalidad.
Así las cosas, anticipando un modesto crecimiento menor a 2% y una inflación cercana al 4,5% lo esperable es, suponiendo una productividad de 1%, pensar en un reajuste en el salario mínimo para 2018 que debe estar en el rango de 6- 7%.