El encuentro de paz de occidente la semana pasada, que congregó a 11 párrocos de los 15 municipios de occidente, a seis alcaldes, al obispo de Chiquinquirá, Luis Felipe Sánchez Aponte, a delegados de las demás alcaldías de la región, empresarios de las esmeraldas, representantes de la sociedad civil, y la presencia de la Consejería de Diálogo Social y Paz de la Gobernación de Boyacá, se convirtió en uno de los mejores termómetros del compromiso de convivencia pacífica de la región, que sigue siendo uno de los ejemplos más valiosos para el país, pero menos visto y valorado por el gobierno nacional en las actuales circunstancias de consolidación del posconflicto, a partir de la firma de los acuerdos de la Habana.
La reunión, tuvo como objetivo, proponer nuevos tópicos para poder continuar la construcción de lo que ya hace 25 años se denominó la Paz de Occidente, ahora con más argumentos producto de la experiencia de estos largos años y el liderazgo la iglesia desde sus prácticas comunitarias, con una más reciente generación de sacerdotes que contemplan visiones de futuro distintas a los recuerdos traumáticos del conflicto vivido y las secuelas que hasta ahora se han sentido.
El ejercicio del encuentro, llevado a cabo en la sede diocesana de Chiquinquirá, abordó el análisis para redimensionar y mostrar, en las actuales negociaciones de paz del gobierno con la insurgencia, lo que ha sido el ejemplo del proceso de reconciliación y afianzamiento de la paz que allí ha sucedido con la reconstrucción del tejido social y la convivencia cada vez más confiada y desprevenida del conjunto de la población, y la paulatina desaparición de los factores que propiciaron la presencia de los actores armados y su consecuente enfrentamiento, lo que ha llevado hoy a una relativa tranquilidad en esta provincia del departamento.
La iniciativa cuenta con un interés muy particular, que es demostrarle al gobierno nacional que en los actuales diálogos que se adelantan con el Ejército de Liberación Nacional, las provincias y departamentos como Boyacá, no se les puede negar su condición de ser territorios afectados por la confrontación armada. Si bien es cierto, Boyacá es un departamento en el que la mayor parte de su territorio goza de una relativa tranquilidad, hay regiones donde han operado, la insurgencia armada y grupos paramilitares, siendo necesario que en los actuales diálogos se abran espacios de participación para responder a la inquietud de cuál es la paz que queremos los boyacenses.
Tanto, alcaldes, como representantes de la iglesia y la sociedad presentes en este encuentro, ven en los diálogos con el ELN una posibilidad para hablar del reconocimiento de los efectos que ha dejado el conflicto en el departamento de Boyacá con víctimas, pérdida de tierras y desplazamientos forzados, entre otros efectos a los que no ha sido ajeno el territorio, donde es necesario hablar de restitución, reparación y no repetición, también para Boyacá. Y en el actual debate de reconfiguración de la vocación ambiental del territorio, hablar también, de nuevas alternativas de desarrollo rural con enfoque y a escala local y humana, así se puede aterrizar el discurso de paz en Boyacá como sinónimo de inclusión y bienestar.
Sobre esta convicción, especialmente monseñor Luis Felipe y el párroco Juan Pablo Romero, uno de los más comprometidos en este nuevo proceso de búsqueda de los acercamientos, plantearon la urgencia de hacer visible la justa reclamación al gobierno nacional para que este departamento sea tenido en cuenta e incluido en los diferentes planes y programas de ayuda, producto del posconflicto y de los futuros nuevos acuerdos en la inevitable negociación con el ELN.
Los presentes en la reunión de Chiquinquirá, que han trabajado muy de la mano de sus comunidades, decidieron no cejar la tarea de convertir la provincia del Occidente en todo un ejemplo, para el resto del país, del ejercicio que allí se ha hecho en los últimos cinco lustros para transmitir y consolidar valores muy importantes en torno a lo que son los proyectos comunitarios que cambian de forma radical la cultura tradicional del asilamiento y las economías ilegales. En esto también coincide una generación nueva de políticos y líderes, hijos de esmeralderos, como es el caso del alcalde de Maripí, Eduar Alexis Triana Rincon, el hijo de Horacio Triana.
Según la percepción del asesor de diálogo social y paz del departamento, Pedro Pablo Salas Hernández, en la región del Occidente, difícilmente se volverá a presentar una situación de violencia, pues los liderazgos que existen en la zona, aun en medio de las dificultades, están encontrando una práctica de autogestión que avizora un empoderamiento muy fuerte del sentido de desarrollo con base en el principio de solidaridad que aparece luego de las épocas de violencia, donde era imposible construir proyectos que interesaran y comprometieran a los distintos sectores que hacen vida en la región.
Finalmente, en este encuentro el tema de paz se ha establecido como pilar fundamental para hacer de esta zona el lugar con el futuro más próspero del departamento, a partir del importante papel que está jugando la iglesia, y los demás actores interesados que facilitan que se dé este acercamiento con las comunidades; de esta manera, entidades como la gobernación, tienen toda la decisión de entrar a ayudar la región que muestra una gran voluntad por salir adelante y superar el pasado de violencia.