La obsesión de la gran prensa colombiana por “la guerra de las esmeraldas”

Foto | Hisrael Garzonroa
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Cada que surge una movilización social en la región del occidente del departamento, de inmediato, la gran prensa colombiana (El Tiempo, El Espectador, Semana, Caracol, RCN…) acuden a las palabras favoritas para desviar la atención e insistir en los estigmas o en las proclamas de la segura vuelta a la guerra verde, bajo la “sombra de la mafia y violentos disturbios (que) quiebran (la) paz esmeraldera”, tal como lo describió el diario El Tiempo hace algunos días, con el evidente propósito de negar cualquier validez de la reclamación social y las indispensables acciones para discutir y reasignar el territorio, que lo debe ser en función de las gentes que lo han ocupado siempre y no de los viejos o nuevos intereses, esos sí mafiosos o despojadores.

Y claro, para hacer más creíbles las suposiciones de guerras y confrontaciones mafiosas describen la situación a la sombra de los viejos fantasmas, como lo describe la nota de El Tiempo: “la Incursión a la mina, que perteneció a Víctor Carranza, por parte de guaqueros sin empleo, calientan Boyacá con jornadas violentas, con la movilización de 450 de ellos a las minas de Maripí y San Pablo de Borbur y Cerca de 2.000 que llegaron a la mina de esmeraldas de Puerto Arturo, ubicada en Muzo, Boyacá, otrora fortín del viejo e investigado esmeraldero Víctor Carranza”. 

A renglón seguido describen el increíble arsenal que han preparado quienes están subvirtiendo el orden: “Algunos, con alicates industriales y palos, empezaron a romper las mallas de seguridad que rodean la mina y la fibra óptica de las cámaras de seguridad”. Agrega el texto que “hubo un ingreso violento con el uso de elementos contundentes y tenazas para romper las mallas de las empresas”. La espeluznante  situación fue narrada a El Tiempo por el general Javier Martín, comandante de la Región de Policía con jurisdicción en esa zona.

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Y para matizar la narración ponen de relieve, maliciosamente, la “evidencia que al menos un sector de los manifestantes estaba preparado para recibir al Esmad. “Muchachos, vienen bajando aproximadamente 400 más de aquí del lado de Maripí, hacia abajo, viene cualquier cantidad de gente del Esmad. Sería bueno atajarlos aquí en La Vega, también hermano, o en la Peñas de Guazo, (…) con una pica los coge uno y empieza a tirarles piedra de arriba hermano y ahí no pasa ni la madre”, queriendo decir que todo es premeditado y calculado desde no se sabe qué propósitos.

Así que lo que queda en evidencia de una supuesta “crónica de la realidad” es la intención de desvirtuar, a toda costa, el valor de la reclamación de mejores condiciones para quienes apenas tienen la posibilidad del sustento diario.

Insisten en las versiones: que hay dos sobre lo que está ocurriendo en el occidente de Boyacá. La primera que señala que un grupo de guaqueros históricos de la zona, golpeados por el prolongado cierre de las minas a raíz de la pandemia, piden que los dejen volver a ejercer un oficio ancestral: lavar los desechos de tierra (llamados estériles) que quedan de la explotación de las minas, para buscar restos de esmeraldas que les permitan ‘enguacarse’.

Y la segunda, que “desde la muerte de Carranza (abril de 2013), se conformó una red delincuencial que “ha ejecutado asesinatos e invasiones a las concesiones. Que “también han patrocinado hurto de millones de dólares en esmeraldas. Que “hay gente de Putumayo, Nariño, e incluso venezolanos, que llegaron antes y durante los días de las protestas”. Esta última versión, desde luego, es de “un oficial de inteligencia de la región”.

Y para que no falte ningún elemento en el escenario de “las guerras de las esmeraldas” que llegan cada que hay un reclamo social, los avezados “periodistas” dan con aterradores “promotores de los disturbios identificados entre antiguos trabajadores de poderosos esmeralderos que terminaron extraditados a Estados Unidos por traficar drogas, como Horacio Triana y Pedro Nel Rincón, alias Pedro Orejas, recién condenados; y otros que ya están en libertad, como Luis Caicedo y Julio Lozano Pirateque”.

A todo lo anterior se agregan las versiones y rumores que han hecho circular en torno a que son grupos guerrilleros y no se sabe qué más actores, los están detrás de la desestabilización de la región, cuando todo el mundo sabe, a ciencia cierta, que son el hambre y la necesidad de supervivencia, los únicos acicates de los reclamos de la gente.

En estas condiciones se está cumpliendo la tregua de estas festividades, pero la realidad pronto volverá en la segunda semana de enero y habrá que seguir en la búsqueda de soluciones a la crisis social y económica del occidente del departamento donde más de 5 mil personas, hombres y mujeres, dedicados a la guaquería, que ha sido su único espacio para rebuscarse la vida, tienen que tener una respuesta positiva ante el reclamo de sus derechos, más allá de otro intereses. Y en esto deben estar comprometidos desde el primer día del 2021 las autoridades correspondientes desde el orden local al nacional, debiendo ser el gran protagonista el gobierno departamental. 

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