Por | Silvio E. Avendaño C
La muerte de Artemio Cruz, novela de Carlos Fuentes, publicada en 1962, muestra al anciano enfermo que participó en la Revolución mexicana (1910). Luchó contra la pobreza, que más que carencia es un estado de constante indigencia y miseria extrema.
Suele decirse que el objetivo de una revolución es lograr la liberación de los hombres y, mucho más de la fundación de la libertad, para liberarse de la necesidad, de las cadenas de la escasez y la miseria.
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Es innegable que la revolución, en México, llevó el triunfo para unos pocos, como Artemio Cruz, mientras la mayoría siguió abrumada por la miseria. Artemio Cruz encontró el amor verdadero, pero dicho amor murió. Y con su muerte se llevó la posibilidad de la revolución. Odiado por Catalina, su esposa y, Teresa, su hija, Artemio vivirá con sus amantes.
Es evidente entonces la transformación de revolucionario que lucha por la república al hombre que actúa a favor de su propio interés personal.
No hay que olvidar que el valor de la revolución no es otro que la impronta indeleble de lo público. Más el éxito de Artemio Cruz es que su odisea no es otra que la realización del interés particular, acrecentado por sus negocios con el paso de los años. Artemio Cruz fue un hombre hábil para hacer préstamos a corto plazo y cobrar alto interés a los campesinos del estado de Puebla. Con su visión de negociante adquiere terrenos previendo la valoración futura, gracias a la ayuda de quien se encuentra en el curubito del poder: el Presidente de turno. Más su visión de negocios se extiende a la ciudad de México. En la capital, con su mirada de hombre que se supera, se hace a un diario metropolitano. Da un paso más allá y adquiere acciones mineras. Como tiene espíritu creador es un artista para hacer posibles empresas mixtas mexicano-norteamericanas. Será un hombre de confianza de los capitalistas norteamericanos que encuentran quien los represente. Un hombre de talla internacional para servir como intermediario entre Chicago, New York y el gobierno mexicano. Como individuo influyente en la bolsa de valores, hará mano con el presidente. Y como tiene buena memoria no olvidará los terrenos de los ejidos, que les quita a los campesinos. También será afortunado en los negocios de madera.
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En el lecho de muerte, del “pobre viejo”, el recuerdo cuaja la vida del prohombre en el paso de niño a soldado, de terrateniente a empresario. La vida de Artemio Cruz muestra como se ha hecho matón, ladrón, traidor, los elementos necesarios para tener éxito en la vida, pues no nació para ser sino para tener.
La novela, La muerte de Artemio Cruz, fue escrita en 1962. Está ubicada entre las promesas de la revolución (1910) que suponía reforma agraria, educación popular, mejoras en los salarios y, la esperanza de la revolución cubana (1959). Pero el Estado surgido de la revolución no dio un golpe al pasado, dado que el PRI se estableció en el poder. La utopía de la transformación de la sociedad se convierte en otra cosa, como la dibuja Carlos Fuentes en La muerte de Artemio Cruz.
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