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En medio de tan álgidos y convulsos tiempos en los que asistimos, donde imperan el fanatismo ideológico y político, la dictadura del teclado en las redes sociales, la calumnia tan imponente como inverosímil, la mediocridad, tan orgullosa de sí misma, aparece la lectura como aquel refugio de salvación y amplitud a nuevas ideas y formas de vida.
El hábito de la lectura conduce indefectiblemente a mejores escenarios de vida: leer amplia nuestro mundo, leer permite avizorar nuevas realidades, nuevos criterios, sensibiliza, hace más compasiva y tolerante la condición humana, nos convierte en mejores personas.
En el encuentro con los libros entregamos nuestra atención, confianza y conciencia en manos del autor, esta única experiencia nos transporta a diferentes realidades que ofrece la ficción literaria, como lectores confidentes del escritor, en medio del viaje literario que abordamos descubrimos ese refugio de salvación, de respiro y reflexión contra las todas las miserias de la condición humana. La lectura de un libro supone también una conexión íntima con el escritor en medio de una conversación cómplice y expectante durante el toda la novela, relato o historia tejida.
Leer implica también un proceso de aprendizaje que involucra una activa interacción de nuestra imaginación, nuestra memoria, nuestras emociones conlleva inexorablemente a una decidida reflexión, a un análisis e introspección serio y profundo: leernos a nosotros mismos.
Hace 42 años Gabriel García Márquez recibió la máxima distinción en el mundo de las letras: el Premio Nobel de Literatura. Hoy resulta más que pertinente cuestionar y reflexionar si en Colombia el gusto y promedio de lectura se ha compadecido con la histórica distinción literaria tan honorífica y magnánima. Tristemente, la realidad dista mucho: la última encuesta nacional de lectura (ENLEC) fue realizada en el año 2017 arrojando los siguientes guarismos: “5,1 libros es el promedio de libros leídos al año por personas de 5 años y más, que leyeron libros, en el total nacional”.[1]
La lectura debe erigirse como una política pública permanente en escuelas y colegios para superar los bajos y preocupantes índices de comprensión lectora. Este desafío sugiere promover espacios y estrategias afables y efectivas que estimulen e incentiven nuevos y demasiados lectores: clubes y talleres de lectura permanentes para estudiantes en todos los niveles. Ante todo, cualquier plan de acción que se encamine debe desarrollarse de forma empática, tolerante descartando cualquier medio impositivo, pues bien lo afirmó el inefable Jorge Luis Borges: “Creo que la frase “lectura obligatoria” es un contrasentido; la lectura no debe ser obligatoria. (…) La lectura debe ser una de las formas de la felicidad,…”[2].
Leer siempre será una forma de vida, leer implica aprender y reaprender, cambiar el funcionamiento de nuestro propio cerebro, al finalizar la lectura de un libro seremos otros, cambiamos a partir de lo leído, leer por pasión y convicción nos hace mejores personas.
“Leer buenos libros es como conversar con las mentes del pasado.”
René Descartes
[1] https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/cultura/encuesta-nacional-de-lectura-enlec
[2] https://www.bloghemia.com/2022/05/el-unico-modo-de-leer-por-jorge-luis.html?m=1&s=08