La historia no contada de Gustavo Petro Urrego

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El dirigente político Pedro Pacanchique, varias veces candidato a la Gobernación y uno de los líderes de izquierda más activos de Boyacá, cuenta sus experiencias al lado de Gustavo Petro, incluyendo la anécdota del día que el hoy nuevo presidente de Colombia se emborrachó durante las fiestas de Tuta y terminó durmiendo en un andén.

Por | Petro Pacanchique Ávila

Gustavo Petro surge a nivel nacional cuando el M-19 decidió dejar las armas (1989-1990) y dentro de ese acuerdo con el presidente César Gaviria recibió curules en la Cámaras de Representantes. Ahí los conocimos a ellos, conocimos a Gustavo Petro, porque le dieron una curul en la Cámara; conocimos a Vera Grave y a Antonio Navarro. En ese momento Colombia conoció a esas nuevas nuevas figuras del M- 19, no recuerdo cuáles otros, pero fueron 3, 4 o 5. Después Navarro fue Ministro de Salud; eso solo duró uno o dos años. Ahí conocí a Gustavo Petro, pero por televisión.

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Luego en el 94 ó 95 hubo elecciones al Congreso y todos estos de la izquierda se inscribieron para el Senado, tantos que en ese momento yo decía que para que cupieran todos mis amigos de izquierda en el Senado era necesario primero reformar el Senado para que no hubiera solo 100 sino 3.000 senadores y con eso los 800 amigos míos de izquierda cabían todos. Se cumplió el día de las elecciones y nos dieron una garrotiada espantosa; no salió un solo senador y en la Cámara el único que logró sacar una curul fue el cura Bernardo Hoyos, de Barranquilla. No más, porque todos los que se lanzaron fueron unos ambiciosos y desconocieron la realidad colombiana.

Bueno. En el 97 nuevamente hubo elecciones de carácter local, alcaldías, gobernaciones… Y me puse a considerar, a informarme por la prensa cuál era el candidato nuestro a la Alcaldía de Bogotá; encontré que no había candidato a la alcaldía de Bogotá de izquierda. Siempre he defendido la tesis de que es necesario que nosotros, los de izquierda, tengamos candidatos, así no ganemos. No había nadie que se lanzará a la Alcaldía de Bogotá, entre otras cosas, porque ya se decía muy bien que la Alcaldía de Bogotá ya era propiedad de Enrique Peñalosa, que contaba con el respaldo de liberales, conservadores y don Raymundo y todo el mundo. ¿Quién se iba a lanzar a hacerle mella a Enrique Peñalosa? Nadie. Pero dentro de mi tesis era necesario tener un candidato de izquierda; entonces dije ¿y cuál puede ser?; llegué a la conclusión de que el indicado era Gustavo Petro, a quien jamás me había encontrado; solo lo conocía por la televisión, pero me di cuenta que era alguien que valía la pena impulsar. Efectivamente me propuse hablar con él, contactarlo. En esa época yo iba con cierta frecuencia a dictar cursos a Pasto, Nariño, en donde Antonio Navarro era el alcalde.

Muchas veces que fui a Pasto, almorcé con el alcalde Antonio Navarro Wolf y establecimos una bonita amistad. Navarro cumplía su mandamiento de Alcaldía el 31 de diciembre del 97 y las elecciones al Congreso eran en marzo siguiente, en el 98. Llegué a la conclusión de que definitivamente el candidato indicado para aspirar a la Alcaldía de Bogotá era Gustavo Petro, así no ganara, porque era un hecho que Enrique Peñalosa sería el alcalde. Para ese momento ya era amigo de Navarro y, por supuesto, de Róseberg Pabón, de Otty Patiño, de Hévert Bustamante y de todos los antiguos jefes del M-19, pero al único que no conocía era a Gustavo Petro. Sin conocerlo, estaba convencido de que ahí había mucha madera; a ese señor hay que empujarlo; ese tipo puede llegar a mucho; me propuse buscarlo, pero nadie sabía en dónde se encontraba. Al primero que fui a buscar fue a Antonio Navarro, mi amigo de Pasto, a preguntarle. Me dijo Pedro, ni idea de dónde puede encontrarse. Entonces me fui al noticiero que el M-19 había recibido del Estado, llamado AM PM. La gerente era Esther, no recuerdo su apellido, la llamaban la Mona Esther, en una casa grande en Teusaquillo. Me fui allá y le dije, Esther, estoy buscando con carácter urgente a Petro, a ver si de pronto alguien de acá lo conoce y me da su teléfono. En esa época no había celulares. Esther pasó por todas las oficinas conmigo; mire, perdone, si alguien tiene o sabe en dónde se encuentra el compañero Gustavo Petro. Nadie, nadie sabía. A todos les dije: deseo hablar urgentemente con Gustavo Petro, a quién no conozco; este es mi teléfono, por favor, si se lo encuentran, que me llame, quiero hablar urgentemente con él; hablé con todos mis amigos del M-19; varios me decían: no, no sabemos; no sabemos dónde se encuentra.

Algunos llegaron a decirme que parece que él se había regresado al monte, que no sabían si se había metido con la FARC o se había metido con el ELN o estaba haciendo su grupo aparte; a todos les decía lo mismo, mi teléfono es este. Otros llegaron a decirme: “como lo único que sabe hacer Gustavo Petro es asaltar bancos, debe estar asaltando bancos y debe tener mucha plata”. Les di mi número de teléfono y les recomendé.

Estaba en Bogotá un viernes cuando sonó el teléfono de mi casa, contesté y al otro lado preguntaron ¿Pedro Pacanchique? y le dije sí, a la orden. “Le habla Gustavo Petro”, me respondió. Le dije Gustavo, gracias por llamarme; efectivamente yo deseo hablar contigo. “Sí, varios amigos me han dicho lo mismo, que tú necesitas hablar conmigo, ¿qué es lo que buscas? Mira Gustavo, tú sabes quien soy yo y, por supuesto, yo también sé quién eres tú; sé que nunca nos hemos encontrado. Mira Gustavo, es que vi o leí que estabas considerando la posibilidad de lanzarte a la Alcaldía de Bogotá. “No Pedro -me dijo con la risa esa que lo caracteriza- no, no, yo no sé quién se inventó esa vaina, eso no es cierto, eso no tiene ni pies ni cabeza”. Le dije “Gustavo, a mí sí me parece que eso tiene pies y cabeza”.

“Mira Gustavo; yo salgo ahora de Bogotá, vuelvo en ocho días, hagamos una cosa, te invito a almorzar para el sábado en 8 días; yo voy solo; tu no vayas solo, ve con cuatro o cinco de tus mejores amigos y les voy a hacer una propia presentación de porque creo que eso tiene pies y cabeza. Efectivamente, le di la dirección restaurante Voltaire, de un francés; yo era medio dueño de eso. Y yo me fui a la una de la tarde. Efectivamente, llegó a la 1 con un grupo de cuatro o cinco personas, entre ellos una mujer. “Ahh qué bien hombre, Gustavo”.

Me parece verlo cuando le di la mano, es un estado de pobreza escandaloso; tanto que sus pantalones estaban rotos, como ahora los usan los jóvenes. Yo por eso llamo a esa moda, la moda Gustavo Petro, porque eso fue lo que vi hace 25 años o más. La llamo la moda Gustavo Petro porque así lo conocí. Nos saludamos, sigamos. Yo estaba en la calle esperándolo; ya tenía la mesa preparada, nos sentamos los 5 o 6; él llegó con tres o cuatro amigos y una mujer y le dije “bueno, mira Gustavo, yo te creo que esa candidatura a la Alcaldía tiene pies y cabeza y Gustavo, tu no va a ganar ahora; la Alcaldía de Bogotá ya tiene dueño, se llama Enrique Peñalosa (la primera vez que fue alcalde); él va a sacar de los 600 ó 700 mil votos; quizás algún día tu seas alcalde de Bogotá, eso depende del trabajo; pero es que unos meses después de las elecciones de octubre se vienen las elecciones de marzo y son para el Congreso y es para eso que tú estás preparado, para eso es que te busco. Mira Gustavo, tu no le vas a ganar a Enrique Peñalosa, ni pensarlo, pero vas a sacar unos buenos votos y serás el único de izquierda que llega a marzo con 2.000 votos, o tal vez 3.000 o 4.000 votos bien contados, calienticos y después de eso ¿quién puede discutir que tu puedes ser representante a la Cámara o senador de la República? Y te recuerdo, para ser representante a la Cámara por Bogotá se necesitan hoy 22,000 votos. Gustavo Petro me dijo “tienes toda la razón, yo seré el único de izquierda que llegue con votos, así sean mil o sean 1.000 o 1.500 votos, bien, pero Pedro, yo estoy muy pobre; la que está aquí es mi compañera en la vida privada; con ella tenemos dos hijos y si los cuatro, ella, mis dos hijos y yo, no nos hemos muerto de hambre es porque nos metimos a la casa de mis papás que son maestros aquí en Cajicá. Petro reconoció que ese día casi no consigue ni para el transporte, para venirse de Cajicá a Bogotá. “Estoy en un estado de pobreza terrible”, se confesó. Levantó el pie, eran unos tenis que usaba, que habían sido blancos, pero que ahora eran casi amarillos. Me los mostró por debajo y me dijo mire. Como dijo hace poco un amigo, tenían ventilación propia; le dije eso es cierto Gustavo; está usted muy pobre, pero ustedes son muy inteligentes y saben muchas cosas. Le volví a explicar:

“Tu te lanzas ahorita a la Alcaldía, vas a sacar 1.000 votos, 2.000, 3.000 votos y serás el único de izquierda que sacaste y puedes decir son mis votos. Yo ya te tengo una sede política; no vas a pagar arriendo, no vas a pagar agua; no vas a pagar luz y, como algo excepcional, la bodega que tengo para ti tiene tres líneas telefónicas, para que llames a toda Bogotá. Eso sí, tu me vas a pagar lo que gastes de teléfono.
Almorzamos y salimos de ahí; le di la llave de la sede con las tres líneas telefónicas; no pagó arriendo; la sede en Teusaquillo era una bodega que yo tenía, que me la habían entregado en esos días, con tres líneas telefónicas. Le advertí: lo que consumas por las tres líneas telefónicas si me lo pagas. Efectivamente, fuimos; le entregué la oficina y empezó a funcionar como candidato a la Alcaldía. Yo no sé qué haría para conseguir dinero para venirse todos los días de Cajicá a Bogotá. Eso sí le dije, eso sí invéntate cosas, haz notar tu presencia, que para eso ustedes son muy buenos; inventa vainas.

Entonces fue cuando, faltando 8 días para esas elecciones, el candidato de la izquierda a la Alcaldía de Bogotá Gustavo Petro anunció que iba a clausurar su campaña con un gran acto en la plaza de Bolívar de Bogotá, a las 7 de la noche de un viernes. Muy hábilmente anunció y programó que esa noche en plena Plaza de Bolívar seis deudores morosos del Upac se iban a ahorcar. Efectivamente toda Colombia estaba pendiente del ahorcamiento de eses seis deudores morosos. Y entonces, en director, la televisión mostró cuando aparecieron los deudores descalzos, con unos capirotes de los que utilizan los penitentes en Semana Santa y una túnica; iban al cadalso con las manos cruzadas en un estado de humillación y miseria espantosa. Llegaron allá, en donde estaba preparada la horca, como en un teatro, llegaron y pum los tipos quedaron colgando, pero se trataba de una obra de teatro. Efectivamente todos los colombianos estuvieron pendientes del sacrificio de esos deudores morosos del Upac y el candidato Petro se robó el show. A los 8 días se vienen las elecciones del domingo, resultado: Gustavo Petro 17.000 votos, gracias a todos lo que se inventó. Para hacer Cámara de Representantes por Bogotá se necesitan 22.000 votos. Esa es parte de la historia que yo tengo con Gustavo Petro. Lo que no me gustó fue que él se fue de la bodega, me la entregó, pero no pagó el uso de la de la línea telefónica y él y sus amigos, de locos, bandidos, llamaron al extranjero, hasta a Moscú, La Habana y me llegaron unas cuentas terribles, por cerca de 12 millones de pesos de hace 25 años largos, que nunca quisieron pagar.

Entonces el M-19 comenzó a hablar de armar su lista a la Cámara por Bogotá para las elecciones siguientes y Petro ya aparecía con un plante de 17.000 votos. Sin embargo, la prensa contó que el alcalde saliente de Pasto, Antonio Navarro Wolf, viajaría a Bogotá para hacer parte de esa lista. Según la prensa, Navarro no se podía lanzar al Senado porque por haber sido alcalde estaba inhabilitado para circunscripción nacional. Entonces se venía Bogotá a lanzarse a la Cámara.

Ya con Gustavo Petro habíamos decidido que se quedaba para la Cámara por Bogotá, cuándo sale esa noticia llame Gustavo y le dije hablemos. Le dije, mira, según la prensa, Navarro viene a lanzarse a la Cámara por Bogotá. Cuando le dije a Gustavo Petro Gustavo que teníamos que hablar con Navarro me respondió: “no, tu no conoces a Navarro; yo sí lo conozco; trabajar con él es como trabajar con un alemán, todo cuadriculado. No, no, eso sí no me gustaría”.

La prensa anuncio qué Navarro llegaría el lunes 22 de enero de ese año, tres semanas después de dejar su Alcaldía y yo le dije a Gustavo que debíamos ir al aeropuerto a esperarlo.

Petro, que en esa época no decía hermano sino que decía mano, me dijo: “no mano, no, no, eso sí no lo hago; ir a el aeropuerto a mirar hacia el cielo a ver a qué horas Antonio va a bajar del avión; no, no lo hago. Mira, le dije, yo sé que muy bien que soy torpe, ridículo, casi imbécil, pero estamos haciendo política y en política todo vale; de manera que te vas conmigo necesariamente a recibir a Antonio al aeropuerto y ese día volveremos a almorzar en el restaurante donde nos habíamos conocido.

Ese día salimos para el aeropuerto los dos y el conductor. Efectivamente cuando llegamos al aeropuerto ya había 20 ó 30 personas, amigos todos, de Gustavo. Nos saludamos y esperamos que bajara Antonio. La sorpresa para Antonio fue cuando se dio cuenta que Petro lo está esperando y ahí nos dijeron que le tenían un recibimiento a Navarro en una tiendita que uno de ellos había logrado alquilar en la Avenida 32 con 16. Nos fuimos para allá y cuando llegamos había unas 200 personas esperando. Nos tomamos unas cervezas y alguien alcanzó una canasta de cerveza a la que se subió. Navarro quien, con mucha honestidad y sinceridad, informó que muchos le habían pasado listas para la Cámara de representantes que él debía encabezar; agradeció por esas sugerencias pero aclaró que no iba a aceptar imposiciones y que la lista la armaría él, así generara el rechazo de don Raymundo y todo el mundo. Por supuesto que ese anuncio dejó fría a toda la concurrencia.

Yo viajé para Boyacá porque era candidato a la Gobernación y allá ellos armaron la lista a la Cámara por Bogotá, que quedó encabezada por Navarro con segundo renglón de Gustavo Petro. El día de elecciones para Congreso esa lista logró 135,000 votos y logró elegir a los dos primeros: Navarro y Petro.

Para mi es muy satisfactorio saber que de una u otra forma yo que les di el empujoncito; por lo menos para Gustavo Petro.

Todo eso sirvió para que iniciáramos una amistad con Gustavo Petro. Cuando salió representante a la Cámara y en ese momento estaba casado con la compañera que yo conocí el día del almuerzo y con quien tenía dos niños. Ellos, toda la familia, venía con mucha frecuencia a mi casa de Paipa y aquí pasaron muchas navidades y Semana Santas. Yo tengo un apartamento en Cartagena y en esas fechas casi siempre viajo para allá; de manera que llamaba a Gustavo Petro o a Antonio Navarro y les decía que si estaban desprogramados mi casa en Paipa estaba a la orden. Tenía yo en Paipa unos colaboradores, como María Ignacia, que se encargaban de atenderlos y ellos venían por separado, unas veces Navarro con su familia y otras veces Petro con su familia, casi siempre en esas fechas especiales de Navidad o Semana Santa o en puentes festivos. En algunas oportunidades yo me veía con ellos y salíamos a cabalgatas que hacíamos en Paipa o a pueblos vecinos.

Recuerdo la cabalgata que hicimos a las fiestas de Tuta, donde fue Petro con su esposa de ese momento y con sus dos niños, de 7 y 10 años, y dónde yo fui con amigos. Allá estuvimos una delegación de Paipa y Petro era representante a la Cámara. Ya teníamos muchos amigos en común que nos atendieron muy bien. Petro estaba feliz montando a caballo con su mujer y con sus dos hijos y parece que se puso a recibir cerveza de todo el mundo, aguardiente, chicha, whisky… Lo cierto es que a las 5 ó 6 de la tarde el pobre estaba en una espantosa; según mis amigos y mi conductor, hasta durmió en el andén. Pobrecito, yo creo que fue la primera borrachera que tuvo en su vida y creo que fue la última. Por eso mis amigos de Tuta, cuando voy por allá, me preguntan que cuándo vuelvo a llevar al doctor Petro para que se tome unos buenos tragos.

Después de eso yo fui algunas veces a la oficina de Petro al Congreso pero nos comenzamos a alejar, hace unos 12 o 13 años y no volví a hablar con él. Iba con alguna frecuencia pero jamás le pedí un servicio, jamás le pedí un favor; ni siquiera le cobré los 12 millones que me tocó pagar de teléfono pero decidí no volver a la oficina del senador Gustavo Petro porque la prensa informó que los organismos de seguridad le habían recomendado irse del país con su familia porque había indicios de que podrían atentar contra su vida.

Esa fue la época de Álvaro Uribe Vélez presidente de Colombia 2007-2008, a quién le tengo físico miedo, porque lo conozco muy bien; conozco sus actuaciones, le tengo pavor.

Efectivamente Gustavo Petro sacó a su papá y a su mamá de Colombia; sacó a sus hijos y ahora ya está organizado con Verónica, pero en esa época los sacó a todos y él se quedó, porque él es muy valeroso; se quedó a hacerle frente. Recuerdo que él tenía 45 escoltas y la prensa de dijo que le han puesto otros más con muchas camionetas blindadas, con el compromiso de que no podía ir a ninguna parte, solo a la oficina del Congreso. Tenía que ir directamente a su casa con los escoltas que eran los únicos que conocían la ruta. Yo recordé lo que le pasó al doctor Ernesto Samper Pizano cuando estaba haciendo campaña para su Presidencia, que se encontró en el aeropuerto El Dorado a un líder sindical muy bueno de Barranquilla, José Antequera y se fue s saludarle porque eran amigos y en ese momento llegaron los sicarios que asesinaron a Antequera y, como Samper estaba al lado, también resultó herido. Samper se salvó porque, como diría mi madre, mi Dios es muy grande.

Yo tomé la iniciativa de distanciarme de Petro por miedo. Decidí no volver desde entonces y ni él me ha buscado ni yo tampoco lo he buscado; ni él me ha necesitado ni yo tampoco lo he necesitado, pero estoy profundamente satisfecho, feliz con su Presidencia.

Estoy profundamente orgulloso de haberle dado el empujoncito a Gustavo Petro y espero el éxito para él, que es para Colombia; no tanto para él como para Colombia. Me siento honrado de hacer memoria sobre todo estas cosas. Creo que Gustavo Petro, por la inteligencia que le asiste, porque es un hombre muy inteligente, está preparado intelectualmente para sacar adelante a Colombia, para ser el conductor de un gran cambio, que necesariamente debemos buscar y realizar los colombianos. Siempre he comentado que lo que los colombianos tenemos es un cáncer de 200 años, desde que Bolívar sacó a los españoles de acá, una rosca, una tradición, un establecimiento maligno y pícaro que es el que nos ha gobernado.

Gustavo Petro puede ser el verdadero conductor y es así como cómo los colombianos podemos encontrar una posibilidad de construir una Patria Nueva; completamente diferente a esa que nos han robado. Esa es mi gran esperanza, no en lo personal; yo estoy jubilado.
No quiero nada; nunca lo he hecho; jamás me he ganado un solo peso con el Estado colombiano; jamás he tenido una beca para mí ni para mi familia y siempre he criticado las costumbres políticas y dañinas que manejan a Colombia.

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