Varias versiones circulan sobre los reales intereses que rodean la elección del nuevo Director General de la CAR, cumplida la semana pasada. Especialmente, porque ocurrió en momentos claves de la movilización nacional que reclama cambios estructurales, así como del análisis sobre los efectos pos-elecciones regionales y algunas advertencias notificadas desde la Procuraduría General sobre este proceso de elección.
Y es que la llegada de Fernando Sanabria Martínez, estaba calculada y anunciada. No tanto, por sus méritos en materia de gestiones en favor de la protección del medio ambiente, sino por pertenecer a un bloque de empresarios y dirigentes que se propusieron administrar la CAR, desde hace algunos años, con sendos y exitosos resultados en dichos procesos de elección.
Testimonio de esta mecánica, fueron las elecciones, a favor de Alfred Ignacio Ballesteros y Néstor Franco, en los últimos ocho años, quienes pertenecen al mismo grupo de dirigentes. Y ahora, la llegada del exalcalde de Chiquinquirá, parece ratificar la efectividad de este método.
“La CAR, no sólo es atractiva por el volumen de los recursos que maneja, convirtiéndose en la Corporación Autónoma más robusta. Es atractiva, porque se volvió un fortín para responder a favores burocráticos regionales, que se engranan perfectamente, en esa lógica”, según se resume de las expresiones de varios sectores ciudadanos.
Muestra de ello es que sus principales cargos operativos y administrativos, fácilmente están en manos de exalcaldes, exgerentes de empresas públicas locales y exconcejales, especialmente, en sus direcciones regionales. Pero, también, en manos de senadores y políticos tradicionales, de gran influencia en las regiones, quienes han actuado de enlaces efectivos con Presidencia de la República, Agencias del Estado, Superintendencias y la Alcaldía de Bogotá.

El nuevo gerente estuvo vinculado al partido conservador. En Boyacá, se movió en las casas políticas de Jorge Hernando Pedraza (conservador) y Jorge Londoño (verde), y mantiene estrechas cercanías con grupos de políticos regionales en el norte de Cundinamarca y Occidente de Boyacá. Tiene un amplio conocimiento del funcionamiento de la CAR actualmente. Fue secretario general de la Corporación y jefe de control interno, desde 2013.
Ahora, se dice, que en la mira de los empresarios e inversionistas, pueden estar los grandes temas que sigue tratando la CAR: la segunda fase de la recuperación del Río Bogotá, la recuperación de la Laguna de Fúquene y las nuevas discusiones sobre el ordenamiento territorial en la Sabana de Bogotá y gran parte de los municipios de Boyacá y Cundinamarca donde sus territorios ganan todos los días valorización, sea por el uso urbanístico, por los recursos del subsuelo y, en el inmediato futuro, por el acceso y control de las fuentes hídricas, además de los enormes negocios asociados a la disposición de basuras y el tratamiento de aguas servidas.
Y, son precisamente, estos temas los de mayor asignación de recursos al interior de la CAR para los próximos años. Razón por la cual, ya se anuncia que varios grupos de empresarios intentarán quedarse con los grandes “negocios” que promoverá la CAR en el próximo cuatrienio. A través de licitaciones, nombramientos y asignaciones directas de contratos gigantes, la CAR terminará de configurarse como una entidad de autoridad ambiental, envuelta en una espiral oscura donde priman, las maniobras de los poderes locales y los apetitos insaciables de los empresarios.
En su momento, llegará la discusión nacional para reformar a las Corporaciones Autónomas en todo el país. Tal vez, buscando ser verdaderas autoridades ambientales, con capacidad real para generar una mayor sensibilidad por los entornos para preservar la naturaleza.