Por: Daniel Triviño
Pasaron varios días ya desde la icónica manifestación de la empresaria Diana Rojas, que desató la indignación de los colombianos hacía Boyacá Chicó y su máximo accionista, Eduardo Pimentel.
Pero ni siquiera eso fue suficiente para frenar el despotismo tan característico de Eduardo Pimentel, que en un gesto de cinismo amenazó con un proceso jurídico a la empresaria, a la vez que le hizo entender que no pagaba por tratarse de “una suma irrisoria”.
Aunque a esta altura está claro que lo único irrisorio es el manejo mediocre que le han dado a un club que desafortunadamente representa al departamento de Boyacá.
En una de sus tantas estratagemas el señor Pimentel ha hecho creer a la opinión pública que es víctima de una empresaria sin escrúpulos, que prácticamente ha tratado de estafarlo con la entrega de unos uniformes que no cumplen con los requisitos necesarios para ser usados en alta competencia.
Pero nada más alejado de la realidad. Si algo constata malos manejos es un equipo que cada vez que pisa la primera división, termina descendiendo. Un equipo que desciende siempre es producto de malos manejos, gestiones mediocres, y especialmente comodidad en el fracaso.
Y si bien el no pago a una empresa de confecciones es una conducta que trasciende lo deportivo, es una situación meritoria de pérdida de reconocimiento deportivo, aunque el difícilmente el Ministerio del Deporte actúe de tal manera en un caso como este. No lo hizo un año atrás cuando el mismo Pimentel amenazó con despidos a jugadores que entraran en paro, ni cuando le quedó debiendo varios meses de salario al volante Yhonny Ramírez; no lo va hacer tampoco en una situación que no tiene que ver con el bienestar de los protagonistas del deporte.
Por eso es que este gesto de pérdida del reconocimiento deportivo tiene que venir de parte de los boyacenses, más aún cuando el señor Pimentel se empeña en denigrar de la afición boyacense. Es hora de no volver a destinar ni un solo peso a la compra de indumentaria de Chicó, o para una boleta de sus partidos, o siquiera encender el televisor para ver una de sus pobres actuaciones.
Pimentel podrá sentirse cómodo destrozando los sueños y la imagen de una empresa conformada por madres cabeza de hogar, pero los boyacenses han de entender que esto no representa en lo más mínimo al departamento, y mucho menos un equipo con mentalidad de que es mejor ser cabeza de ratón que cola de león, eso si que es irrisorio.