
Desde el pasado 7 de junio Colombia vive las horas más oscuras de su historia reciente. El abominable y horripilante atentado perpetrado a la vida senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay estremeció profundamente al país. El escribir esta columna, como toda la Nación, hago oraciones y votos por su vida, para que Dios le permita sobrevivir a tan vil y cobarde ataque que hoy tiene a nuestra Democracia sitiada y peligrosamente amenazada.
El terrorismo no siguió dando tregua alguna: a la consternación nacional vivida por el atentado contra el precandidato presidencial Uribe Turbay, nuevos ataques terroristas desatados en Cali y demás municipios del Cauca y Valle del Cauca estremecieron y desafiaron nuevamente a la población y al Estado colombiano. No puede leerse el panorama actual de otro modo: Inmenso dolor patrio, zozobra y mucha incertidumbre para el país.
Más preocupante y desolador aun el nivel y bajeza en que se ha conducido la discusión nacional en medios de comunicación y redes sociales. La Violencia verbal, las descalificaciones y los perfilamientos orquestados por las bodegas de sectores políticos del oficialismo, de la oposición y también, por parte del mismo Presidente de la República, cada día han agudizado el odio nacional y polarizado más a la opinión pública.
Claro que el debate hay que darlo, el disenso es la esencia de la democracia y debe contar con plenas garantías, pero sin cabida ni micrófonos para el odio y la descalificación de quien piense y opine diferente. La violencia y ataque verbal que inicia con los pronunciamientos en medios de comunicación o publicaciones en redes sociales termina construyendo relatos para las bodegas enquistando así más el odio y reduciendo el debate racional y democrático a un clima de confrontación que genera un espiral de violencia inatajable.
En buenos oficios por la paz y tranquilidad nacional, a instancia de la Iglesia Católica, en la Curia Arzobispal, tuvo lugar un almuerzo con todos los lideres y actores principales de los poderes públicos con el objetivo de lograr acuerdos para “desarmar la palabra” en medio del ambiente hostil y violento que rodea al país.
Huelga insistir al urgente llamado a los actores políticos a ejercer en estas horas tan oscuras un liderazgo firme, sereno que inste al diálogo antes que la confrontación, que se moderen los discursos y se detenga la violencia verbal que viene azuzando mas la espiral del odio.
El Presidente de la República como jefe del Estado es el principal actor político que debe promover un clima sereno, de tranquilidad y unión nacional y no con salidas improvisadas como la de impulsar la cacareada consultar popular de manera provocadora por vía de un “Decretazo” abiertamente inconstitucional en este inconveniente momento de zozobra y dolor nacional, la agenda política tiene derecho a promoverla, pero no agitando la ciudadanía en las calles y plazas públicas bajo premisas de odio, rencor o descalificaciones.
Los precandidatos presidenciales y demás lideres oposición, debe también, sin que se les coarte la libertad de expresión, racionalizar la discusión apartándose del odio y del mezquino deseo de protagonismo político para liderar en las encuestas buscando consensos con el gobierno nacional en torno un escenario de paz y convivencia nacional.
“Yo puedo estar equivocado y tú puedes tener la razón y, con un esfuerzo, podemos acercarnos los dos a la verdad”.
Karl Popper