Por | Edilberto Rodríguez Araújo- Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC
Pandemia y aislamiento…
Una de las consecuencias de la pandemia fue el confinamiento obligatorio, lo que afectó la rutina diaria de todas las personas, sin discriminar, raza, género, edad, creencia religiosa, u otros rasgos identitarios.
El tan trillado distanciamiento social, marginó socialmente, aparte de la barrera epidemiológica, más a la población, y se cernió sobre muchos grupos poblacionales vulnerables. Los lazos de solidaridad se multiplicaron y salieron a la superficie las bajezas y grandezas de la condición humana.
La sobrecarga laboral doméstica produjo cambios en los roles convencionales y tensiones y conflictos familiares. La agobiante cuarentena, aplazada una y otra vez, acentuó más la soledad, la angustia, la ansiedad y las patologías depresivas, haciendo realidad una expresión coloquial: “más solo que un hongo”.
La soledad en cifras…
El DANE ha divulgado un estudio sobre los denominados, eufemísticamente, hogares unipersonales, en Colombia, encontrando hallazgos, tales como: 1) Entre los últimos dos censos (2005-2018), la proporción de hogares unipersonales, se elevó de 11 a 18,6 por ciento, lo que significa que cerca de 2,6 millones de personas viven solas, -con muchas dificultades derivadas de alguna discapacidad-, de un universo de 14,2 millones de hogares; 2) La mayor proporción corresponde a hombres: 57,9 frente a 42,1 por ciento de mujeres; 3) Más de la mitad de las personas mayores de 60 años vivían solas; 4) El 58 por ciento de los hogares unipersonales están conformados por personas adultas (entre 29 a 65 años); 5) El 22,8 por ciento son personas mal llamadas de la ”tercera edad”; 6) El 53,9 por ciento lo representan las generaciones X y “Boomers” (entre 40 y 75 años); 7)El 79,7 por ciento declaró no tener pareja o conyugue; 8) El 86,4 por ciento vive en casa o apartamento; 9) Su puntuación sobre infelicidad o que lo que hacen vale la pena, es alta, y, por consiguiente, su percepción de bienestar subjetivo es negativa.
El impacto del confinamiento
En el mes de junio, dentro de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH), se incluyó una pregunta, ¿se ha sentido solo(a), estresado, preocupado, deprimido?, a lo que el 30,8 por ciento de las personas que viven solas respondió afirmativamente, siendo más elevada la prevalencia en las mujeres (34,1 por ciento), frente a un promedio total de 23,0 por ciento en los hombres.
Simultáneamente, estos sentimientos eran más pronunciados en las personas mayores de 55 años que viven en hogares unipersonales, con una incidencia mayor en las mujeres (39,8 por ciento), mientras que en los hombres solitarios del mismo rango de edad es de 30,7 por ciento. Este confinamiento ha sido más severo en las personas mayores de 60 años, lo que, como se recordará, provocó la indignada “revolución de las canas”.
La hipótesis del DANE resumida en que “los sentimientos de soledad no se relacionan directamente con el hecho de vivir solo o sola”, no se valida en el caso colombiano, comoquiera que muchos hogares de este tipo no lo son por voluntad propia, sino por circunstancias imprevisibles.
En todo esto es fundamental el entorno familiar y las redes sociales de apoyo reales, no virtuales, para remontar la sensación de soledad física o emocional de los hogares unipersonales.
Ante la tan publicitada “nueva realidad”, es necesario definir políticas públicas postpandemia, para este grupo poblacional.
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