Taxonomía teórica y práctica de la fauna: profesores y estudiantes–V
Con cansancio son esperadas las reuniones de final de curso. Los clavados que estudiaron se sienten satisfechos; los vagos, en la cuerda, esperan habilitar y hasta perder; los caspas han haraganeado, poco les importa perder y, se sorprenderían, de ser aprobados.
El rector abre la reunión de clausura: “Este año es clave para el prestigio del colegio. Por eso les pido al cuerpo docente altura en esta circunstancias. Desde hace años el colegio declina. Pero en la institución debe brillar la calidad y la excelencia”. Después de la introducción el venerable pregunta: Pitágoras ¿cuántos estudiantes aprobaron el curso? El matemático responde: “De los treinta y cinco estudiantes solo aprobaron seis. El catedrático de química: “Más o menos lo mismo que sucedió en matemática”. “Sea preciso profesor, lo mismo que Lavoisier.” “Siete aprobaron; el resto, ni en teoría ni laboratorio, dan pie con bola”. El ilustre físico, frotándose las manos, hace un breve recuento de lo sucedido, para terminar con su resolución según la cual solo aprueban ocho o nueve estudiantes.” Luego interviene el licenciado en idiomas y el profe de español y literatura, y se quejan: “Ni escriben ni leen, copian de internet…”
Al examinar los informes se hace evidente que la mayoría de la energía se ha perdido y, se verifica la segunda ley de la termodinámica. Pero…desde un rincón alguien pregunta, con voz pausada y pensativo: ¿Y esos estudiantes reprobados que van a repetir, le hacen bien o un mal al colegio? El desconcierto y los murmullos se instalan en la reunión. Todos hablan al tiempo. Hay incertidumbre. Después de una nube de dudas hay humo blanco: “Hagámoslos bachilleres”.
En otra ocasión, después de haber recordado el lema y la cualificación del instituto, se organiza el acto de clausura. La proclamación de los graduados será un acto sencillo porque la mayoría perdieron el año. Pero el acto no puede ser tan seco y sencillo, desposeído de gracia. Si bien se escuchará la marcha de Aida, las palabras de un bachiller, se necesita algo más. Una intervención musical, declamación de quien ganó el concurso departamental o nacional. Además, se entregarán los trofeos que el colegio conquistó en las olimpiadas en fútbol, baloncesto, atletismo. Y todo va viento en popa, hasta que una profe habla. “Pero tanto el guitarrista, el declamador, los deportistas, todos ellos perdieron el año, porque intelectualmente no dan bola.” Y desconcertados los profesores se encuentran con una situación contradictoria: Y ¡qué tal! que después de la interpretación musical, del aura de declamador, de los trofeos que han enaltecido al colegio, se les dirá a esos cubiertos de gloria que perdieron el año… Así, no se puede hacer el oso, la solución es: ¡Habemus bachilleres!