Guerra de Aranceles como Método de dominación Imperial

Foto | Dominik Lückmann / Unsplash
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Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez

Primero América, significa, que el territorio U.S.A ya no estará bajo los principios y valores universales del sentido de humanidad de las declaraciones de derechos y reglas del DIH, será el comercio con derechos y el capital de los billonarios del mundo (¡unios!), los que comanden la gobernabilidad y los asuntos de estado, en la era dorada de Trump. Los inmigrantes son el enemigo creado, la parte del engranaje económico (no del lenguaje y práctica política), disponibles para acatar la condición subordinada o vivir bajo persecución y amenaza latente que marcará sus destinos.

         Habrá iguales en los negocios, no en las ideas, que son pocas, además. La guerra económica será la estrategia fundamental en la geopolítica global, utilizada para ejercer presión sobre naciones adversarias sin recurrir a la confrontación militar. Con la táctica de aranceles tendrá la posibilidad de usar todas las formas de lucha, desinformación, bloqueos, ataques, golpes y mantener por altavoces la amenaza en todo el universo contando la avanzada del control espacial. Los aranceles comerciales serán el arma letal, para influir en el desarrollo y estabilidad de otros países en esta fase de guerra imperial made in U.S.A., dirigida a imponer restricciones comerciales para debilitar economías emergentes, atacar políticamente a adversarios que duden del capital, degradar la diplomacia, generar aislamientos, reforzar dependencias y consolidar la hegemonía del Reich de Trump.

      Los aranceles como instrumento de dominación corresponden a impuestos aplicados a bienes importados con el fin de encarecerlos y proteger la producción interna. Han sido utilizados antes por Estados Unidos, China y la Unión Europea para influir en las políticas comerciales y económicas de sus rivales o socios comerciales, con graves afectaciones. Los países del sur han sido y volverán a ser los más vulnerables ante tal imposición, ya que los sucesivos gobiernos hegemónicos tradicionales de base liberal (liberal-conservadora) han hecho depender a los países en gran medida de las exportaciones para sostener sus economías y el incremento de costos de sus productos en mercados internacionales, les reduce su competitividad y produce pérdidas en el sector industrial y desempleo masivo.  En América Latina, los aranceles sobre el acero y el aluminio han debilitado industrias clave, produjeron desestabilización económica y trasladado de la dependencia hacia otros mercados. La imposición de aranceles a productos mexicanos generó crisis en la industria automotriz y manufacturera, obligando a renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ahora conocido como T-MEC, en términos menos favorables para México y Canadá. De manera similar, países africanos y del sudeste asiático han enfrentado barreras comerciales que limitan su desarrollo económico y perpetúan relaciones de dependencia con economías más fuertes.

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       Los aranceles como arma de guerra no solo impactan las economías nacionales, sino que también generan inestabilidad política y social, polarizan más la sociedad, obligan a los gobiernos a aplicar medidas de austeridad por la disminución de ingresos por exportaciones, incentivan descontento social y crisis políticas internas, al tiempo que llevan a aumentar la deuda externa y con ella la dependencia financiera y social. Las relaciones basadas en aranceles contribuyen al fortalecimiento de bloques comerciales excluyentes y proteccionistas, eso sí, según Trump con centro de gravedad en él, debilitando la cooperación internacional, los organismos de derechos humanos e inclusive la misma institución OMC que pierde influencia ante la proliferación de medidas unilaterales, que producen inestabilidad y aumentan la incertidumbre para la vida y el bienestar de la sociedad.

         La guerra económica basada en aranceles planteada por Trump representa un nuevo método de guerra imperial, para reforzar su dominio sobre otras naciones sin el uso directo de la fuerza. Los aranceles utilizados como herramientas de protección comercial quedan convertidos en armas políticas y geoestratégicas en el campo de batallas del comercio internacional. Para los países del sur implica vulnerabilidad, desindustrialización y dependencia financiera, comprometiendo su soberanía económica y política. Las resistencias y poderes populares tienen una oportunidad para fortalecer la su defensa de la soberanía, la unidad regional con modos alternos de relaciones y convocar a grandes movilizaciones globales necesariamente contra el poder del imperio y del Reich en formación.

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