Por | Manuel Restrepo
El gran ganador de las movilizaciones universitarias del 2018, fue el estudiantado; los estudiantes, que hicieron el justo homenaje a 100 años de Córdoba y 50 de París, cuyos significativos alcances fueron honrados en defensa del pensamiento, las libertades y la idea de universidad moderna.
De la democracia y autonomía reclamada en Córdoba, se encargaron las organizaciones (unees, crees, fenares, otros), y de la imaginación y libertades se encargaron todos los movilizados y acompañantes del movimiento, todavía en marcha, (profesores, trabajadores, indígenas, campesinos y plataformas sociales) que completaron este propósito emancipador, también reclamante de un Estado desvinculado de prácticas mafiosas y de terror; democrático, laico, plural, que abandone el espíritu de guerra y piense en la paz, la soberanía y la defensa de la vida con dignidad como razones de su existencia.
Ganaron los estudiantes, todos; pero también la sociedad y en especial los sectores populares, que podrán seguir enviando a sus jóvenes a las universidades públicas, en busca de una educación que les permita salir del sometimiento y la ignorancia que reproduce el orden criminal del mundo organizado para satisfacción de exitosos y desalmados empresarios que hacen creer que cuando explotan están liberando.
A pesar del acoso y estigmatización del gobierno central y de sus múltiples reproductores locales, esos estudiantes, leyeron los antecedentes de la MANE y definieron su propia ruta con la consigna básica de “parar para avanzar” y avanzaron. La MANE detuvo la reforma a la ley 30, que pretendía instalar en la médula del sistema la educación con ánimo de lucro y la distribución de presupuestos por demanda para transferir recursos públicos a centros de interés privado, como lo ha experimentado con ‘Ser pilo paga’. Si para la MANE la estrategia fue atacar el eje de distribución de la política, la de la movilización de hoy ha sido atacar el eje de la distribución de la economía, que tiene en riesgo de extinción por desfinanciación a la universidad pública, mientras el Estado entrega a la guerra y por pago de intereses a los prestamistas (de una irresponsable deuda externa contraída para satisfacer a los dueños de la guerra) más del 50% del gasto e inversión social.
Las cifras dejan entre 5 y 6 billones de pesos adicionales al presupuesto para los próximos 4 años, que servirán para paliar las dolencias inmediatas; y, aunque puedan prolongar su agonía, la universidad queda viva y fortalecida. Los estudiantes lograron lo que en dos décadas de lobby y padrinazgos políticos no alcanzaron los rectores. Lo logrado da tiempo para rediseñar su rumbo, desclientilizarlas y asumir el control académico con autonomía y democracia, por fuera de los intereses del partido de gobierno, que tiene en su agenda ideológica convertirlas en centros de dominio y orientación del rumbo del país hacia la ultraderecha política y la economía de mercado salvaje.
Los estudiantes han devuelto la posibilidad de pensar el tipo de profesor, estudiante y funcionario que exige la universidad que ellos promueven, en perspectiva de reconducir su sentido de formación ciudadana y profesional y su carácter científico y cultural, y comprometida con la transformación social de la realidad, cuya desigualdad deja a tres de cada cinco habitantes en condición de víctimas, empobrecidos, marginados y excluidos que esperan tener a los universitarios de su lado para cambiar de raíz la política, la justicia, las maneras de convivir y gobernar y aprender de ellos su lucha y sentido de dignidad.
Las ganancias en incremento del presupuesto público para financiar los mínimos vitales que requieren para no morir, son contundentes, pero también quedan lecciones de organización auténtica, propia. Hubo construcción colectiva de los jóvenes en rebeldía, que sentaron las bases de una refrescante y esperanzadora protesta civil, pacífica y responsable. Un mérito esencial es reconocer que es la primera gran movilización que resistió durante 60 días el poder desbordante y manipulador del Estado y su aparato de comunicaciones y represión, en medio de un complejo periodo de tránsito entre el fin de una guerra con la insurgencia de las FARC y la paz en proceso.
La sociedad, estuvo tranquila, no sucumbió ante los rumores, falsedades y engaños de los detractores de la movilización (que son los mismos negacionistas de la paz y los derechos). La organización que queda de esta movilización permitirá regresar a los campus a empezar la tarea de democratización que active las discusiones por democracia directa y participativa en la designación de autoridades académicas, las formas de representación de estamentos en los distintos cuerpos colegiados, las reformas académicas que recuperen la formación humanística y se amplíen los análisis de la ciencia y el arte y se fortalezcan los compromisos con las demandas reales de la gente, que impacten sus vidas y bienestar y releguen la deificación de las cifras y rankings que la llevan a perderse, girando alrededor del ombligo de los iluminados y de las exigencias de la nueva clase cuestionada de los sobredimensionados pares.
Ganaron los estudiantes; demostraron que la fuerza, aunque mate o mutile no convence, y que la razón y la imaginación, tienen, en cambio, la suficiente potencia para transformar la manera de actuar de un país dispuesto a no seguir revolcándose en el odio y las pasiones empujadas por gobernantes y mafiosos enquistados en el poder, que apenas logran ofrecer cizaña, venganza y destrucción de lo público y de la vida misma.
A muchos estudiantes seguramente les cambio la vida, ya no volverán a ser los mismos, aprendieron a luchar y están luchando, juntos instalaron otra manera de ser estudiante y de serlo en una universidad pública, lo que convoca de inmediato a repensar la agenda de cambio del ser profesor, directivo, funcionario y en general del ser universitario.
Devolver las lógicas a su lugar, es parte esencial de la lucha contra el poder tradicional, patriarcal y señorial y define el paso siguiente en esta movilización, que ha terminado su primera etapa con grandes e invaluables logros y esperanzas, para que la próxima vez nadie se quede inmóvil al borde del camino.