Por | Enrique Camargo Patarroyo
El 18 de febrero de 1633, al morir, la señora Catalina de Rojas y Sanabria, nieta del primer encomendero Luis de Sanabria y casada con Juan de Sandoval, ordenó en su testamento que se creara una capellanía en su estancia de Gotua, con un monto de 1000 pesos. Estas capellanías eran en general obras religiosas creadas, mediante las cuales el fundador, generalmente una persona acaudalada, dejaba en su testamento una cantidad de dinero que se ponía en renta, para que con las ganancias se pagara la realización de un número determinado de misas por la salvación de su alma, y se asignaba a alguien que ejercía el patronato, derecho de administrarla. En Firavitoba se establecieron como misas a celebrar, la de Nuestra Señora de la Nieves (agosto) y la de las ánimas (noviembre).
Durante el siglo XVII, se exaltaban con gran pompa en su día la Virgen de las Nieves y las ánimas, como ordenara la fundadora de la capellanía, asistiendo gente de los pueblos vecinos, sobre todo en la segunda; en el siglo XVIII, en un inventario aparece el cuadro de las ánimas dentro del templo doctrinero de la época y dos libros de cofradía o asociación para las Ánimas.
Hacia 1770 en una declaración de los indios afirmaban que las misas, eran costeadas por ellos; tenían dieciséis diputados por mes, para que cada uno contribuyera con un real y para las fiestas de la Virgen también aportaban dos reales y dos más en noviembre para las ánimas, que era una congregación (con libro de esa cofradía), en que cada uno recibía un pan y oraba por un difunto de otra familia, para que las ánimas no fueran olvidadas. Ya en 1837 fiesta importante era la de las ánimas, que se era una ceremonia con gran pompa el primer viernes de noviembre, que en esa ocasión fue el día cuatro. Posteriormente hacia 1870, la señora Angustias Herrera adoptó la celebración, que se fue pasando de generación en generación.
Después se trasladó esa actividad para el segundo viernes de noviembre, o sea en la semana siguiente de lo que era cuando se inició. Ese día la parroquia es visitada por gran cantidad de peregrinos que llegan de la zona rural y de otros municipios que tienen su devoción a las ánimas benditas, se paga la hermandad por cada persona de la familia, recibiendo por cada uno un pan que ha sido bendecido y una papeleta con el nombre de un difunto, con el compromiso de hacer oración durante el año por esa alma, para que ninguna quede excluida.