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Los títulos nobiliarios fueron distinciones otorgadas por la autoridad monárquica o soberana para reconocer méritos, servicios destacados y lealtades, formaban parte de la organización social feudal y a partir de la Revolución Francesa (1789) comenzaron a desaparecer. Exaltación y condecoración coparon el espacio moderno como distinciones de aprecio, respeto, admiración o elogio en lo personal y en lo colectivo como contribuciones para la memoria histórica y el fortalecimiento del tejido social celebrando méritos, logros servicios destacados, ejemplo o contribuciones significativas al bienestar de la sociedad en un ámbito especifico.
Los reconocimientos usualmente son entregados en ceremonias públicas y tienen un carácter simbólico y honorífico, aunque algunas incluyen beneficios tangibles. La tendencia a entregar exaltaciones es creciente y su validez no se discute, pero su masificación puede provocar la pérdida de valor y sentido común de su significado. Toda exaltación mezcla elementos éticos, normativos, ideológicos y culturales, en cuanto elogia los logros o cualidades, ejemplifica socialmente y enaltece las virtudes de quien recibe el homenaje. La exaltación se expresa con medallas, escudos, diplomas. La condecoración reconoce y simboliza logros, tradicionalmente apegada a normativas especificas (legión de honor en Francia o cruz de Boyacá en Colombia). Los títulos honoríficos enaltecen en grado máximo. Exaltar, condecorar o titular, hacen visibles los significativos aportes que hace alguien e invitan a seguir su ejemplo (motivación), al tiempo que constituyen un registro (memoria) de logros destacados para llevar al patrimonio cultural, social o histórico.
Las exaltaciones y condecoraciones según su tipo pueden ser cívicas otorgadas por entidades públicas; militares que reconocen actos de valor; culturales para distinguir aportes al arte, la literatura o la cultura; humanitarios para resaltar acciones altruistas; y académicas concedidas por universidades o instituciones educativas resaltando méritos intelectuales o científicos. Se destaca en este ámbito el título de doctor honoris causa, que es el reconocimiento de naturaleza académica con mayor valor simbólico y social. Este título simbólico es un puente entre academia y sociedad. Destaca logros que trascienden fronteras y disciplinas, puede ser recibido por cualquier persona, que a juicio de la universidad que lo concede, tenga un destacado e irrefutable papel en un campo de conocimiento. Lo usual es que la universidad que otorga el titulo honorifico imparta esta misma titulación con estudios doctorales y someta al candidato a una previa y rigurosa evaluación por pares académicos o tribunales de reconocido prestigio para determinar la legitimidad y coherencia práctica y conceptual de los logros a destacar en el campo especifico en que se otorga como garantía de validez ética y social.
La expresión latina «honoris causa» que significa «por causa de honor», refleja el carácter simbólico del título, en señal de que no se han cursado los estudios doctorales correspondientes, orientados a profundizar las teorías, conceptos, categorías, epistemologías y metodologías propias de un campo de saber especifico, cuya duración promedio de estudios es de 4 a 8 años. Los criterios para otorgar el título honorifico varían, pero el marco común se fija en evaluar las contribuciones académicas con publicaciones, investigaciones, descubrimientos relevantes; el impacto social visible en aportes significativos en el área o campo especifico; la trayectoria, reconocimiento y reputación en el área; los méritos culturales o humanitarios, contenidos en acciones destacadas en favor de la paz, la solidaridad o el desarrollo humano; y la solvencia ética.
Recibir y conceder un título honoris causa, compromete éticamente a unos y legalmente a otros, otorgarlo depende de las normativas de cada país o de las reglas de cada universidad, aprobadas por consejos superiores. Por autonomía en Colombia las universidades pueden otorgar títulos de doctor honoris causa, en España, el Real Decreto 1393/2007, regula y fija criterios para el reconocimiento de grados académicos. Ejemplos globales de personas que han recibido títulos de Doctor/a honoris causa, son Nelson Mandela de Harvard y Cambridge por su lucha contra el apartheid; Marie Curie, por la Sorbona por su trabajo en radiactividad; Gabriel García Márquez por universidades de Colombia, España y México, por su obra literaria; Malala Yousafzai, por Oxford por su lucha por derechos y educación de las niñas; Albert Einstein, de diversas universidades por sus contribuciones a la física y estudio de la energía.