Por Jhonathan Leonel Sánchez Becerra, Historiador
Declaramos el Estado de Emergencia Cultural en el territorio de la República de Colombia y manifestamos nuestro compromiso con el trabajo solidario y cooperativo, la ética y la equidad, para la acción política con las comunidades marginadas y aquellos profesionales que no pertenecen a ningún grupo; le apostamos a la paz y nos oponemos a la mercantilización del arte a través de las llamadas “industrias creativas”.
La historia como ciencia transdisciplinaria trata básicamente, de investigar y narrar para la posteridad las historias de la humanidad a través del tiempo, nos enseña el camino a la generación de una posición crítica de la “realidad” y nos abre la mente a la compresión del mundo. En este sentido, el arte y la cultura como procesos propios que ordenan y dan significado a la experiencia de mujeres y hombres, constituyen fundamentalmente el desarrollo del lenguaje y la comunicación en todas sus formas, algunas auténticas y otras, producto de la influencia entre diferentes culturas.
Desde la pintura rupestre datada alrededor de los 40.000 y los 73.000 años, mal clasificada como prehistórica, pasando por las primeras tablillas de escritura cuneiforme de los sumerios en torno al año 3.500 a.C., la jeroglífica de los egipcios del 3.300 a.C., y los ideogramas del lejano oriente alrededor del año 3.200 a.C., hasta los estudios recientes en lenguas modernas. Para los que conocen un poco del tema y para los que no, los invito a investigar para conciliar que: probablemente, los hombres antes que hablar, cantaron y primero que escribir, dibujaron.
El arte y la cultura son el motor de la sociedad, caracterizan a las civilizaciones, ya sea como generadores de símbolos sobre los que se asientan, por ejemplo, el poder del gobierno o de las religiones; ya sea como copia o representación de la realidad, como creación, recreación, expresión, refugio o liberación a través de las utopías que nos permiten soñar para resistir las crisis. Así lo planteó el lingüista ruso Mijaíl Bajtín en su estudio de las funciones de la risa en el carnaval de la edad media, sobre las aventuras de Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais, al señalar: “La llama única del carnaval es la llamada a renovar el mundo”.
El arte es lo único que prevalece en el tiempo, como lo expresaron metafóricamente el filósofo griego Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”, o el pintor renacentista Leonardo da Vinci al describir en un dibujo “las proporciones del cuerpo humano”, ejercicio realizado con base en el trabajo del arquitecto romano Vitruvio. El arte nos da siempre una lección de nobleza al revelar lo frágiles que somos, los hombres pasan y el arte queda.
Aún hoy podemos deleitarnos con las obras de grandes maestros alrededor del mundo, algunos reconocidos, muchos anónimos o desconocidos pero sus dibujos, pinturas, esculturas, escritos, músicas, fotografías y producciones cinematográficas, entre otras, nos hablan de otros tiempos, de otras modas, de diferentes estéticas y formas de ver la vida.
La cultura es la cohesión de todas esas cosas e ideas, heredadas naturalmente o creadas artificialmente pero que nos unen, nos identifican entre nosotros como parte de un pueblo, de una comunidad. La cultura es contrahegemónica, no hay nada más democrático que la cultura porque nos pertenece a todos, material e inmaterial como los arrullos del pacífico o las recetas de cocina de los abuelos, relatos todos transmitidos mediante la comunicación intergeneracional. ¡Cuán importante es rescatar ahora la tradición oral!, y encontrar en nuestras raíces la energía necesaria para enfrentar al monstruo de la globalización que amenaza con estandarizarlo todo, como si lo más importante pudiera ser producido en una fábrica.
Es momento de darles al arte y la cultura el papel protagónico que les pertenece en la construcción de la sociedad, de devolverlos al centro del que han sido desplazados, también violentamente como las inmensas mayorías de empobrecidos que alimentan las cifras de desempleados anualmente en medio de tanta riqueza. El estado de una civilización se valora por sus expresiones artísticas y culturales, de la misma manera como las obras civiles son una evidencia material del pensamiento y las ideas de la sociedad que las producen. ¡Ya no más puentecitos…!
Las circunstancias actuales desatadas por la pandemia, nos presentan la oportunidad de replantearlo, casi todo, para un nuevo comienzo, por eso desde LA SINDICAL, organización diversa e interdisciplinar compuesta por artistas, intelectuales, gestores y trabajadores de la cultura: Declaramos el Estado de Emergencia Cultural en el territorio de la República de Colombia y manifestamos nuestro compromiso con el trabajo solidario y cooperativo. Nuestros principios éticos son orientados por la equidad. Nuestros propósitos a través de la acción política son salir al encuentro de las comunidades marginadas y aquellos profesionales que no pertenecen a ningún grupo. Le apostamos a la paz y nos oponemos a la mercantilización del arte a través de las llamadas “industrias creativas”. El arte y la cultura son un bien social, patrimonio común, en los términos del filósofo italiano Antonio Gransci.
A 40 días del aislamiento social, los subsidios y bonos alimenticios anunciados por el presidente Iván Duque Márquez aún no llegan a quienes más los necesitan, mientras que el sector financiero continúa incrementando los intereses de sus productos y las facturas de servicios públicos no serán subsidiadas sino refinanciadas, agravando la situación de los menos favorecidos. Por lo tanto, exigimos al gobierno nacional, la aplicación y el respeto de la Constitución y la Ley, la reactivación del Estado Social de Derecho y la Democracia en nuestro país.
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