Por | Ricardo Rodríguez Puerto
Desde hace más de 15 años se realiza la iluminación del monumento histórico Puente de Boyacá durante la temporada de fin de año y la verdad es que, después de la novedad que significó en su momento, no ha habido muchas sorpresas.
Año tras año hemos sido testigos del negocio que se arma allí para unos pocos, los que reciben el contrato de instalar los arreglos, otros que se ganan el contrato para administrar el parqueadero y el propietario del único restaurante y el kiosco del lugar.
En algunas oportunidades han invitado artesanos que exhiben y venden sus productos y pare de contar.
Durante estos años, hay quienes han criticado esas iluminaciones porque las consideran una profanación a un monumento histórico y tal vez tengan razón.
Hemos visto arreglos de florecitas, peces, estrellitas, dinosaurios, muñecos, figuras de Walt Disney estrellas y plantas y en ocasiones la Torre Eiffel y, en alguna oportunidad, una réplica de La Puerta de Alcalá, el monumento de Madrid que tanto enorgullece a los españoles.
Efectivamente parece que nuestras autoridades no conocen el significado del Altar de la Patria y por eso allí se hacen homenajes a los franceses y, muy curioso, a los españoles, cuando justamente allí se libró la batalla más decisiva para acabar con su colonialismo y sacarlos de América.
Tener réplicas de la Torre Eiffel o de la Puerta de Alcalá en el Puente de Boyacá es el equivalente a que sus Campos Eliseos los franceses tuvieran una réplica de la Estatua de la Libertad o que los norteamericanos instalaran en los jardines de la Casa Blanca una réplica de la Torre inclinada de Pisa.
Pero ni modo, tal vez hay que aceptar que la intención, así tenga que recurrirse a estrategias foráneas y a íconos de otras culturas, es lograr que los boyacenses y colombianos vayan a conocer el Puente de Boyacá, nuestro ‘Templo de la Libertad’.
Particularmente nunca me ha llamado la atención esa iluminación, porque simplemente me parece un cementerio de luces, una melcocha de figuras sin sentido y algo que desvirtúa totalmente lo que significa el Puente de Boyacá.
Durante todos estos años he preferido ir a varios de nuestros municipios, ayudar en algo a los comerciantes locales y disfrutar de la hospitalidad y de los productos gastronómicos de nuestros paisanos.
Por eso celebro que la última edición de la revista Diners haya dedicado un artículo con grandes e hermosas imágenes a exaltar 15 destinos de Boyacá para ir a disfrutar de las iluminaciones navideñas; la mayoría de ellos pequeños municipios como Corrales, Tibasosa, Nobsa, Monguí, Floresta, Belén y Busbanzá.
Pero el objetivo central de esta columna es referirme a lo que también tradicionalmente ha ocurrido en el Puente de Boyacá con la circulación de vehículos por la denominada ‘Doble Calzada’.
Esa iluminación ha sido durante todos los años, desde cuando la montaron por primera vez, la pesadilla para quienes llegan a Boyacá, los que tienen como destino a Tunja; los que van para Villa de Leyva, el centro del departamento o pasan para Santander y otros departamentos del nororiente de Colombia.
Los monumentales trancones son originados principalmente por quienes desde Boyacá o desde Bogotá llegan hasta el Puente para ‘disfrutar’ de esos alumbrados’ pero que no encuentran parqueadero y deben estacionarse sobre la vía obstaculizando todo el tráfico de la principal vía de Boyacá, que permite la comunicación entre Bogotá y Tunja.
Y no hay parqueaderos porque la demanda supera la oferta. 300 ó 400 vehículos caben en el lugar y se requieren de 1.000 a 1.500 cada noche.
También porque normalmente se ha registrado un pobre desempeño de los agentes de la Secretaría de Tránsito de Boyacá, que no dan abasto para tratar de hacer circular a quienes se detienen en una vía rápida para observar los arreglos luminosos.
No hay manera de solucionar el problema; no debería instalarse iluminación en el Puente de Boyacá y trasladar los recursos que se invierten allí para apoyar a los pequeños municipios, que sí necesitan que los visiten. Allí esas iluminaciones sí generan una dinámica de reactivación económica, que es lo que busca el Gobierno departamental.
Parece el colmo que el Gobierno de Boyacá, entendiendo lo que ocurre en el Puente, haya elaborado una pieza gráfica para decirle a quienes utilizan la vía Bogotá-Tunja, que si no quieren pasar por el Puente mejor tomen la vía Ventaquemada-Tierra Negra-Jenesano-Soracá-Tunja.
Sería mejor que dijeran que si no desean utilizar la doble calzada mejor paguen un vuelo chárter entre Bogotá y Paipa o entre la capital del país y el aeropuerto de Sogamoso.
Disfrutemos entonces del ‘cementerio de luces ’ más grande de Colombia y, si nos coge el trancón en el Puente, lo que es muy seguro, tengamos paciencia y deseémosle a nuestras autoridades de turismo una feliz Navidad.