
En la actualidad los debates sobre los distintos ámbitos de la sociedad no son ni fáciles ni elementales. Nos encontramos en un mundo convulso, lleno de paradojas y contradicciones, donde las explicaciones simplistas o funcionalistas no bastan para comprender los fenómenos complejos que afectan a la sociedad. Para ello, es fundamental adoptar enfoques históricos y multidisciplinarios que permitan analizar las diversas determinaciones y causalidades que influyen en las luchas y batallas epistémicas de nuestra coyuntura.
El objetivo de este ensayo es reflexionar sobre la necesidad política de responder a los problemas desde lo particular, lo singular y lo universal. Estos niveles de análisis nos permiten abordar problemas concretos con una mirada amplia que considere las múltiples causalidades que los determinan.
Hoy en día, cualquier intento de predicción se enfrenta a escenarios inciertos, ya sea en matemáticas, estadística o modelos de proyección. Sin embargo, hay una certeza innegable: nos dirigimos hacia escenarios cada vez más catastróficos si no replanteamos la forma en que enfrentamos los conflictos sociales y económicos.
En este contexto, las luchas ideológicas han capturado la atención de las ciencias sociales, con debates que abarcan desde el multiculturalismo hasta la identidad en sus distintas expresiones: local, nacionalista, de género, religiosa, entre otras. Estas disputas han sido explotadas por una fuerza histórica que, en medio de las paradojas de nuestro tiempo, ha convertido en su principal víctima a la clase trabajadora, no solo a nivel local y nacional, sino también global.
El proceso de acumulación, explotación y transnacionalización del capital ha superado los límites nacionales, generando nuevas formas de monopolización y extracción de plusvalía, lo que ha reforzado la desigualdad y la crisis social.
Reflexiones sobre la crisis actual
Joseph Stiglitz, en su más reciente obra ‘Camino a la libertad: la economía de la buena sociedad’ propone una alternativa a la famosa ‘mano invisible’ del mercado de Adam Smith. Stiglitz argumenta que el capitalismo actual ya no responde a las dinámicas de mercado tradicionales, sino que se ha convertido en un sistema de poder y control, donde la toma de decisiones está determinada por grandes intereses económicos y políticos. Esto ha llevado a la captura de las democracias, el incremento de las guerras por recursos naturales y, en última instancia, a un ataque frontal a la democracia liberal clásica que predominó en el siglo XX.
El deterioro de las instituciones democráticas y normativas ha generado un derrumbe de los principios de convivencia establecidos en el derecho internacional.
A pesar del avance histórico en la productividad y en las capacidades tecnológicas para generar riqueza, el 80% de la población mundial se encuentra en una situación de precariedad. Filósofos y sociólogos como Slavoj Žižek y Zygmunt Bauman han advertido sobre los efectos devastadores de esta crisis, que empuja a millones de personas hacia la obsolescencia social y económica.
Lo anterior confirma la tesis de Karl Marx sobre la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el bienestar de la clase trabajadora. Sin embargo, a diferencia de lo que Marx predijo, el capitalismo ha demostrado ser un sistema altamente adaptable, capaz de generar guerras, crisis humanitarias y nuevas formas de dominación para perpetuar su existencia.
¿Cuál es la alternativa?
Stiglitz y otros autores plantean la necesidad de recuperar los pactos sociales, pero no en su versión clásica de Rousseau, sino en una adaptación moderna que permita reconstruir valores fundamentales como la confianza, la reciprocidad y la cooperación.
En su análisis, el Premio Nobel de Economía retoma el trabajo de Elinor Ostrom para proponer un cambio cultural profundo que permita a las sociedades generar nuevas reglas e instituciones basadas en la acción colectiva y la equidad. Este enfoque busca contrarrestar las tendencias autoritarias y populistas que han surgido como respuesta a la crisis actual.
En el caso de Colombia, la experiencia reciente demuestra que los populismos de izquierda y derecha han sido incapaces de generar cambios estructurales significativos. El gobierno de Gustavo Petro, que llegó al poder con una promesa de transformación, se encuentra en una situación de implosión política, lo que ha generado frustración y desesperanza en amplios sectores de la población.
Construir consensos para el futuro
Stiglitz nos advierte sobre el peligro de caer en extremos ideológicos que obstaculicen la construcción de consensos. La búsqueda de soluciones debe surgir de debates profundos y reflexiones críticas que permitan generar acuerdos sobre los principios fundamentales de convivencia y desarrollo social. Para ello, es imprescindible que las sociedades recuperen el rol del Estado como garante de políticas públicas en favor del bienestar colectivo, en particular de los sectores más vulnerables.
Colombia enfrenta un desafío político crucial en 2026. Es necesario superar la cultura de los memes y el discurso incendiario que ha llevado al país a niveles críticos de inseguridad, violencia y polarización.
Se requiere una nueva cultura política que fomente el debate racional, el compromiso con las ideas y la búsqueda de soluciones reales, alejadas del fanatismo y la desinformación. Solo así podremos evitar repetir los errores del pasado, del presente y avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa.