En defensa de los trabajadores de la cultura

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Por | Jhonathan Leonel Sánchez Becerra / Historiador

Recuperado del asombro que produjo en la opinión pública la aparición de una desafortunada columna titulada «La silla vacía de los abucheadores», el pasado 18 de abril en el periódico regional Boyacá7Días, autoría de José Bautista, quiero precisar que no repetir aquí, lo que a todas luces es un comportamiento abusivo y antiético desde su posición como director de ese medio periodístico y como contratista asesor de la secretaria de cultura y turismo de Tunja, Dalma Amézquita. Perorata que considero de mal gusto y para nada digno de un individuo que se precia de gozar de una exquisita formación.

La bilis derramada por Bautista contra los trabajadores de la cultura, artistas, artesanos y gestores de la ciudad de los que se refirió con expresiones como: «Aquellos que vociferan», «Revolucionarios sin causa», «Esos personajes que no hacen falta», «Caudillos que todo lo critican», «Colombia y las regiones están hasta la coronilla», «Guerrilleros de cafetería», etcétera. Es desconcertante pero apenas lógico, después de que, en medio de un debate de control político a su asesorada en el Concejo de Tunja, se pusiera en evidencia que el asesor tiene un salario mucho mayor que el de la misma secretaria de cultura, lo que de forma consecuente, llevó a los agraviados cultores a preguntar si ¿sobra un asesor o sobra una secretaria?

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También es comprensible la actitud del contratista en el sentido de que, ante la posible pérdida de privilegios, como ocurre con los cínicos, descubierto el contubernio; se pusiera bravo para evitar la obligación de dar explicaciones y salir a defender lo indefendible, desastroso escenario frente al que prefirió pasar por grosero. Porque es sorprendente que una persona que haya ocupado los cargos que el dicho señor exhibe fanfarronamente, se exprese consciente de tal forma de quienes contribuyen al mejoramiento continuo de las instituciones públicas, me atrevo incluso a deducir que sus palabras corresponden al miedo de no ser reconocido socialmente como el maestro que él mismo dice ser.

Hay en el artículo bastante resentimiento ¿tal vez algún complejo de inferioridad? y no especulo, pues he sometido al Análisis Crítico del Discurso el lenguaje empleado en sus líneas, la estructura discursiva para ejercer el abuso de poder, la manipulación, la injusticia y la desigualdad expresadas en su contenido y creo haber develado así el origen, el significado y la intencionalidad del autor. Peligrosa e irresponsable en todo caso, al perfilar como delincuentes a los trabajadores de la cultura de la ciudad de Tunja que no estén de acuerdo con la manera que tienen algunos funcionarios y contratistas de hacer las cosas en la administración municipal.

Desde mi posición como ciudadano miembro del sector cultural me corresponde solicitarle al señor Bautista, tenga la delicadeza de rescindir de su contrato de asesoría con la Secretaría de Cultura y Turismo de Tunja y se retracte públicamente de sus señalamientos en contra de los compañeros artistas, artesanos y gestores culturales que con la mencionada columna de opinión puedan sentirse afectados tanto moralmente como con quienes consideren que sus declaraciones ponen en peligro sus vidas. Es de seres humanos con espíritus realmente grandes, reconocer que se han equivocado porque como es el lema de la Fundación José Ricardo Bautista Pamplona “Nadie ama lo que no conoce”.

Por otra parte, es deber del señor alcalde Alejandro Fúneme tomar cartas en el asunto y dar las explicaciones acerca del particular y en general, sobre los cuestionamientos que han venido teniendo lugar respecto de las gestiones de esa dependencia durante su administración. 

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1 COMENTARIO

  1. La vulgaridad en el Zaqueo de los recursos de la cultura, que benefician solo a las camarillas feudales, excluyendo de su derecho como artistas a sus aportantes,que cada día con espíritu creativo, construyen páginas nuevas del patrimonio cultural de la capital y el departamento. con la puesta en evidencia de tanto bochorno de apetitos particulares, deja clara la necesidad urgente de prescindir de un manejo caducó y sectario, para dar paso a la modernidad incluyente ,que respeta la dignidad del artista, reconoce y estimula su talento, y pone a su servicio los recursos conseguidos con décadas de lucha y permanente aporte a la dinámica social de una comunidad que avanza, por fuera de la institucionalidad que la maltrata y desconoce.
    Los artistas somos parte importante y representativa de nuestra activa participación y época, para ser únicamente motivo de discordia de zaqeuadores privilegiados del derecho de todos y cada uno de los trabajadores de la cultura.

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