Por | Mauricio de la Masa
Este fin de semana se realiza la definitiva segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile, entre José Antonio Kast, abogado, oriundo de la ciudad de Temuco; y el joven candidato Gabriel Boric, abogado de la Universidad de Chile, oriundo de Magallanes, Patagonia chilena, al límite con Argentina y la Antártica.
Kast, ganador de la primera vuelta con el 28 por ciento de los votos, representa al Partido Republicano; mientras que Boric, del Partido Frente Amplio, partidario del aborto y de la eutanasia y de ideología de izquierda, logró el segundo lugar en la primera vuelta, con el 26 por ciento de los votos.
Después del estallido social que acabó con la Constitución redactada e impuesta por el dictador Augusto Pinochet y que generó la elección de una Asamblea Constituyente, encargada de redactar la nueva carta fundamental que regirá los destinos de Chile, más la profunda crisis social que vive actualmente el país austral, tiene como consecuencia que esta elección presidencial estará enmarcada en un ambiente de clara polarización entre un candidato de extrema derecha que pretende ‘no cambiar nada’ y otro de izquierda radical que quiere ‘cambiarlo todo’.
Cabe señalar que estamos frente a una derecha tremendamente poderosa, donde cinco familias que son dueñas del 30 por ciento del Producto Interno Bruto jugaron todas sus cartas para impedir que ganara la opción de Boric.
A lo anterior se suma que Kast genera algo de temor, pues su padre fue miembro del partido nazi, es contrario al aborto y partidario de la pena de muerte y anti migración etc. Boric no se queda atrás; partidario de Maduro, del aborto, de la eutanasia y de la legalización de las drogas, asusta al sector más conservador de Chile. Sea el que sea el resultado, está claro que estamos frente a un nuevo país social y políticamente muy distinto al que conocimos en las últimas décadas.
Es oportuno decir que esta es la primera vez, desde el retorno a la democracia en 1990, que la presidencia de Chile no se la disputarán los partidos tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha. ¿Qué implica este colapso del centro político chileno?
Aquí efectivamente hay una crisis de representación que se viene arrastrando desde hace mucho tiempo y esta es la última de las elecciones donde toca fondo esa crisis, y donde hay cerca de 52 por ciento de la población que no votó en primera vuelta.
Entonces también hay que leer lo que significa el hecho de que en una elección que supuestamente es tan gravitante y donde el nuevo presidente le va a tocar promulgar la nueva Constitución, un 52 por ciento de los chilenos decide no votar.
Expertos dicen que el electorado chileno se abstiene y se movió a los extremos como consecuencia de la crisis que surgió a partir del estallido social, lo cual claramente resultó en un escenario en donde identificamos a dos países; uno que no participa, que es la mitad, y otro país que participa y que está dividido y polarizado.
Esta tendencia a la polarización política que se vive en Chile es similar a la que se observa en otros países de América Latina: la vimos en Perú, donde también hubo una polarización muy fuerte entre una extrema derecha y una extrema izquierda al igual que en nuestro país, donde tuvimos que elegir entre el senador Dr. Gustavo Petro, de extrema Izquierda, y el Presidente Dr. Iván Duque, de extrema derecha.
La pregunta que se nos sobreviene es si Chile podrá lograr gobernabilidad en los próximos años con este escenario político, con un Congreso también dividido prácticamente a la mitad entre derecha e izquierda, más allá de quién gane la segunda vuelta?.
¿Y cómo este resultado podría influir en la región y en Colombia donde tenemos nuevamente al Senador Petro en segunda vuelta a la espera de un contrincante que saldrá entre una desordenada y mediocre coalición de la esperanza autodefinida de Centro, o un candidato de la Coalición de la Experiencia, que no entusiasma ni al mas fanático partidario de la tradicional derecha colombiana.