En las últimas tres décadas, los balances de las acciones de las bancadas parlamentarias en representación del departamento de Boyacá, en general, no han pasado el nivel de la mediocridad; en todo este tiempo no se recuerda ningún logro memorable que esté reflejado en grandes obras o en transformaciones fundamentales para el departamento y sus gentes.
Pero, de todos los periodos legislativos, el que acaba de terminar el pasado 16 de junio, que coincide con el cumplimiento de la mitad del periodo del actual Congreso, sobresale aún como el más ineficaz de todos, coronando un año de frustraciones para el departamento, el cual comenzó con el fracasado acto de celebración del Bicentenario de la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 2019, cuando el gobierno del presidente Iván Duque decidió quitarle todo el brillo y la dignidad que merecía la celebración de los 200 años del acontecimiento que dio origen a la vida republicana.
En ese momento, el gobierno de Carlos Amaya, que entraba en su recta final, no mereció siquiera una mención en el protocolo de los actos determinados por la Presidencia, así como en el discurso presidencial no hubo anuncios de importancia, ni siquiera como promesa, ya que para la celebración, ese día, no se pudo ver ninguna obra conmemorativa, dado que los gobiernos, de dos periodos, de Uribe y Santos, rehuyeron al cual más, los compromiso con Boyacá y, más aún, omitieron cualquier mínima acción concreta que beneficiara la Ruta Libertadora.
Desde luego que el fracaso de la celebración del Bicentenario no se le puede achacar a la actual bancada parlamentaria, aunque individualmente sí, uno o dos de sus miembros, el actual senador Jorge Eduardo Londoño, y el representante Gustavo Puentes, llevan sobre sus hombros una buena parte de tal responsabilidad, dado que el primero, Londoño Ulloa, ha sido el protagonista más importante de la política regional desde 2003, cuando ganó su elección como gobernador de Boyacá y que luego le permitió ser protagonista de la formación del Partido Verde, volverse Senador de la República, alcanzar el Ministerio de Justicia y volver a ser Senador, pero que en todo este tiempo y con semejante representación, jamás ha podido descollar ni como figura política nacional, ni como autor de alguna iniciativa útil para el departamento. Ahora, todo lo que puede mostrar el Senador Londoño, es su posición divisionista al interior de su propio partido, pretendiendo encausar un proceso que no busca otra cosa que tratar de lograr su reelección otra vez como senador. Triste pero inevitable final de una carrera política que muchos pensaron que podría ser la mejor del departamento en las últimas tres décadas.
En cuanto al segundo, Puentes Díaz, tampoco se puede registrar alguna acción de importancia para Boyacá en su ya larga presencia en el Congreso como representante de esta región. Puentes está en el fiel de la balanza para ser clasificado como continuador del método nefasto del ejercicio político que por más de dos décadas mantuvo Jorge Hernando Pedraza, hoy opaco burócrata internacional.
Volviendo al resto de la bancada regional actual, heredero de un esquema político ya superado dentro del mismo sistema, el senador Ciro Ramírez Cortés, sin la vieja maquinaria que construyó y siempre aceitó su padre, y dada su falta de objetivos y definiciones concretas a favor del departamento, se ha convertido en comodín de las peores iniciativas de su partido, el Centro Democrático, y como permanente caja de resonancia de los desatinos contra la paz, y las voces y acciones que han ido regresando al país, otra vez, por el despeñadero de la violencia y la guerra eterna que es, en definitiva, el gran objetivo del jefe máximo de su colectividad.
En esta misma línea hay que ver las acciones de Héctor Ángel Ortiz, el Representante del mismo Centro Democrático por Boyacá, cuyo paso por el Congreso se ha ido desvaneciendo, dado que está muy lejos de las expectativas creadas en muchos sectores que, dijo en campaña, iría a representar y defender. Ocupado en tratar de armar el proceso de su reelección, para lo cual difícilmente tendrá argumentos, de Héctor Ángel no se sabe nada en cuanto a iniciativas legislativas, grandes debates o la defensa de intereses del departamento. Más bien, reduciendo su papel a sacar ventaja en la rivalidad con el mismo Ciro Ramírez, mientras en la región que más lo ayudó en las urnas el descontento aumenta ante decisiones que pretenden afectar a miles de personas que han vivido siempre de la guaquería de las esmeraldas, mientras que para la celebración de los 30 años de la firma del Acuerdo de Paz del Occidente, que se cumplen este mes, no habrá nada sobresaliente desde el gobierno central.
El común denominador de Ciro Ramírez y Ortiz Núñez es que su futuro no está claro para las próximas elecciones: sin burocracia, sin ejecutorias de ninguna clase, con el desprestigio creciente del Centro Democrático, sin poder alegar éxitos notables, ni siquiera modestos, como legisladores, el camino se torna difícil.
Por el lado de la representación femenina Boyacense en el Congreso, los cuatro nombres que se clasifican en su relación directa con el ente territorial, totalizan un saldo que tiende al rojo. Aída Abella, la senadora sogamoseña, reconocida en el orden nacional por su valiente lucha por los derechos humanos, la defensa del medio ambiente, su compromiso decidido e irreducible con la paz y el cese definitivo de la guerra, entre otros, tratándose de asuntos concretos a favor del departamento, es nulo o muy modesto, y no porque no quiera, sino porque el gobierno jamás tendrá en cuenta sus iniciativas. Sin embargo, una de las acciones que se esperaba de Aída Abella, donde Boyacá podía tener algo que ganar, es que, como lo prometió en campaña, propiciaría el debate de control político sobre el manejo de los peajes y las concesiones viales, lo cual es indispensable para saber lo que ha sucedido con los resultados de la concesión de la doble Calzada Bogotá Sogamoso, la cual se supone que en junio que acaba de pasar, fue entregada por Solarte y Solarte, el concesionario original, a un consorcio Australiano. Ojalá que ese debate sea posible.
En cuanto a Sandra Ortiz, la senadora del Partido Verde, su actuación en este periodo también resulta muy modesta dado que su posición desde un partido de oposición como el suyo, en las circunstancias de manejo del gobierno desde la perspectiva del Centro Democrático, resulta prácticamente imposible que alguien sea escuchado. Para la Senadora Ortiz, debe ser nostálgico el recuerdo del periodo pasado, cuando como Representante, tuvo enorme cercanía con el entonces ministro de hacienda Mauricio Cárdenas con quien logró algunos apoyos fundamentales.
En cuanto a la representante Neyla Ruiz Correa, una presencia emblemática en el Congreso, dado su origen en la Provincia de la Libertad, quizá la región más abandonada y golpeada en los 200 años de Independencia, no contó con la suerte de estar en un gobierno más propicio; fuera de eso, también las divisiones y pugnas internas del Partido Verde en el departamento, para nada propician una acción conjunta y de resultados favorables.
La cuarta figura femenina que se dice que representa a Boyacá en el Congreso de la República es la de Soledad Tamayo Tamayo, quien llega a esa curul como reemplazo de la senadora Aída Merlano. La Sra. Tamayo, realmente no pasa de ser anecdóticamente boyacense, así que no cuenta como representante de los intereses de esta región, dado que su arraigo y acción política real están en Bogotá y Cundinamarca.
Desde el lado del Partido Liberal, cuya jefatura natural en el departamento está en cabeza del joven parlamentario Rodrigo Rojas, los resultados tampoco han sido los más halagüeños, dada la actuación errática de la dirección de esa colectividad que no ha permitido saber con exactitud si es un partido de gobierno o de oposición; en ese escenario la figura solitaria del parlamentario Rojas, cuando se trata de sacar adelante iniciativas para favorecer la región, realmente está solo, y es muy poco lo que puede hacer; lo que ha podido rescatar es una suma muy modesta, de menos de 2500 millones, para la construcción de un puente peatonal en el Puente de Boyacá, una obra que no debiera salir del presupuesto nacional, sino que debería ser el cumplimiento de la obligación de la concesión. No hay más qué mostrar.
El otro joven parlamentario boyacense, Wilmer Leal, tampoco ha tenido suerte. De alguna manera ha quedado en mitad de la corriente nadando en solitario, entre la división de su Partido, con el senador Londoño remando al contrario y un gobierno regional que, si bien es cierto, ha acertado en el manejo de la crisis de la pandemia, no encuentra el camino que consolide la solidez que se necesita para gobernar el territorio.
Y en una isla aparte, queda el representante César Pachón, quien “en defensa de los intereses de los campesinos boyacenses y colombianos” se ha enzarzado en agrias discusiones con el gobierno, incluso con el mismo Duque, lo cual resulta para la galería pero poco para concretar acciones mostrables y de beneficio.En estas circunstancias, sin liderazgos claros, sin estructuras de partido, el resultado es que no existe la posibilidad de una bancada boyacense que en Bogotá actúe de manera unificada. Y lo que sigue, puede ser peor.
Acertado artículo, no tenemos representación alguna en el Congreso, ojala no nos volvamos a equivocar, ya estan listos para atacar para las proximas.
Este comentarista, de política poco, o nada.