Por | Guillermo Velásquez Forero / El púlpito del Diablo
Según la antropología, en el Pleistoceno, hace quinientos mil años, dios nació en la mente de un cavernícola que empezó a soñar e inventar seres imaginarios. Desde entonces, ese personaje ficticio se convirtió en un caballito de batalla; y ha servido para hacer el mal, cubrir de oscuridad y estancar en el atraso a la Humanidad. Sobre todo, sirvió para crear una maquinaria de poder fanático y criminal con la cual se ha dominado a la gente mediante el terror y la ignorancia; y para cometer odios, persecuciones, presidios, torturas, asesinatos, genocidios y exterminios de los incrédulos, los adictos a otro credo, los ateos, los que se atrevieran a desobedecer los mandatos del miedo o que se les ocurriera pensar, estudiar, investigar, descubrir y revelar verdades y conocimientos prohibidos por el totalitarismo teocrático.
Ligado al ejercicio de la violencia divina, dios también ha sido utilizado para montar un excelente negocio celestial usufructuado por una casta de parásitos, charlatanes, estafadores, corruptos, misóginos, pederastas y violadores. El negocio ha consistido en vender mentiras, ilusiones y creencias mitológicas, escatológicas y supersticiosas, con la pretensión de sustituir a la medicina, la psicología y la psiquiatría para curar los males del espíritu y del cuerpo, y salvar el alma de los castigos del infierno inventado por dichos empresarios. También descartan la antropología, la cosmología y demás ciencias, y venden el conocimiento prefabricado, total, definitivo e incuestionable y la verdad revelada acerca del hombre y el universo, para que las víctimas de la fe no tengan que leer, estudiar, investigar ni desarrollar el pensamiento crítico.
Ese negocio ha vuelto multimillonarios y poderosos a muchos emisarios de dios y del diablo, y apóstoles del dinero, que figuran entre los más ricos del mundo. Y se han enriquecido no trabajando sino estafando, despojando mediante donaciones y apropiándose no sólo de las almas temerosas e ignaras sino también de sus bienes y sus ingresos. Sabemos que Cristo expulsó del templo a latigazos a los mercaderes, y que les gritó indignado: “Escrito está: mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en cueva de ladrones” (Mateo 21, 12-13; Marcos 11, 15-17; Lucas 19, 45-46; Juan 2, 14-16).
Para que se sigan enriqueciendo y actuando en la impunidad, la mayoría de politiqueros camanduleros del Congreso colombiano aprobaron exonerar a las iglesias de pagar impuestos en la nueva reforma tributaria estatuida por el gobierno de Gustavo Petro.