Por | Manuel Humberto Restrepo Domínguez
En Colombia hay que hablar de supuestos para referirse a la verdad porque a partir del régimen Uribe lo real del horror parece ficción y el poder de hipnotismo del líder parece verdad.
El odio quedó instalado como la fórmula eficaz para gobernar sin ética ni política e inclusive delinquir sin temor al castigo. Políticamente las evidencias muestran que la mayoría de quienes son seleccionados por las elites y sus asociados para gobernar y ocupar los cargos públicos solo requieren ser ungidos por un padrino para entrar al círculo de habilitados para cometer arbitrariedades, hacer fraudes o violentar la ley, al amparo de la regla común (propia de los códigos de guerra sucia de la CIA) de que quien sea descubierto tendrá que responder personalmente sin comprometer a sus partidos ni padrinos.
De esta manera nada le pasa legalmente a los grupos de poder cuando sus militantes “supuestamente” delinquen; los hay cuyos presidentes y directivos están en la cárcel por alianzas con el paramilitarismo o la corrupción y más de la mitad de los últimos 15 presidentes del congreso en el siglo XXI han ido a prisión y convertido a sus hijos, esposas, hermanos o parientes en sus reemplazos, transfiriéndoles electorados propios, sostenidos con miedo, recursos de Estado, esperanzas de empleo u obras públicas que presentan como si fueran financiadas con dinero de ellos.
La sociedad sabe que la política tradicional (liberal-conservadora, subdividida en grupos como Centro Democrático de Uribe, Cambio Radical de Vargas Lleras o Conservatismo de Pastrana) está vinculada hasta el fondo con tramas de corrupción y clientelismo y cuando se lo preguntan en encuestas no duda en responder que la institución más corrupta es el Congreso con índices que superan el 75% de descrédito, pero luego, como hipnotizada, lo olvida, absuelve y reelige a quienes había condenado.
La mediana ficción de que había separación entre poder judicial y poder político quedó reducida a una formalidad sin asidero material, desde que el régimen Uribe unió los ministerios de interior y de justicia, que aunque luego fueron otra vez separados, conservaron el espíritu del odio y el engaño. Algunos Jueces, Fiscales y Magistrados con estrechos vínculos a la política tradicional componen la especie de “supuestos” honorables delincuentes, expertos en técnica jurídica, hábiles conocedores de los alcances y formas efectivas de obstaculizar la justicia.
De casos vergonzantes como el del Doctor Jorge Pretelt (quien como Magistrado presidente de la Corte Constitucional, “supuestamente” delinquió al recibir dinero para favorecer a la empresa Fidupetrol en contra del Estado o apropiarse de tierras de las víctimas) se dice que ha interpuesto más de 40 recursos judiciales dilatorios para torcer el derecho.
Del Procurador Ordoñez (que puso en retroceso derechos conquistados y persiguió opositores), se dice que interpuso más de 30 recursos judiciales dilatorios antes de ser destituido a pocos días de terminar el periodo de su cargo.
Del magistrado Gustavo Malo de la sala penal de la Corte Suprema (acusado de interferir procesos penales a congresistas, cobrar para evitar ordenes de captura y actuar en asocio con el fiscal anticorrupción Gustavo Moreno ya preso, y otros magistrados) se dice que para mantener su inmunidad (impunidad) ha interpuesto múltiples recursos dilatorios invocando episodios de stress traumático, afectaciones emocionales y dolor en una rodilla.
La sistemática mezcla de poder político y judicial para evadir la justicia, ha sido el mejor artificio del régimen Uribe, para sostenerse en pie y mantener su hipnotismo, porque a pesar de que la sociedad sabe de las fábricas de falsedades, denuncias anónimas y atentados a través de su policía política (DAS de Jorge Noguera y María del Pilar Hurtado), unas veces para ajusticiar opositores y otras para auto protegerse y sabe también de la capacidad de engaño cuando dice una cosa y hace lo contrario, pero parece no saberlo y no duda del poder del líder para confundir y hacerse temer. Sus seguidores han dado muestras de creer ciegamente en el principio de liderazgo y ceñirse a su mandato a la manera de Ewalt Kleist que fue un mariscal de campo nazi de alto rango y poder que murió en prisión condenado por crímenes de guerra quien en el juicio de Núremberg lo negó todo y repitió mil veces que estaba como hipnotizado, que nunca vio, oyó, ni supo nada del horror y cínicamente concluyó que si alguien tenía responsabilidad de algo era el mismo Hitler, pero no por lo que hizo, ni por su maldad, si no por su capacidad de hipnotismo.
Kleist que en el juicio parecía entre ignorante y demente dijo que todos estaban como hipnotizados y que obedecían órdenes porque el Fürher era el jefe y no se le podía desobedecer y repetía que era inocente.
De manera similar parecen decirlo los “supuestos respetables delincuentes” del régimen Uribe, como el Ministro Andrés Felipe, el Embajador Sabas Pretelt, el Consejero Luis Carlos Restrepo, el Jefe de Seguridad, Coronel Santoyo; ex fiscales de la Nación (C. Osorio), generales (Rito Alejo), el Candidato (Zuluaga), el Tío Senador (Mario), el Hermano (Santiago) y decenas de dirigentes regionales expertos en el engaño y comprometidos en hechos de barbarie, compra de votos, tráfico de personas y otros crímenes; que también parecen decir que no supieron nada y que actuaron como hipnotizados.
Todos ellos como Kleist, cuando su líder sea derrotado, repetirán que lo visitaron o hablaron con él por breves momentos, pero que no por el tiempo suficiente para enterarse de lo que ocurría, ni saber del horror de lo que hacían, ni de la destrucción del país que provocaban o del bloqueo a la posibilidad de vivir en paz. Todos dirán que estaban como hipnotizados y obedecían órdenes. Y, además dirán que creían que el horror era pasajero, necesario y merecido y que pensaban que pasaría pronto; y repetirán que son inocentes y que nunca vieron, oyeron, ni tuvieron conocimiento de nada.
Y como siguiendo a Kleist que dijo que Goebells (ministro de propaganda nazi), era el único que había entendido lo que pasaba porque era el más inteligente, quizá incriminen a José Obdulio por “supuestas responsabilidades” como estratega principal del plan de odio y exterminio, quien anunció que Uribe era un “hombre de inteligencia superior”, queriendo decir que el gran hipnotizador, el genio del mal, como nadie, sabe borrar las huellas del horror, manipular la información y modelar con perfección a sus dobles como lo hizo, primero con Andrés Felipe, después con Zuluaga (a quien acompañó de un hacker y dinero de la multinacional Odebrecht y al ser descubierto lo abandonó a su suerte); y ahora creó a Duque para encargarlo de profesar y reinstalar el odio y el miedo; incentivar la guerra y secuestrar la paz, y hacer creer que la tragedia humana que quieren prolongar es inevitable.
El líder enseña que cada quién debe actuar por cuenta propia y si llega a sentirse traicionado él responderá con implacable furia como “supuestamente” parece haberlo hecho antes al deshacerse de algunos cercanos “colaboradores” que, tal vez, pretendieron competirle o liberarse del poder hipnótico, como Pedro Juan Moreno, Alias H.H, Jorge 40, Báez, Roció Arias y “supuestamente” E. Bustamante y A. Rangel que ocuparon un lugar lejano al líder y quedaron afuera del congreso.
P.D. Contribuir a liberar del hipnotismo exige sin vacilación la Unidad de todas las fuerzas y sectores populares, y medios, sociales y políticos no tradicionales en el propósito único de tomar el gobierno… ahora…