Por: Dionisio Pacheco | Docente universitario
El pasado mes de agosto se conmemoraron 10 años de la partida del maestro Orlando Fals Borda (11 de julio de 1929 – 12 de agosto de 2008), muchos son los aportes del ilustre barranquillero que en compañía de Camilo Torres Restrepo (1959-1960) logra la apertura de una de las primeras facultades de sociología en América Latina (Universidad Nacional de Colombia). Tuve la oportunidad de conocerlo personalmente a finales de los años 90, ya como ex constituyente de la Asamblea Nacional (1991), Orlando Fals Borda agitaba nuevamente las banderas de unidad al interior del movimiento social, especialmente el movimiento sindical vinculado al sistema financiero, uno de los primeros sectores que experimentó el rigor de las reformas neoliberales o apertura económica promovida en Colombia incluso antes del gobierno de Cesar Gaviria Trujillo, desde entonces fuimos testigos de la importación masiva de alimentos y productos manufacturados, de la privatización de la banca pública, de la crisis del sistema UPAC generada por la agresiva política monetaria de elevadas tasas de interés que a la postre expropiaría la vivienda de miles de colombianos al no poder pagar las cuotas hipotecarias, sin mencionar la cuestionada imposición del impuesto a las transacciones financiaras o 4×1000.
En ese contexto y con el acompañamiento del movimiento sindical más la indignación de muchos colombianos entre ellos los expropiados a raíz de la crisis hipotecaria (1999-2000), se hace realidad el postergado anhelo de un grupo de intelectuales y activistas sociales, entre ellos Fals Borda, de intentar consolidar nuevamente un movimiento político alternativo esta vez bajo las banderas del Frente Social y Político que junto a iniciativas de otros sectores alternativos se transformaría en Polo Democrático Independiente (PDI- 2003), posteriormente Polo Democrático Alternativo (PDA-2005).
Recientemente las recurrentes noticias de eliminación sistemática de líderes sociales, más los anuncios de profundización de la criminalización de la protesta popular, como preámbulos de la radicalización del modelo político y económico de corte neoliberal, advierten la urgente necesidad de nuevos escenarios de unidad entre las diversas resistencias asociadas a conflictos sociales y ambientales. En el contexto del campo colombiano, por ejemplo, la política pública o “Misión para la Trasformación del Campo”, poco a poco se consolida a la vez que invisibiliza los alcances de los acuerdos firmados en La Habana, nuestros mundos rurales desde hace tiempo conviven nuevamente con el fantasma de la denominada acumulación originaria del capital o marchitamiento definitivo de las relaciones sociales de producción distintas a las del gran empresariado agroindustrial y minero.
A partir de publicaciones como El Hombre y la tierra en Boyacá. Bases sociológicas e históricas para una Reforma Agraria (1957), Campesinos de los Andes y otros escritos antológicos (1961), más un sinnúmero de obras que intentan de desentrañar la compleja relación existente entre las comunidades rurales y sus entornos específicos, bien vale la pena mantener el legado académico y político de Orlando Fals Borda, como una posibilidad más de resistencias y acciones colectivas frente a este cúmulo de realidades y amenazas. Si bien el punto uno del acuerdo de La Habana sentó las bases para una reforma rural integral, reconociendo plenos derechos a sistemas de producción alternativos a los del gran empresariado, también es una realidad el sinnúmero de acciones e iniciativas que pretenden transformar (por sustracción de materia) dichos sistemas de producción rural, creando las condiciones propicias para convertir a nuestro campesinado en trabajadores rurales o clase media rural, con una única propiedad privada, su mano de obra, en la medida que su parcela ya está siendo víctima de la venta forzada o del arrendamiento a largo plazo. Boyacá Bicentenaria no es ajena a estos procesos de acumulación originaria, desde hace tiempo se advierten señales de marchitamiento definitivo de la cultura o economía campesina, sustituida paulatinamente por relaciones sociales de producción netamente capitalistas. Borda (2006) afirma:
Aunque en rápido proceso de cambio, los habitantes veredales dependen en gran parte de sus vecinos y parientes para efectuar las labores del campo. Ahora el trabajo se remunera con dinero en la mayoría de los casos; pero todavía se usan instituciones de ayuda mutua, tales como el cambio de brazo y el convite, que implican a la vez recreación. (…) Esta interdependencia económica laboral promueve la solidaridad entre los miembros de las veredas. (p.205)
En el caso particular de nuestra Región Andina, los temores de Orlando Fals Borda son evidentes en la medida que las relaciones sociales de producción del mundo moderno, están erosionando el escaso tejido social aún existe en nuestras comunidades rurales. De manera que el próximo proceso electoral de orden local, necesariamente debe poner en discusión el modelo desarrollo rural y el futuro de los diversos sistemas de producción alternativos a los del gran empresariado agroindustrial y minero. A nivel global existe suficiente ilustración tanto teórica como práctica.