Entre tiples, torbellinos y coplas, el Festival Internacional de la Cultura Campesina celebró una jornada dedicada a la música carranguera y a la palabra como expresión viva del campo boyacense.
El eco de las guitarras, los tiples y las voces campesinas se escuchó esta mañana en la antigua Cámara de Comercio de Sogamoso, durante una jornada del Festival Internacional de la Cultura Campesina (FICC) dedicada a la música carranguera, la palabra y la memoria rural. En este espacio de historia y tradición, abuelos, jóvenes y amantes de la cultura popular se reunieron para cantar, aprender y recordar los sonidos que identifican a Boyacá y su gente.
El encuentro inició con el Taller de Música Campesina y Carranguera, dirigido por los maestros Álvaro Suesca, Juan Miguel Sosa y Faber Grajales, reconocidos por su trayectoria en la preservación de la música tradicional. A través de torbellinos, guabinas y pasillos, los participantes descubrieron cómo la música campesina no solo entretiene, sino que también cuenta historias de trabajo, amor y vida en el campo.
Cada melodía fue una conversación entre generaciones: los maestros compartían anécdotas mientras los asistentes respondían con recuerdos, tejiendo una red de saberes y emociones que mantuvo viva la tradición sonora boyacense.
Más tarde, la jornada continuó con el Taller de Creación de Textos, donde la palabra se transformó en canto y la escritura en copla. En un ambiente de creatividad colectiva, los asistentes construyeron versos inspirados en la identidad campesina y el amor por la tierra, los cuales interpretaron juntos al cierre del encuentro, acompañados por los acordes de los músicos.
Uno de los momentos más significativos fue la intervención de don José Eugenio Hernández Rojas, quien expresó:
“Muy interesante el recorrido histórico que se hace de la tradición a nivel universal, desde África hasta nuestra amada Colombia, para comprender de dónde viene ese torbellino, esa guabina, esas cantas. Se trata de rescatar nuestra cultura campesina y que nuestros campesinos vivan con arte y alegría, que es el fin último, el cual está en nuestra presencia, en esta tierra hermosa. Gracias por este evento.”
Sus palabras sintetizaron el propósito del festival: hermanar el arte con las comunidades rurales, fortalecer sus saberes y reconocer en la cultura campesina una fuente de identidad y belleza.
En Sogamoso, la llamada Ciudad del Sol y del Acero, el arte se volvió una celebración sencilla y profunda: la del campo que canta, recuerda y celebra su historia. Así, el Festival Internacional de la Cultura Campesina continúa uniendo artistas y comunidades, reafirmando que la cultura campesina es el corazón que mantiene viva la historia del campo, donde todo nace.