¿El falso dilema entre la vida o la economía? El eterno retorno de Keynes

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Por: Santiago Calderón

En entrevista para una cadena nacional el Ministro de Comercio, Industria y Turismo aseguró que el dilema entre la economía y la vida en tiempos de pandemia era un falso dilema. Sin duda es una frase impactante y vale la pena que nos preguntemos por qué se trata de un falso dilema.

Por el lado del gobierno, afanado por reactivar el comercio y no generar pérdidas para el sistema financiero, la respuesta sugiere (en contraposición a todas las cifras) que normalizar las actividades de los ciudadanos no implica los riesgos que suponemos y que en realidad se han estado exagerando de manera irresponsable. Por el lado de los ciudadanos, en cambio, el dilema no es para nada falso. No me equivoco si digo que para muchos de nosotros incluso en condiciones normales el dilema entre la economía o la vida siempre está presente. Cualquier trabajador formal o informal en Colombia lo sabe.

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Y en medio de ese afán del gobierno por salvar la economía y el temor de las personas por no perder su empleo o por obtener algún ingreso diario; está el dilema al que nos obliga la pandemia que, más que ello, parece un juego de suma cero: si salimos perdemos y si no salimos también. El gran problema de ello es que en el fondo sabemos que nos enfrentamos inevitablemente a una recesión económica. De modo que la situación no es cómo evitarla, sino como sobrellevarla.

Una situación similar vivió el mundo en 1930 durante la Gran Depresión, periodo que  asociamos con el desplome de la bolsa norteamericana en octubre de 1929, pero sobre el cual vale la pena revisar su impacto en el ciclo económico. En contravía al liberalismo clásico, lo primero que enseñó la Gran Depresión (además de que el mercado no se autoregula) es que el ingreso, la demanda y la producción van de la mano. Pero sobre todo que en tiempos de recesión las estrategias para mantener activa la demanda deben darle mayor importancia al ingreso, es decir, a la protección del empleo y no tanto, como muchos pensaban, a garantizar la producción.

Eric Hobsbawm en “Historia de siglo XX” nos enseña que uno de los disparates de política económica que agudizaron la crisis de los treinta fue la decisión inicial del gobierno de Hoover de mantener activa la demanda priorizando la producción, por ejemplo, a través de la expansión de créditos de consumo. Sorprende que sean estas el tipo de medidas que se están tomando actualmente en Colombia. Se bajan las tasas de interés,  se entregan créditos agropecuarios sin tener en cuenta el precio de los insumos y hasta se facilitan créditos para pagar la nómina.  El inconveniente es que el resultado esas medidas durante la recesión de los 30’s fue una ciudadanía con deudas impagables y la quiebra generalizada, incluso del sector financiero.  

Solo hasta mediados de los 30 y atendiendo a las sugerencias del economista neoclásico John Maynard Keynes, el gobierno americano ahora en manos de Roosevelt, decide cambiar de enfoque para concentrarse en proteger el empleo como fórmula para reactivar la demanda. Para Keynes, la intervención estatal en la economía era necesaria y el objetivo exclusivo de la política macroeconómica debía ser el pleno empleo. Para ello se expandió el gasto público como nunca antes, financiando obras públicas, modernizando la infraestructura en los lugares más apartados y creando todo tipo de programas por inocuos que pareciesen con el objetivo de tener a la población empleada.

La gran paradoja del modelo de Keynes, sin embargo, es que siempre cobra importancia en épocas de crisis cuando ya no hay mucho que hacer. A pesar de que su objetivo es plantear que las medidas macro dirigidas a garantizar la equidad social no deben abandonarse, pues su permanencia en condiciones normales son las que permiten alivianar el impacto de futuras e inevitables recesiones. En otras palabras, son la que nos prepararán como sociedad para que llegado el momento no tengamos que estar debatiéndonos, como ahora, entre la vida o la economía.

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