Por | Álvaro Neil Franco Zambrano
En mi experiencia como profesor de español, me he disfrazado dos veces de Sancho Panza y una de El Botija. También me he pintado en la cara el cielo oloroso a guayaba donde transcurrieron los días de mi infancia. El sol de los venados que tantas veces acompañó mi soledad de principito. Los cuernos de la luna donde colgué los poemas que le escribí a mi primer amor. La estrella solitaria que sigue alumbrando el camino de mi libertad, para compartir con los jóvenes la belleza del idioma que le heredamos a Cervantes. Hablo de compartir porque entre todos hemos puesto una coma o una interjección, con el ánimo de contribuir a la humanización que nos otorga el banquete de las palabras habitadas por el duende de la poesía.
Hemos compartido, como esas naranjas que iluminan las calles de Sevilla, poemas que consuelan la sed de los enamorados, aunque en la escuela estén prohibidos los besos que la inocencia se da en los pasillos: “Me gustaría hacer contigo lo que/ la primavera hace con los cerezos” (Pablo Neruda, El beso, 1924). Poemas que, como un pan recién salido del horno, han iluminado la mesa de los más necesitados. Poemas que, como una paloma guarumera, han llevado mensajes de paz a los suburbios donde la vida limita con el odio. Poemas escritos en la piedra que han dejado huellas de resistencia en nuestras almas de lagarto. Poemas, como hojitas de albahaca, que nos han ayudado a respirar en medio de la desesperanza. En fin, el poema, como un ser vivo, me ha ayudado, durante muchas lunas, a sembrar la solidaridad, el altruismo y la filantropía en el corazón de los jóvenes que me han enseñado a ser el profesor que busca en el perfume de los libros, las respuestas que le den un rostro digno a sus preguntas.
Hemos leído ensayos como “El maestro y su oficio”, de Alonso Takahashi (Profesor de la Universidad Nacional y Premio Nacional de Matemáticas, en 1992), en el cual aprendimos que para pintar el cangrejo más hermoso del mundo, se requiere la paciencia, la dedicación, la búsqueda constante y la pasión de toda una vida, para dibujar de un solo trazo la belleza de estos animales que nunca olvidan su pasado.
En “La importancia del acto de leer”, del pedagogo brasileño Paulo Freire, reflexionamos sobre la importancia de aprender a leer los contextos, para aprender a leer el sentido de las palabras y las cosas. Es así como el autor nos comparte la lectura del mango biche que deleitó con sal y limón su espíritu de niño y lo enseñó a tocar la suavidad del mundo. Sus primeras palabras escritas con las ramas secas de los árboles, a quienes Freire confundía, por su complicidad, con personas mayores y en ocasiones con fantasmas que rondaban el patio de su casa materna. “ “los textos”, “las palabras”, “las letras” de aquel contexto se encarnaban también en el silbo del viento, en la nubes del cielo, en sus colores, en sus movimientos; en el color del follaje, en la forma de las hojas, en el aroma de las flores –de las rosas, de los jazmines-, en la densidad de los árboles, en la cáscara de las frutas” (Freire, 96).
En “La decadencia de la mentira”, de Óscar Wilde, concluimos que la naturaleza imita al arte. Que la misma existe porque es una creación del ser humano, dado que este a través de su mirada le otorga la vida. El cómo miremos la naturaleza depende de la formación cultural de cada persona (89). Es así como “Hoy en día la gente ve nieblas no porque las haya, sino porque los poetas y los pintores le han enseñado el maravilloso encanto de dichos efectos” (89). Es así como nos asombramos hasta más allá de la médula cuando contemplamos una puesta de sol de El Principito o un crepúsculo de William Turner, porque la verdad tanto los amaneceres como los atardeceres se han convertido con el paso del tiempo en lugares comunes que no nos dicen nada. Por eso el maestro Luis Vidales, nos invita a bostezar frente a los mismos y a pasarlos para el medio día. Y el gran Julio Ramón Ribeyro en “La relatividad de nuestras concepciones estéticas”, nos dice: “Cuando me aprestaba a gozar de una nueva puesta de sol, un vagabundo salta la baranda, camina hasta el borde del acantilado, se baja los pantalones y se caga mirando mi crepúsculo”.
También hemos interpretado algunos aforismos, como este de Óscar Wilde: “La educación es algo admirable, pero conviene recordar de vez en cuando que nada que merezca la pena se puede enseñar” (15). Recuerdo ahora que Jairo Aníbal Niño decía que la poesía y la literatura no se enseñaban, que si uno estaba de buenas aprendía. En este sentido es muy conocido el autodidactismo de Borges, el hombre que quedó ciego después de haber leído todos los libros del mundo, y quien aprendió el alemán con la ayuda de un diccionario. El profesor que exhortaba a sus estudiantes a la construcción de pensamiento crítico con palabras como: “Ustedes digan lo que piensen, yo prometo no interrumpirlos, prometo no preguntarles una sola fecha, porque yo mismo no la sé -y se descubriría mi ignorancia-, de modo que ustedes hablen, si es que el tema les interesa” (4).
Ya en el campo propiamente dicho de la pedagogía que boga por la libertad, Freire nos dijo que “Nadie educa a nadie –nadie se educa a sí mismo-, los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo” (75). En el de la filosofía, Fernando González, el filósofo de Otraparte, nos regaló su pensamiento de joven caminante en el que nos advierte que toda persona que acepte ser discípula de otra, ha perdido la mitad de su talento. Por eso Fernando era un solitario que se dedicó a tejer sus ideas en compañía de su amado valle de Aburrá y las montañas antioqueñas.
Tambien hemos elaborado avioncitos y barquitos de papel, de diferentes tamaños y colores. Les hemos escrito metáforas, versos y frases de Jairo Aníbal Niño, que han embadurnado de alegría el alma de los niños. Metáforas, versos y frases que le han dado vuelo a su imaginación desbordante donde pastorean y galopan sus caballitos de lana y de madera: “El gato es una gota de tigre”, “El tigre es un aguacero de gatos”, “La oveja es una nube con paticas”, “Tu cabello es una bandada de chupaflores”, “¿Qué quiere ser cuando sea niño?”, “Yo simplemente quise regalarte un bosque”. También inventamos el Aeropuerto Internacional Jairo Aníbal Niño, en el teatro Fausto de la Uptc, donde profesores y estudiantes se graduaron de pilotos. Donde una profesora argentina tuvo la fortuna de ganarse un barquito de papel que acariciaba como si fuera una gaviota, porque le recordó su origen de inmigrante: los argentinos son hijos de los barcos. Muchas gracias a este marinero que me “enseñó” a navegar en el mar de mi imaginación.
También he salido a marchar, muy a pesar de mi pata de palo que recuerda a uno de los piratas de Robert Louis Stevenson. Me he hecho uno solo con mi vuvuzela, que interpreta vientos de esperanza y de cambio. Me he hecho uno solo con mi mochila wayuu, que guarda corazones de mango, para repartirle a los jóvenes estudiantes que siguen luchando por un mejor país. De tanto pitar por las calles coloniales de Tunja, donde se aparecen espantos y fantasmas, me han nacido grillos en los oídos. Me he arropado el alma con las sonrisas de los manifestantes, porque son un símbolo de libertad. He sembrado el camino con los minicuentos de Guillermo Velásquez Forero:
EL DESPALABRADO
Un hombre al que le habían dado la palabra iba a decir una verdad terrible, y cuando abrió la boca para desenfundarla le acomodaron una pedrada de silencio en plena boca y lo despalabraron.
PENÚLTIMO SECUESTRO
Un muerto fue secuestrado porque no tenía con qué pagar los honorarios médicos y los gastos de hospitalización. Los plagiarios amenazaron que si los familiares de la víctima no pagaban el rescate, el cadáver sería ejecutado.
Hemos leído cuentos, como por ejemplo “El encontrador”, de Evelio José Rosero, el cual trata de un hombre que tenía la facultad de encontrar todo lo que se había perdido en este mundo y en el otro; pero tenía el grave problema de no poder encontrarse a sí mismo. “La envidia”, de Nicolás Buenaventura Vidal, que cuenta la historia de un hombre paupérrimo al que un duende venido de lo hondo del bosque le concede el siguiente deseo: darle todo lo que le pida, pero con la condición de que a su vecino le corresponde el doble de lo que le dé a él. Es así como nuestro hombre sueña con tener una casa, una rubia voluptuosa y una finca ganadera; pero finalmente su egoísmo lo lleva a pedirle, a nuestro duende de orejas puntiagudas, que le haga el favor de arrancarle un ojo.
“Chuang Tzú, cazador de dragones: deseando convertirse en cazador de dragones, un joven ingresó a una escuela especializada en este arte milenario y durante cinco largos años estudió sin descanso hasta obtener su grado. Durante muchos meses vagó en busca de dragones para cazar y, al no encontrar ninguno, fundó una escuela y se dedicó a enseñar a otros a cazar dragones. Es posible que toda su vida siguiera creyéndose un cazador de dragones” (24). El cual dejo a la interpretación del querido lector.
También les dejo la tarea de desentrañar el sentido de algunas frases de Luis Vidales, para despertar el pensamiento crítico al ritmo de sus timbres. Les propongo ir a los viejos cafés de la ciudad a beberse el espíritu revolucionario del poeta que le enseñó a las nubes colombianas a pasearse por los cinematógrafos: “Pongámosle nombre a las cosas, porque, si no, ¿cómo las podemos negar?” (173), “Las funerarias se encargan de recordarnos con tiempo que somos una vil mercancía” (169), “¿Conoce usted algo más mortal que la vida? ¡Denúncielo!” (167), “Hay personas que sólo han hecho en su vida una cosa memorable: morirse” (165). “Dejo constancia ante todos ustedes que yo llevo en mí aun solemne desconocido. Y ustedes, ¿qué tal?” (168).
Referencias:
http://www.borges.pitt.edu/documents/0110_000.pdf
Buenaventura Vidal, Nicolás (1999). A Contracuento. Bogotá: Norma.
https://ciudadseva.com/texto/la-relatividad-de-nuestras-concepciones-esteticas/ias:
Freire, Paulo (2013). La importancia de leer y el proceso de liberación. México, D.F. : Siglo XXI Editores.
Freire, Paulo (2010), Pedagogía del oprimido. México, D.F.: Siglo XXI Editores.
https://www.otraparte.org/wp-content/uploads/fg-1916-pviejo.pdf
Rodríguez Romero, Nana (2007). Elementos para una teoría del minicuento. Tunja: UPTC.
Takahashi, Alonso (1992). El maestro y su oficio. Bogotá: Universidad Nacional.
Vidales, Luis (2017). Suenan timbres y 13 textos testimoniales. Bogotá: LETRA A LETRA Y DOMINGO ATRASADO.
Velásquez Forero, Guillermo (1996). Luz de fuga. Tunja: Ornitorrinco Editores.
Wilde, Oscar (2014). Aforismos. Sevilla. Editorial Renacimiento.
Wilde, Oscar (2013). El secreto de la vida. Bogotá: Lumen.