Por| Jhonathan Leonel Sánchez Becerra, Historiador
Pensar ahora en la situación tormentosa que debemos afrontar a diario los ciudadanos de la capital boyacense; al recorrer amedrentados las calles de nuestra propia ciudad, esa que cada vez nos parece menos conocida, es algo agobiante.
Un símbolo por excelencia de una ciudad que progresa, está estrechamente ligado con la capacidad de sus dirigentes de brindar garantías de seguridad para los habitantes.
Hoy recuerdo, por ejemplo, la aventura que representaba para mí, cuando mi madre me llevaba de pequeño a un paseo por el Bosque de la República: la fantasía espectral que rondaba y, aún hoy, ronda el paredón de los mártires; la admiración que producían en mi mente infantil, los viejos bustos de mármol blanco de nuestros ancestros sobre sus altos pedestales; la extensa forja que abrazaba junto con las losas grabadas con los nombres de los 123 municipios del departamento, los laberínticos jardines que ocultaban en algunas de sus vueltas, animales salvajes al acecho y que, al mismo tiempo, invitaban a descubrir en su centro un misterioso lago artificial habitado por grandes gansos blancos y patos de menor tamaño, pero igual de agresivos, guardianes ruidosos que pasado el tiempo se quedaron solos, y al final, únicamente en la memoria, como un recuerdo sin sonido.
Transitar hoy en día los alrededores del ruinoso parque, invadido por personas en condición de calle y otros, delincuentes, puede resultar poco atractivo y hasta altamente peligroso, de día o de noche.
Debemos salir al rescate de nuestro patrimonio, arrebatado por la miseria y el abandono institucional; es urgente restablecer los derechos de la ciudadanía a disfrutar de ese espacio para el esparcimiento y la sana diversión.
Se me ocurre poner aquí en consideración, algunas alternativas como: conformar un grupo interdisciplinario de expertos en patrimonio, restauración y conservación para la formulación de un Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP), pensando en una futura declaratoria del parque como Bien de Interés Cultural (BIC) y así, poder conseguir recursos para su sostenimiento.
Por otra parte, también podría pensarse en una alternativa que ha resultado exitosa en otros escenarios como: el Pozo de Hunzahúa o el Puente de Boyacá y son las figuras jurídicas de concesión, comodato o de administración mixta entre la Alcaldía de Tunja y la empresa privada, que nos permitan retornar a ese mágico lugar. Dada la evidente incapacidad de la administración pública, hay que buscar estas alternativas.
El Bosque de la República está ubicado en el corazón de la ciudad y sería maravilloso, poder visitarlo alguna tarde o noche y tomar un café o cenar en su centro y disfrutar allí, de una caminata por los senderos de piedra, suficientemente iluminados, sin temor a ser víctimas del atraco u otros delitos.
Por supuesto que, no se trata de reubicar a los habitantes de calle en otros espacios de la ciudad temporalmente, sino de poner en marcha mecanismos de ayuda humanitaria y de rehabilitación integral, enfocados en la restitución de otros derechos fundamentales de las personas que se encuentran en dicha condición, ya sean nacionales o extranjeros.
Como bosque de verdad, lo conocí hace más de 65 años, hoy día es un completo muladar, la causa para llegar a ese lamentables estado es el interés de todos los políticos por restaurarlo y termino siendo el medio ideal para ejecutar la corrupción y robar el presupuesto, ese hueco, solo se recomienda para construir una gran torre de apartamentos y en el mirador dejar una escalera para llegar más rápido al cielo.
Hola, me parece interesante tu iniciativa, y me gustaría hacer parte de este grupo interdisciplinario y buscar las medidas adecuadas para rescatar este lugar y darle el valor que merece.