El año del noviembre negro

Las fotografías del nevado fueron tomadas por Don Carlos Julio Arenas el día que descubrió el cráter y una imagen de su archivo personal, están en el libro Historia de Garagoa - Autor: Polidoro Martínez Olmos - Linotipia Martínez 2005.
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Por | Luis Heriberto Bohórquez / Ingeniero de Vías y Transportes Uptc, catedrático universitario, especialista, experto en calidad de materiales y producción industrial de concretos.

Este 6 de noviembre se cumplen cuatro décadas del peor golpe que grupo guerrillero alguno haya perpetrado contra el corazón de la democracia e institucionalidad de Colombia: el cruento asalto al Palacio de Justicia, cínicamente bautizado por el M-19 Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre. La toma culminó con la muerte de una irrepetible generación de juristas y, lo único que se puede decir al respecto, es que desde ese día la justicia colombiana jamás volvió a ser la misma.

Entre las víctimas del holocausto, Boyacá también vio morir al magistrado tunjano Manuel Gaona Cruz presidente de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y a Rosalba Romero de Díaz, natural de Garagoa quien se desempeñaba como auxiliar de magistrados. Apenas justo honrar la memoria de estos dos boyacenses funcionarios de la justicia, que entregaron su vida cumpliendo con el deber, en esa violenta época de guerras declaradas al Estado principalmente por los grupos insurgentes y el cartel de Medellín.

El asalto del M-19 al Palacio de Justicia, fue el preámbulo de ese aciago noviembre de 1985, que una semana después y aún sin superar el impacto de las imágenes y sonidos de los tiroteos en la operación militar que culminó con la retoma de la sede judicial y dejó más de un centenar de víctimas, terminó de enlutar el mes y a Colombia por el desastre de Armero cobrando la vida de cerca de 23000 de sus habitantes, que perecieron bajo la avalancha de lodo producida por la erupción del cráter Arenas del Volcán Nevado del Ruiz.

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Por estos días cuando los colombianos recordamos ese noviembre, estoy seguro que las nuevas generaciones ignoran que previo al desastre de Armero, estuvo el trabajo de un hijo de Garagoa. En la década de los cincuenta, Carlos Julio Arenas Toro, cartógrafo, geodesta e investigador consagrado, con estudios de Alta Matemática en la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad Nacional y preparación en la Escuela de Cartografía de la Marina de los Estados Unidos; participó en el levantamiento de la cartografía del país e identificó una mancha negra en las fotografías aéreas del Nevado del Ruiz, hecho que lo motivó a indagar su origen.

Don Carlos, como lo llamábamos quienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos, no tardó mucho en ser el primer colombiano en llegar a la cima del volcán, que según su propio relato está en una inmensa planicie donde la mancha negra de la fotografía era un cráter cuyas dimensiones, formación y composición geológica, correspondían a rocas de origen ígneo, lo que permitía deducir la ocurrencia de cierta actividad volcánica reciente. El cráter ingresó a la cartografía colombiana con el nombre Volcán Arenas, bautizado así por su descubridor con el fin de evitar problemas de responsabilidad para el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, dado que la Contraloría de esa época le abrió investigación por realizar esa expedición costosa para el fisco nacional y riesgosa para las personas que participaron.

Muy acucioso, nuestro paisano se dio a la tarea de escudriñar en la historia regional la existencia de algún testimonio de erupción en la zona, encontrando que una avalancha del Río Gualí arrasó la población de Honda en 1750 y existía la creencia que eso sucedía aproximadamente cada 250 años, un ciclo que para ese entonces estaba cercano a cumplirse. Esta apreciación que sólo Don Carlos se atrevió a plantear, él mismo la reforzó revelando la existencia de un embalse natural, formado por una presa de material producto de la erosión fluvial de las riberas del río Lagunillas, que podría colapsar por una creciente súbita y causar una avalancha.

Colofón del libro

Y la hipótesis de Don Carlos se hizo trágica realidad. La noche del 13 de noviembre de 1985, el Volcán Arenas hizo erupción causando una avalancha de lodo que destruyó a Armero. De la fatídica mañana del jueves 14, aún queda en la memoria de muchos colombianos, la voz del capitán del vuelo de la aurora Bogotá – Medellín, confirmando a su paso por el VOR de Ambalema que Armero había desaparecido.

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