El amor es asesino

Romeo y Julieta en su lecho de muerte. Foto | Vía casadelamusica.ec
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Por | Guillermo Velásquez Forero /
El púlpito del Diablo

El crimen pasional es la culminación del amor auténtico, puro y perfecto, el que enloquece y vuelve asesinos a los enamorados, que son sus víctimas. Y es un espectáculo teatral, poético y cinematográfico. Como el que acaba de ocurrir en Bogotá, donde un policía buscó a su amada, eyaculó sobre ella un chorro de plomo, recargó el arma y se disparó en la cabeza, a la vista de todo el mundo porque había cámaras en la peluquería donde se filmó esa tragedia amorosa tan romántica.

Ese sentimiento tierno, cálido, bondadoso y generoso es falso, traicionero y asesino. El amor es la máscara del odio; y el odio es un instinto criminal. Y tiene diferentes métodos para ajusticiar a los amantes: a bala, a cuchillo, a veneno, a golpes, con accidente, prenderle fuego al ser “amado”, el suicidio, etc. Es una de las mejores calamidades y maldiciones que sufre la Humanidad, y ha sido objeto y tema de múltiples y diversos tratados del pensamiento, la investigación psicológica y la creación artística. Inagotable y eterna fuente de mentiras, ficciones, poesías, canciones, locuras y desastres. Sirve para propagar y para exterminar la especie.

En Fedro o del amor, Platón considera el amor como un mal, y lo define como un delirio y un furor, estados afines a la locura; y lo compara con el amor que el lobo siente por la oveja. Y dice que “no hay guía más malo, ni compañero más funesto, que un hombre enamorado.” Es obvio que me refiero al amor sensual o sexual, el violento, el que embrutece, idiotiza, manipula, arruina y destruye a quienes caen en esa trampa: los enamorados. Porque hay amores que no matan, y dan vida, comunión y felicidad; como lo analiza Eric Fromm en “El arte de amar”.

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En El amor, las mujeres y a muerte, Schopenhauer define el amor como una ilusión instintiva violenta y fugaz que se desvanece fatalmente con el goce sexual. Y, ya sea por frustración del deseo apasionado, o por plena satisfacción del amor impuesto por el genio de la especie, el amante termina por detestar y hasta aborrecer a su pareja. Y advierte que, “entonces se le enardece el odio contra la persona amada llegando hasta el punto de matarla y darse luego la muerte.”

En su ensayo Patología del amor, el psiquiatra y psicoanalista Héctor Alfredo Cruz explica que el amor sexual es violento porque contiene una potencialidad intrínseca que es el odio. Y que por esa inherente posibilidad destructiva, en el nido de amor, más pronto que tarde, surge el rostro del odio, es decir, la agresión en sus múltiples formas: posesividad, celos, infidelidad, dominación, rivalidad, humillación y la diversa variedad de agresiones físicas, verbales y emocionales. Y nos recuerda el refrán que dice “porque te quiero te aporreo” y el proverbio latino “La ira del amante es parte integrante del amor”.

Y el científico genetista colombiano Emilio Yunis descubrió y reveló que el hombre quedó mal hecho porque le falta un gen que impide la agresión contra su propia especie; y, por eso, es un monstruo homicida y feminicida. Y que, en cambio, una fiera hembra sabe que el macho con el que se aparea, nunca la matará; pero la mujer no tiene segura su vida, porque su pareja es su asesino potencial. Dormir con el enemigo no es una metáfora, es una verdad más peligrosa que el amor.

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