Por | Edilberto Rodríguez Araújo- Profesor investigador, integrante del grupo OIKOS de la UPTC
Las mejorías relativas se desvanecerán y recuperar el trecho recorrido requerirá varias décadas y un cuantioso gasto social, aparte de las transferencias monetarias compensatorias.
Cifras desalentadoras…
El Dane divulgó esta semana, algunos indicadores que revelan la gravedad de la situación económica y social que afronta la población colombiana. Según este organismo, el Índice de Seguimiento de la Economía (ISE), al finalizar el primer semestre, cuando se suponía que la economía se estaba reabriendo, siguió desplomándose, lo que arrastró el empleo en caída libre, provocando un empobrecimiento de los grupos poblacionales más vulnerables.
Como aún no se conoce el comportamiento del PIB acumulado, en la primera mitad de este año, se ha conocido que en el año corrido enero-mayo la variación porcentual del ISE, fue de -7,0 por ciento.
De acuerdo con los estimativos de la agencia estadística, en el mes de abril la economía se derrumbó, siendo mayo, -mes en que se inició la denominada reapertura económica -el punto de inflexión de la recuperación, registrándose una variación de 5,1 por ciento.
Si fuese así, el mes de junio seguiría la trayectoria de reactivación económica, y los vaticinios de analistas económicos nacionales y extranjeros, cuyos pronósticos, no coinciden en las cifras sino en su tono pesimista, resultarían exagerados.
Baste decir que las proyecciones del Ministerio de Hacienda sitúan esta contracción, al finalizar 2020, en -5,5 por ciento, mientras que Fedesarrollo, en línea con el Banco Mundial, la calcula en -4,9 por ciento.
El punto de quiebre…
Al finalizar 2019, algunos indicadores sociales parecían repuntar, a la par que la economía, como la pobreza multidimensional, sin embargo, la percepción de los hogares colombianos no coincidía con los guarismos oficiales.
Comportamiento de algunos indicadores (%)
En efecto, según el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), el 17,5 por ciento de las familias, contestó que evidenciaban múltiples carencias en salud, educación, vivienda, trabajo y servicios públicos domiciliarios, en contraste, la Encuesta Nacional de la Calidad de Vida, ante la pregunta de si se consideraban pobres, el 37,9 por ciento de los 16 millones de hogares encuestados, respondió que sí.
Es decir, la brecha entre las dos mediciones es del doble, lo que podría parecer una especie de daltonismo estadístico.
Expectativas inciertas…
Diversos organismos adscritos a las Naciones Unidas, han advertido que la pandemia acarreará un rebrote de la pobreza, la desigualdad y el hambre en América Latina, de las que no está a salvo Colombia; por el contrario, la pobreza rural se intensificará, y más de 16 millones de colombianos reincidirán en la llamada trampa de la pobreza, malviviendo con menos de dos dólares diarios (umbral internacional).
La destrucción del empleo asalariado y no asalariado persistirá y la informalidad rampante contribuirá al deterioro del mercado laboral.
Así las cosas, las mejorías relativas se desvanecerán y recuperar el trecho recorrido requerirá varias décadas y un cuantioso gasto social, aparte de las transferencias monetarias compensatorias.
En los próximos años el fantasma de la austeridad caminará de la mano del ajuste fiscal postpandemia, tal como lo anticipa el Ministerio de Hacienda en el Marco fiscal de Mediano Plazo, publicado el mes pasado.
En fin, el edulcorado optimismo gubernamental, va en dirección contraria del amargo pesimismo ciudadano.
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