¿Dónde están los buenos?: El beso del Dalai Lama

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Por | Salma Henao*

En los últimos días han llegado a mí como ráfaga algunas noticias sobre asuntos que no logro digerir con total claridad. Por lo que acudo a la escritura con el fin de intentar ubicar mis sentimientos en los lugares donde me permitan pensar en otras cosas nuevamente. 

Primero fue “el beso” del Dalai Lama, luego un artículo sobre lo sucedido con Matador y finalmente la publicación sobre los abusos del sociólogo portugués Boaventura de Sousa. 

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Quisiera iniciar con el “beso” del Dalai Lama a quién sigo en mis redes sociales porque encuentro sus pensamientos sanadores y constructivos. Diariamente por los últimos diez años he encontrado en sus palabras, en sus meditaciones y en sus conferencias alivio a lo que hoy veo como una sociedad sin futuro. Hace poco vi por Netflix “Misión alegría encontrar la felicidad en tiempos difíciles”, experiencia que recomiendo a quien esté ávido de esperanza. 

Una mañana de la semana pasada mi esposo, que es quién me informa de la existencia del mundo, muy a la hora del desayuno me preguntó ¿viste lo del Dalai Lama? —No, qué—, fue mi respuesta. A lo que él respondió algo como que en una ceremonia el Dalai Lama había besado a un niño. Sentí como si una lanza me atravesara el cuerpo “¿Lo viste?” fue lo único que se me ocurrió preguntar. Él en efecto lo había visto y me previno de la grotesca imagen que encontraría al animarme a ver el video. 

En efecto el Dalai Lama le da un pico a un niño, posteriormente pega su frente a la del niño y saca la lengua de su boca alargándola hacia afuera de forma muy aterradora. Me indigné mucho, pensé en el asco que me producen los adultos abusivos, no podía creer que mi guía espiritual resultara un abusivo como muchos de otras iglesias y religiones. Quise castigarlo retirándole mis likes, aunque sus prédicas siguieran siendo las mismas sobre la compasión, la felicidad y la paz mental. No, soy una militante ferviente contra todos los abusos de poder mucho más aquellos que involucran niños, mujeres, sexo y violencia. 

Sin embargo, a medida que han ido pasando los días las cosas empiezan a tomar matices. Primero ese tipo de manifestaciones (inadecuadas) de afecto hacia los niños son muy comunes en mi país, asquerosas, pero comunes. Yo no lo hago y pienso que es horrible cuando la gente lo hace con sus hijos. Así que sí encuentro tremendamente inadecuado que el Dalai Lama lo haga, pero pienso que será para él tan normal como para muchos de mis paisanos. Es desafortunadamente una herencia cultural que en efecto necesitamos ir modificando hasta erradicarla. 

Esta mañana leí por redes algo sobre sacar la lengua para los budistas como una práctica de respeto o no sé qué. No sé si será cierto o solo una manera de apalear las críticas que han llovido sobre la religión, el Dalai Lama, los líderes religiosos y la pedofilia. Cosa que no comparto porque no se trata de justificar los errores, sino de aprender de ellos. El Dalai Lama se disculpó al menos con quienes lo seguimos en sus redes y afirmó que sentía mucho haber causado incomodidad con su comportamiento. Bueno, algo es algo. Reconocer que se causó una incomodidad y disculparse por ella es mejor que justificarse en la cultura que hemos heredado y que ya sabemos que tiene sus taras. Sería aún mejor que a raíz de la situación que salió a la luz ningún adulto, en ningún lugar del mundo volviera a darle picos a los niños en la boca, ni sacar sus leguas hacía ellos. Pero no tengo tanta fe. 

Luego está el asunto de Matador que fue retirado de su trabajo de años por haber violentado físicamente a su esposa, situación que según las noticias fue elaborada entre ellos y restablecida la relación, por lo que no sé a qué viene que el tipo se quede sin trabajo. Y finalmente, el escándalo de Sousa a quién han retirado de sus labores profesionales por denuncias de abuso, que pueden ser o no ciertas, que son sí aterradoras, pero que no sé hasta qué punto pueden o no llegar a desvirtuar un gran trabajo académico de años.    

Hace muchos años que es claro que las relaciones de los hombres hacia las mujeres y de los adultos hacia los niños demuestran patrones erráticos de violencia y abuso. De hecho, si lo pensamos bien, el asunto es que hasta hace muy poco empezamos a entender como sociedad que esos patrones que en algún momento fueron la normalidad son errados y que apremia tomar medidas para su erradicación. 

Pero empiezo a creer, quizá debido al ejercicio reiterado de la compasión que he estado practicando gracias a la existencia del Dalai Lama en mi vida, que este cambio es un proceso y que más allá de las acciones punitivas y sancionatorias hacia los perpetradores. Necesitamos como sociedad empezar a construir mecanismos de tránsito que lleven al mundo a la plasticidad que requieren las transformaciones. Porque la otra única salida posible es la guerra y estoy cansada de los malos, los culpables, los asesinos y los muertos. 

Sino ¿Dónde están los buenos?

Tunja, 17 de abril de 2023


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* SALMA HENAO. Bogotá D.C., 1981. Antropóloga con opción en literatura, mención meritoria de la Universidad de los Andes. Estudios de especialización en psicología transpersonal, en Mendoza, Argentina. Magíster en literatura, mención meritoria Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Cuentos y poemas suyos han sido incluidos en antologías y en medios digitales.

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